Nuestro país es uno de los principales exportadores del rubro forestal y sus más importantes socios comerciales son Estados Unidos, China y Japón. En Chile hay más de 2,4 millones de hectáreas de plantaciones, de las cuales un tercio corresponden a pequeños y medianos propietarios. Es indudable que en nuestra Región es importante la actividad forestal, ya que reúne las condiciones ambientales para el rápido crecimiento de especies, sobre todo del pino insigne.

Si bien hace décadas se vendían al exterior principalmente rollizos o troncos, ahora se comercializan productos más procesados. Lamentablemente, los conflictos que ocurren al sur de la provincia de Arauco (Biobío) y en la Región de la Araucanía, con ataques, quema de camiones, maquinaria agrícola y forestal, dificultan la realización de nuevas inversiones en esa área, que permitirían generar más actividad económica, empleos e incorporar nuevas tecnologías en la producción.

Pero la actividad forestal rebasa los límites económicos y sociales de la producción de madera, celulosa y papel, dando en el país más de 400 mil empleos directos e indirectos, ya que el bosque también presta servicios claves como la conservación de la biodiversidad, la regulación del agua y la mitigación del cambio climático. El tema crítico es cómo lograr una gestión forestal que genere productos, ingresos y desarrollo socioeconómico, y que al mismo tiempo preserve el recurso y contribuya a la gestión medioambiental.

El presidente de la Corporación Chilena de la Madera (Corma), Juan José Ugarte, ha señalado, en el marco de Feria Expocorma, organizada por Corma, y que se desarrolló recientemente en Biobío, que "estamos muy comprometidos con las regiones forestales de nuestro país, ya que el sector es un pilar clave para el desarrollo sostenible, lo que impulsamos es la reactivación verde, basada en los productos renovables del bosque y todos sus derivados. Tenemos sector forestal para mucho tiempo".

Esta sí que es liquidación. Candidatos presidenciales, senadores, diputados, compiten estas semanas en ofertas, algunas descabelladas hasta la inconsciencia, y otras que son problemas dolorosos de muchas décadas. La disputa de ello, en lo particular, no es haberlas descubierto, sino quién las solucionará más rápidamente.

Es innegable que en Chile la sociedad ha cambiado en los últimos 40 años. Los valores, las aspiraciones, el descontento, las desigualdades, los deseos de participación en la toma de decisiones en aquello que le concierne y en los beneficios del desarrollo, la desconfianza en las instituciones del Estado, en el modelo de desarrollo y en los partidos políticos, así como el reclamo contra la corrupción en entidades públicas y privadas, lo que se tradujo en nuestro país en un malestar manifestado violentamente en el denominado "estallido social" de octubre de 2019.

La toma de conciencia de la necesidad de cambios estructurales, largamente anunciada, de lo cual "el estallido" fue un categórico detonante que llevó como sabemos al Congreso Nacional a adoptar el Acuerdo por la Paz Social y la nueva Constitución, origen del llamado plebiscito nacional que resolvió por cerca de un 80% de la votación ciudadana, elegir una Asamblea Constituyente que elaborará una nueva Constitución Política, dando paso a una experiencia inédita en Chile por ser la primera vez en su historia que se construye una Constitución de carácter participativo a través de representantes elegidos democráticamente por la ciudadanía, e inédita en el derecho constitucional comparado, al resolver una integración paritaria de mujeres y hombres y una representación de pueblos originarios.

En el debate político actual, cruzado por las elecciones de noviembre, incluyendo la de Presidente de la República y parlamentarios más el desarrollo de la Convención Constitucional, lo que más se escucha en los actores candidatos es el término "populista" como una pesada acusación al oponente, sea este de izquierda, de centro o de derecha, entendiendo populismo con distintos significados, sea como demagogia, como adulación de las masas, como propuestas imposibles de alcanzar o pretender concientizar a través de discursos simples y emotivos, izquierdistas o conservadores, según sean las distintas concepciones teóricas más o menos desarrolladas o intereses sectoriales de quienes asumen sus liderazgos.

A los populismos de derecha se les acusa de ser xenófobos, integristas, racistas, autoritarios, contrarios a las modernizaciones y algunos por tener rasgos fascistas y antisemitas. Al populismo de izquierda se le atribuyen demagogia y prácticas represivas y antidemocráticas cuando accede al poder, tales como coartar las libertades, restringir la democracia, no respetar los derechos de los opositores y ofrecer beneficios a la población sin sustento financiero. Aunque parezca anecdótico, de populista igual se acusa a quienes rechazan el proyecto neoliberal.

Leía en algunos textos que el populismo tan usado estos días nace con la democracia, pero también agrega que "los populIsmos aparecen en los deficits de la democracia".

¿Cuál será la mano que nos gobernará en los próximos cuatro años?

Roberto Muñoz Barra,

exsenador, presidente Instituto

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Preocupa el avance del

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