Uno de los aspectos misteriosos de esta campaña ha sido el apoyo unánime de la oposición a Boric y el apoyo de Evópoli a Kast.
Uno de los rasgos más marcados del proyecto político de Boric ha sido su ojeriza contra la Concertación y sus principales figuras. Basta retroceder unos años para recordar que, hacia el segundo gobierno de Bachelet, las figuras de esta última y de Lagos figuraban en el frontis de la Universidad de Chile como la personificación de todo aquello que a la generación a la que Boric pertenece, ajizaba. Lagos y Bachelet -para ser justos más el primero que la segunda- fueron presentados como neoliberales que se negaban a confesar que lo eran, personas que habían sacrificado la esfera de lo público por el ámbito más barroso y más sucio de lo privado, gente más bien complaciente con la simple facticidad e incapaz de comprender que la imaginación y el anhelo, aunque los hechos parezcan negarlos, tienen un sitio en la política.
Y, sin embargo, los cuadros de la Concertación -sus partidos, sus principales figuras intelectuales y sus líderes- decidieron, sin condiciones, plegarse a la candidatura del Frente Amplio y de Gabriel Boric. El fenómeno merece una explicación racional puesto que de otra forma todo esto parece un acto de masoquismo, una forma malsana de disfrutar el maltrato que se recibe, una forma de confesar que todo lo que se decía de ellos era, finalmente, correcto, de manera que su apoyo a Boric sería una especie de penitencia para pagar los errores que el primero había tantas veces denunciado.
El caso de Evópoli respecto de Kast no es muy distinto. Cuando se juzga a este último en el amplio panorama de la derecha, Kast pertenecería a la categoría que Vargas Llosa (un intelectual de derecha por donde se le mire) llamó alguna vez de la "derecha cavernaria" por sus opiniones abiertamente contrarias a las convicciones liberales.
Y, sin embargo, Evópoli y sus dirigentes, y sus intelectuales, han decidido apoyar sin condiciones a Kast. El fenómeno parece una renuncia de ese partido a los principios y convicciones que enarboló a la hora de fundarse, semeja una traición a sí mismo.
Pero, como es obvio, esto no puede ser así. Hasta la política tiene límites racionales. Habrá de existir, pues, una razón que fundamente ese apoyo de la Concertación a Boric y de Evópoli a Kast.
Y la hay. Para encontrarla hay que dar un breve rodeo por la filosofía.
En la conocida Ética a Nicómaco -una de las tres éticas que se le atribuyen- Aristóteles examina la conducta humana y al hacerlo distingue entre aquella que se lleva a cabo voluntariamente y aquella otra que es involuntaria. Una acción, explica, es voluntaria cuando el agente que la realiza decidió ejecutarla porque la apetecía en sí misma, porque la quería realizar. Al contrario, una acción es involuntaria cuando el sujeto la ejecuta empujado del todo por causas externas como si él fuera una hoja, ejemplifica Aristóteles, movida por el viento ¿En cuál de esos extremos se encuentra el apoyo a Boric por parte de la vieja Concertación? ¿Es voluntario (querido en sí mismo) o involuntario (forzado, como quien, al ser empujado, cae al lado de otro)?
No se trata ninguno de los dos.
En efecto, Aristóteles distingue un tercer tipo de conducta o de acción, a la que llama mixta. Esta es la acción, explica el filósofo, que ejecutamos "para evitar males mayores o por alguna causa noble". Y da el ejemplo del capitán del barco que decide arrojar la carga al mar para salvar el barco ¿Quiso el capitán botar la carga? Por supuesto; pero no lo quiso en sí mismo, lo hizo "para evitar un mal mayor".
Porque lo que ocurre -explica Aristóteles-, es que nadie escoge en el vacío. Los seres humanos, y esto vale desde luego para la política, escogemos al interior de un entorno de restricciones. Por eso casi nadie escoge lo que quiere, sino lo que puede; no lo mejor, sino que escoge para eludir lo que juzga peor. Y mutatis mutandis lo mismo hay que decir de algunas fuerzas de derecha -por ejemplo, Evópoli- que apoyan a José Antonio Kast a pesar de que este último no apoya una agenda precisamente liberal.
Y es que la política es casi una metáfora de la conducta humana: con frecuencia escogemos a la luz de las restricciones con que contamos y no para escoger lo que estimamos mejor, sino casi siempre teniendo como objetivo eludir lo peor.