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Día histórico: personas del mismo sexo podrán contraer matrimonio en Chile

AVANCE. Senado y Cámara de Diputados aprobaron el proyecto sobre matrimonio igualitario, situando al país como el octavo en Latinoamérica en reemplazar el concepto de "marido" o "mujer" por el de cónyuge.
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Visto en retrospectiva, suena casi como una premonición. Hace tres días, la arquera de la Selección chilena de fútbol y una de las máximas figuras del deporte nacional, Christiane Endler, había dicho -desde Francia, donde juega-, que "me gustaría poder casarme en mi país, con mi familia y mi gente".

Lamentaba, así, las trabas que el proyecto de ley de matrimonio igualitario había encontrado la semana pasada y que llevaron la iniciativa a comisión mixta para resolver los puntos discordantes entre los parlamentarios.

Pero los fantasmas que acechaban la moción se disiparon en esa instancia y este martes Chile -para felicidad de "Tiane"- dio un nuevo paso en materia de derechos luego de que en una misma jornada el Senado aprobara el matrimonio igualitario con 21 votos favorables, ocho en contra y tres abstenciones; y luego la Cámara de Diputados hiciera lo mismo por 82 apoyos, 20 oposiciones y dos abstenciones. Ambas cámaras entregaron su apoyo transversal.

Ahora solo resta cerrar aspectos administrativos para que esta normativa sea promulgada como ley por el Presidente Sebastián Piñera.

El hito, definido como histórico en el Congreso y en La Moneda, sitúa a Chile como uno de los ocho países latinoamericanos en admitir legalmente el matrimonio entre personas del mismo sexo, entre otros, junto a Brasil, Colombia, Uruguay, Argentina y Ecuador, y que se suma a la figura legal "alternativa" que se venía aplicando: el Acuerdo de Unión Civil (AUC), vigente desde 2015 y que no reconocía derechos de filiación.

CELEBRACIÓN

El Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh), que en noviembre difundió una encuesta a más de 1.500 parejas del mismo sexo de las que el 82,8% dijo que esperaba contraer matrimonio igualitario, aseguró que "Chile ha dado un paso histórico y decisivo para el avance y consolidación de los derechos humanos de las parejas del mismo sexo y de las familias homoparentales".

El colectivo añadió que el cambio pondrá fin a la "heteronormatividad y su desigualdad (...) Ya no existirán más privilegios jurídicos para unas parejas y familias sobre otras solo en razón de su orientación sexual o identidad de género".

Isabel Amor, directora ejecutiva de Fundación Iguales, señaló que la aprobación del proyecto es algo "que se añoraba desde hace años. Estoy tremendamente conmovida. Me cuesta un poquito mantener la compostura. Ha sido una carrera de varios kilómetros".

Desde el Gobierno, que en junio pasado sorprendió dándole urgencia a la iniciativa que llevaba cuatro años en el Parlamento -tras un proyecto ingresado por Michelle Bachelet, también se celebró este hito.

El vocero de La Moneda, Jaime Bellolio, calificó como "un honor" que se haya concretado por el actual Ejecutivo. "Hoy es un día alegre para Chile, porque ya se sabe, el amor es amor. Las personas somos iguales y al ser iguales tenemos también los mismos derechos", fundamentó, mientras que la subsecretaria de Derechos Humanos, Lorena Recabarren, dijo que "se ha cristalizado el principio de la igualdad y la no discriminación".

"ENTRE HOMBRE Y MUJER"

El candidato presidencial del Frente Social Cristiano, José Antonio Kast, señaló que "para nosotros el matrimonio es entre un hombre y una mujer. El Parlamento ha tomado una decisión, una decisión mayoritaria y eso no va a hacer que nosotros cambiemos nuestras convicciones", aseguró, aunque recordó que "somos personas demócratas".

Por su parte, Gabriel Boric (Apruebo Dignidad) destacó en sus redes que "a pesar de la resistencia de quienes no creen en la libertad, se reafirma que el amor es amor. En este día histórico le digo a las diversidades y disidencias que en nuestro gobierno estarán seguras y tendrán pleno reconocimiento de sus derechos".

Moreira: "Debilita el concepto de familia"

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Fue la mayoría en el Parlamento la que celebró que oficialismo y oposición sacaran adelante el proyecto de matrimonio igualitario. "Qué lindo ver cómo la ciudadanía chilena es más libre", dijo el diputado frenteamplista Gonzalo Winter, mientras que su par de Renovación Nacional, Rodrigo Galilea, valoró que se deje de juzgar el matrimonio entre parejas del mimos sexo como "malo o sospechoso". Se trata de un "cambio cultural de fondo" que el país debe hacer, agregó. Iván Moreira, en tanto, férreo opositor a la iniciativa, comentó que "hoy no es un muy buen día para las personas que creemos que el matrimonio debe ser entre un hombre y una mujer. El matrimonio igualitario, el matrimonio entre personas homosexuales, lisa y llanamente debilita el concepto de familia".

Temas centrales de la nueva ley

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La nueva norma ahora tendrá un par de meses para su adecuación administrativa, incluyendo la revisión del Tribunal Constitucional, antes de que el Presidente la promulgue. En lo medular, la iniciativa elimina el concepto de "marido" o "mujer" en el Código Civil, dejando el concepto "cónyuge", sin distinción de sexo o identidad de género; igual con la palabra "padres", que se reemplaza por "progenitores"; aclara que la filiación de los hijos puede no encontrarse determinada respecto de uno de sus progenitores o de ambos; determina la celebración de capitulaciones matrimoniales entre esposos del mismo sexo, pero prohibe fijar el régimen de sociedad conyugal; elimina el divorcio automático para personas trans que cambian su nombre y sexo legal; garantiza derechos laborales de pre y post natal sin discriminación por sexo; y garantiza derechos de filiación a toda persona que se someta a técnicas de reproducción asistida, sea cual sea su sexo.

Carlos Peña

¿Qué le pasó al conservadurismo?

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Se acaba de aprobar el matrimonio igualitario. Se trata de un acontecimiento cuya significación es difícil de exagerar. Hace apenas dos décadas atrás, o poco más, el matrimonio era indisoluble y los hijos eran legítimos o ilegítimos según hubieran sido concebidos dentro o fuera del matrimonio de los padres. Dos décadas atrás Chile era una de las sociedades que, a la luz de su derecho de familia, estaba impregnada de conservadurismo.

Pero de pronto -y en las horas finales de un gobierno de derecha- decide admitir el matrimonio igualitario y se transforma, desde el punto de vista legal, en una sociedad liberal, parecida a este respecto a los Países Bajos, a Bélgica o a Canadá.

¿Qué pudo ocurrir para que un cambio tan radical se produjera?

Lo que ha ocurrido es que la sociedad y la cultura que le subyace han cambiado. Y ello no ha sido producto de un asalto utópico, tampoco de una ofensiva ideológica a la Gramsci, menos de una conspiración masónica (todo esto suena risible, pero hasta hace poco este tipo de explicaciones se formulaban con aires de seriedad) sino de un proceso modernizador que, al cambiar las condiciones materiales de la existencia, remeció al mismo tiempo la cultura, expandió la autonomía personal y cambió la forma en que las personas concebían la vida afectiva y sexual. Hoy día las personas no se conciben a sí mismas como llamadas a desenvolver un guión dictado por la naturaleza, o revelado por la autoridad religiosa, sino que se experimentan como agentes de su propia existencia y reconocen en los demás la misma característica. Y de ahí entonces que hoy se asista a la aprobación de esta ley casi sin sorpresas, como algo natural, algo que simplemente recoge o reconoce una normatividad que estaba latente en las diversas formas de vida que hoy existen en la sociedad chilena.

Hay pocas cosas más vinculadas a la propia identidad, a la idea que cada uno tiene de sí mismo y la forma en que ve a los demás, que la orientación sexual y afectiva. Por eso no reconocer la posibilidad que gays, lesbianas o transexuales pudieran contraer matrimonio entre sí, era una forma de mezquinarles, de negarles la dignidad que poseían en tanto ciudadanos. Después de todo el matrimonio civil no es más que un contrato por el que dos personas declaran ante los demás el compromiso de hacer una vida en común, una promesa de afectividad y de vida. Y siendo así no se observan razones fuertes para negar se le contrajera a quienes, debido a su orientación sexual o por la forma que han escogido vivir su sexualidad, están en minoría.

¿Debieran los católicos sentir esta ley como una afrenta a sus convicciones?

Por supuesto que no. El matrimonio concebido como sacramento y como una alianza entre un hombre y una mujer, seguirá plenamente vigente para quienes hayan abrazado la fe y se dispongan a vivir de acuerdo con ella. Cuán vigente siga esa forma de concebir la vida matrimonial dependerá de la capacidad que tengan quienes adhieran a ella para esparcirla en la esfera de la cultura.

En otras palabras, las minorías podrán recibir el mismo trato y consideración que todos desde el punto de vista público y aquellos cuyas convicciones se oponen a esta forma de matrimonio retendrán la posibilidad de persuadir con su ejemplo a los demás, sin que nadie pueda, en una esfera tan personal como el compromiso afectivo y sexual, recibir ventajas de parte de la ley o ampararse en el Estado.

No deja, en fin, de ser irónico que, en estos vapuleados treinta años, que en boca de algunos candidatos presidenciales parecían no valer la pena, hayan dado lugar, sin embargo, a una expansión de la autonomía personal y a un reconocimiento de la diversidad que hace cosa de dos décadas era, simplemente, impensable.