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El matrimonio de Álex Fonseca y Marcela Moya son parte del motor familiar que empuja este ejemplar emprendimiento.
Desde Curacautín salen estos productos gourmet premium que van a las mejores mesas de restaurantes y hoteles.
COMIENZOS
"Mi abuelo llegó a la zona durante el boom de la industria maderera. En ese tiempo, como sabía leer y escribir pudo prestar servicios de administración forestal para familias fundadoras de la comuna", relata Álex Fonseca, quien recuerda que, además, a nivel familiar el hombre pone en práctica y traspasa sus conocimientos acerca del tratamiento de la carne de cerdo para seguridad alimentaria, en otras palabras, la práctica de la charcutería para que no faltara proteína durante los meses de invierno.
La tradición andaluza es especialmente adquirida por María Magdalena, su hija, la menor de cuatro hermanos que no le pierde pisada al padre y que luego traspasa sus conocimientos a Álex y a su esposa, Marcela Moya, para dar vida a la charcutería cordillerana que ha convertido la dirección de Caupolicán 831 en un referente productivo y en un punto turístico de Curacautín.
María Magdalena, Álex y Marcela, precisamente, son la piedra angular de este negocio que poco a poco, pasito a pasito, incluidas algunas caídas, consigue sobrevivir a las dificultades para consolidarse como una marca que al año 2022 está presente en tiendas y carnicerías boutique de Arica, Iquique, Antofagasta, La Serena, varias comunas de la Región Metropolitana, Pichilemu, Talca, Curicó, Concepción, Pucón, Puerto Varas y la isla de Chiloé.
Todo comienza formalmente en 2001, comenta Fonseca. Después de formarse profesionalmente en administración agrícola y trabajar en el servicio público, a los 24 años toma la decisión de independizarse y encuentra en su madre - contadora auditora de profesión - a la mejor aliada. "Dejé todo lo que hacía porque soy un alma libre, un alma inquieta. Decidí que ya no quería estar a la orden de otros jefes. Así que construimos algunos metros cuadrados y formalizamos nuestra producción", recuerda el emprendedor. "Preferí la independencia, que es más difícil y ruda, pero 20 años después se están viendo los frutos", agrega.
Lo primero que hicieron fueron productos tradicionales y curados y madurados que, por lo general, estaban orientados al turista que llegaba a la comuna, que para entonces no eran muchos, explica Marcela Moya, lo que además hacía que los precios no fueran lo más justos para el esfuerzo aplicado y la calidad de los mismos. Sin embargo, se abrió una puerta que abriría muchas otras más.
"Lo primero que pasó fue que nos contactó la Universidad de La Frontera para ofrecernos asesorías y después, un día nos llegó una invitación de Sercotec para presentarnos en una feria en la Plaza Aníbal Pinto de Temuco. Llegamos sin saber qué haríamos. Cargamos nuestros productos y nos facilitaron un bonito espacio de exposición, y lo cierto es que lo que vino fue lo mejor. Causamos furor, la gente hacía filas para llegar a nuestro puesto. Fueron cuatro días y antes de terminar vendimos todo. Eso nos emocionó hasta las lágrimas porque confirmamos nuestra calidad y nos trajimos muchísimos contactos", recuerda Marcela.
PRODUCTOS
Cuando formalizaron la fábrica y emporio, Cecinas Curacautín producía diez clásicos: longaniza, costillar, arrollado, queso de cabeza, paté, lomo, cazuela, cuero, chicharrones y manteca; siempre con carne de cerdo porque esta les permitía y aún permite tener un amplio mix de productos. "La carne - detalla Álex Fonseca - la aporta un proveedor histórico nuestro, un criancero que nos entrega durante todo el año un producto estandarizado y quien desarrolla su trabajo en la zona entre Victoria y Curacautín bajo el nombre de Agrícola Pehuén Limitada".
La gracia de la charcutería de Curacautín es que responde a una mezcla perfecta entre los sabores de la zona cordillerana y la tradición andaluza. Veinte años después empezar a comercializar su producción, acotan Marcela y Álex, son 25 las variedades que hoy ofrecen al público directo y a clientes habituales.
"La verdad es que se vende todo, pero lo que más llama la atención son los crudos, curados y madurados donde el capitán es el jamón serrano, que tarda 18 meses en estar listo. Después están los lomos curados madurados, uno es la bondiola, que es un lomo vetado de cerdo adobado con especias y madurado; y después tenemos una joya que hemos estrenado hace poco y que es el lomo embuchado, un lomo liso de cerdo curado en sal, pero la particularidad que tiene es que está adobado con miel de Curacautín, 100% natural con flora silvestre y que produce un colega emprendedor con certificación y resolución sanitaria, porque para nosotros es importante colaborar con otros emprendedores de la zona", enfatiza Fonseca.
CONCURSO
Todas estas características e historia llevaron a esta familia a participar en el más reciente concurso regional del grupo G100 y llegar hasta la instancia final para quedarse con el premio Malleco 2022 luego de una selección que consideró a más de 300 emprendedores.
"De casualidad lo vimos una tarde en Internet y postulamos. Después de un tiempo nos llamaron para anunciar que estábamos entre los 30 mejores. Ya éramos semifinalistas. Luego, tuvimos que hacer capacitaciones, volver a presentar algunos 'spitch' y en diciembre nos avisaron que éramos parte de los tres finalistas, así que tuvimos que ir a defender nuestro emprendimiento a Santiago. Y nos fuimos con todo. No teníamos nada que perder. La verdad es que los otros dos proyectos eran también muy buenos. Para nosotros fue bonito e interesante participar en una instancia como esta y defender lo nuestro. Estaban los ganadores anteriores y los G100 de esta comunidad emprendedora que nos llenaron de buenos consejos y apreciaciones", relata Marcela Moya.
Si bien el premio implicó un cheque por 10 millones de pesos, lo que más alegra a esta familia emprendedora es el reconocimiento recibido y, sobre todo, la mentoría que tendrán durante seis meses, en la que confían plenamente para resolver dudas y afianzar ideas.
"Hoy contamos con una mentoría y esa persona nos está haciendo trabajar duro para corregir nuestras falencias, porque si bien podemos tener muchas ideas no sabemos muchas veces cómo materializarlas y qué puertas golpear. Nuestra G100 se llama Claudia Verdugo, es una mujer capísima a la que queremos aprovechar hasta el último día. Ahora estamos por hacer un estudio de mercado para ver cómo ingresar nuestros productos al segmento que corresponde. Nuestra idea es centrarnos en la charcutería porque son los productos más cotizados y porque pertenecen a un mejor mercado", detalla Marcela.
PROYECCIONES
A estas alturas de su historia, relata el matrimonio, "nos sentimos consolidados como emprendedores, porque no nos gusta llamarnos empresa, nos gusta identificarnos así y con mentoría y todo queremos seguir creciendo, pero dentro de nuestra concepción de proyecto familiar", explica Álex.
Las proyecciones están claras, asegura esta dupla y el resultado está por verse pronto, opinan. "A lo menos en dos años debiéramos estar posicionados a nivel nacional, a lo menos en un 50% de las tiendas especializadas en productos gourmet premium, en tiendas de carnes boutique y que nuestra marca sea conocida. Luego vienen proyectos asociados a la Marca Chile con la institucionalidad pública e incursionar, si todo resulta, en la exportación, y seguir felices haciendo lo que hacemos, donde lo nuestro es la pasión por emprender, lograr objetivos y que la familia esté bien", detalla Álex Fonseca.
Como ayer y como hoy, esta charcutería de Curacautín sigue elaborando sus creaciones arriba en la cordillera de la mano de sus tres fundadores y seis colaboradores, y para quienes deseen conocer o comprar por mano sus productos pueden hacerlo en la tienda de Caupolicán 831, Curacautín, o bien seguirlos y contactarlos a distancia mediante las redes sociales, en Instagram y Facebook bajo el concepto de @cecinascuracautín.