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En los papeles de Mauricio Amster

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1-¿Qué fue lo que más te sorprendió del archivo de Amster? -Hay varios artículos especiales, pero hay tres en particular, que son tres cuadernillos que los hizo él mismo. Son las listas de encargos durante los años cuarenta. Ahí uno puede ver el trabajo editorial, de portadas, de diagramación de libros, pero también otra serie de trabajos, en el ámbito de publicidad, en el diseño industrial, como cajas de remedios o etiquetas para vinos. Es un área que no ha sido investigada porque al no tener firma se pierden en el anonimato. Ahora se pueden pesquisar esas publicidades en los archivos de revistas. Hay mucho que ver.

2-¿Por qué crees que su viuda, Adina Amenedo, conservó todos estos materiales personales de Amster? -Es un archivo afectivo, por eso lo llamamos el archivo personal, porque no tiene el carácter sistemático de un archivo institucional. Hay muchas cosas que se perdieron en el camino, su biblioteca se desmembró, se perdieron libros, se vendieron, se remataron. Son las cosas que Adina Amenedo guardó principalmente por el cariño, por la nostalgia y por el recuerdo como las fotografías de cuando estaban en España, tarjetas que le enviaba en su cumpleaños, cuya lógica detrás es básicamente el afecto.

3-¿Cómo descubriste el trabajo de Mauricio Amster? -Por un libro en particular que vi a los catorce o quince, "Coplas por la muerte de su padre", donde Amster combina la poesía de Jorge Manríquez con los grabados de Hans Holbein. Es un libro excepcional y hermoso. Cuando veo quien lo hizo, su nombre me resulta familiar. Pregunté y era amigo de mi abuelo, Mariano Rawicz, que también era tipógrafo y diagramador de libros, ambos vivieron una vida en paralelo. Nacieron en Polonia, hoy es actualmente Lviv, en Ucrania. Ambos estudiaron artes gráficas en Alemania, ambos trabajaron en España y viajaron a Chile.


En resumen

Sebastián Jatz Rawicz, compositor y traductor, es el coordinador general de la web del Archivo Mauricio Amster. A ella se puede acceder, en esta primera etapa, a los documentos personales del diseñador radicado en Chile gracias a la gestión de Pablo Neruda tras la Guerra Civil Española. Esos textos invitan a conocer la importancia de Amster para la literatura chilena.

Jatz Rawicz dice que Amster fue el mayor productor de libros en chile, hasta los años 80.

3 preguntas

Sebastián Jatz Rawicz, investigador:

Catalina Menares

La apuesta de "Drive My Car" a los Oscar

Esta noche se realiza en Los Ángeles la ceremonia de los premios de la Academia y sería justo que la película del japonés Ryusuke Hamaguchi se llevara la estatuilla mayor. Cuenta con cuatro nominaciones y la aclamación de la crítica.
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Todos los años hay en los Oscar al menos una película extranjera que sobresale y trae esperanza cinéfila para contrarrestar el ombliguismo habitual de la selección. En esta edición es "Drive My Car", largometraje japonés que brilla en la cartelera del Cine Arte Alameda (en Santiago) y en otras salas del país. Dirigido por Ryusuke Hamaguchi sobre un cuento de Haruki Murakami, está nominado en cuatro categorías: mejor película, mejor dirección, mejor guion adaptado y mejor película extranjera. Habrá que ver cómo le va en la ceremonia que se transmite hoy desde Los Ángeles. Si existiera la justicia en los territorios de la Academia debería llevarse al menos dos o tres estatuillas porque se trata de una obra sensible, bien filmada y dotada de un sentido de la contención que no abunda en Hollywood.

Hagamos el siguiente ejercicio: sometamos la película a la práctica reduccionista de las sinopsis -tan acostumbrada en el streaming- y veremos que ésta no puede condensar la experiencia en un resumen. La Internet Movie Data Base señala: "Nishijima Hidetoshi interpreta a un actor de teatro y director felizmente casado con su esposa dramaturga hasta que un día ella desaparece". OK. "Drive My Car" se trata de eso pero también se podría acentuar otra trama: el vínculo que el protagonista mantiene con una joven chófer que conduce su auto durante los días en que Yusuke Kafuku -así se llama el personaje- arma en Hiroshima su montaje de "Tío Vania", de Antón Chéjov. Así y todo, esto tampoco logra indicarnos lo que es la película. Digamos que una descripción argumental no podrá nunca dar cuenta de la experiencia porque a Hamaguchi le interesa todo lo que no se puede contar en una síntesis: las miradas, los diálogos, los silencios, las situaciones que desbordan esquemas y encasillamientos, las tramas interiores de un hombre en crisis.

El carismático Hidetoshi Nishijima está perfecto como un artista lacónico que debe enfrentar la muerte de su esposa, con quien mantenía una relación creativa y marcada por una tragedia imborrable. Su auto -un Saab 900 Turbo rojo- es su refugio, una zona de reflexión donde él escucha una y otra vez un casete con la voz de su mujer. Cuando el médico le dice que su visión se está debilitando, su primera preocupación es si podrá o no seguir manejando. Ese vehículo llamativo, que funciona como personaje, definitivamente no es circunstancial.

"Drive My Car" avanza con una calma que invita a la reflexión. A Ryusuke Hamaguchi le gustan la precisión y la simetría. Rompiendo las convenciones pero con un sentido, instala los créditos iniciales recién a 40 minutos de metraje luego de presentaros el universo del filme. Es así como retomamos a Yusuke Kafuku dos años después de la muerte de su mujer para apreciar las grietas, las consecuencias de esa pérdida y cómo el teatro puede fusionarse con la vida. "Tío Vania", con su historia de hastío, está ahí todo el tiempo como espejo. La película se llena de correlatos: Chéjov, el dolor de Hiroshima, las historias que los personajes se cuentan, los fantasmas que siguen rondando a pesar de la ausencia física, los mundos de la creación que se entrelazan con los sinsabores de una existencia opaca.

A Hamaguchi le interesa todo lo que no se puede contar en una síntesis: las miradas, los diálogos, los silencios.


En resumen

Hamaguchi, de 43 años de edad, ya ha filmado doce largometrajes.

Por Andrés Nazarala R.

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