La reciente premiación del concurso "Poesía en tiempos de crisis" a inicios de este año, organizado por la Universidad de La Frontera de Temuco, nos regaló un nuevo encuentro con la poetisa Edith Mützel Rodríguez, y concertar una cita para volver a conversar de todo aquello que le gusta y recuerda con nostalgias.
En ocasiones anteriores la habíamos visitado en el hogar de uno de sus hijos, en Victoria. Pero esta vez tenía su nueva residencia en un hogar para ancianos de Temuco, en donde se encuentra internada hace algún tiempo y hasta donde llegamos más tarde coincidiendo con un nuevo rebrote de pandemia.
A sus 101 años de edad, Edith es una de las huéspedes del Hogar Alemán de Ancianos Oscar Schleyer de calle Holandesa, en Temuco, en donde se encuentra desde hace un tiempo esperando con avidez la visita de algún cercano para hablar de lo que más ama después de sus hijos: los libros.
la escritora
El ingreso y el ambiente de la residencia es rígido, como lo son las instituciones germanas. Las medidas sanitarias lo son más, hasta con serias amenazas de interrumpir la visita ante cualquier ademán de acercamiento y mucho menos de contacto.
A pesar de ello, a un descuido de la funcionaria que la condujo en su silla de ruedas a la sala de visitas, nuestra entrevistada mira fijamente y reconoce, "¿cómo ha estado usted?". Luego parece impaciente por mostrar algunos textos que trae en su regazo, entre ellos el más reciente, "Poesía en Tiempos de Crisis" publicado por la Ufro, un bello texto que incluye su trabajo y una fotografía nueva. Su poema ganador "Ausencia presente" es una descripción de los días que ve pasar sentada en su sillón en los atardeceres del asilo.
Habla de su vida, recuerda los campos en Malleco, las visitas esporádicas de algunos familiares de Victoria de donde es oriunda. Cuenta que ha escrito, que sigue escribiendo. "Quisiera publicar lo último que he hecho y para eso ya se llevaron mis poesías", cuenta.
Quiere hablar más, pero es interrumpida por un acceso de tos que la hace dejar el texto sobre su falda. Quiere contar cómo la está pasando allí… "Para algunos les es cómodo estar acá pues tienen familia y todos sus amigos cerca, pero a mí se me hace difícil pues no tengo a nadie…".
imágenes claras
Tras contar con más de un siglo de vida, la exprofesora de Estado de Inglés, exdirectora de la recordada revista infantil "El Peneca" y conocida escritora y poetisa Edith Mützel Rodríguez todavía mantiene clara las imágenes de su vida y de quienes la rodearon, aunque a esta altura "…en cada atardecer, vea pasar las nubes rumbo al sur, sentada en el sillón y resignada". (Ausencia presente).
-Hábleme de usted, Edita, cuénteme algo que haya escrito…
Separados a seis metros de distancia, hay que alzar la voz para que escuche pues la asistente no cesa de advertir que al mínimo intento de acercamiento suspendería la visita…
"Yo nací en Antofagasta", dice, como confesando un secreto. "Y cuando me casé mi marido me trajo para acá a vivir en el campo. Allí escribí mi novela 'A la sombra de los coigues'. ¿La leyó? es muy bonita…".
Le recordamos que aquella novela la editó hace cuatro años la Universidad de La Frontera y que asistimos a la presentación. "Había muchos amigos allí -recuerda- y yo firmaba libros como si fuera una artista".
La poetisa se empeña en hablar de sus obras escritas y publicadas en sus años mozos, pero su respiración agitada se traduce en accesos de tos, por lo que acude la misma funcionaria y reitera nuevas advertencias. ¡Dejémosla! Dice con un gesto cómplice, y muestra "Siembra de amor", un texto dedicado a una de sus hijas, Laura, ya fallecida.
- "Pero hábleme de usted -pide- porque yo me canso mucho,..".
su trayectoria
Edith Mützel nació en Antofagasta. Siendo muy joven se trasladó con su esposo Roberto Berner, sureño él, hasta el sector de Adencul, en Victoria, en donde formó una familia con siete hijos y transcurrió la mayor parte de su vida que recuerda con nostalgias. "A esta altura lo único que me queda es algo de memoria", murmura con voz enronquecida.
También vivió muchos años en la capital, desempeñándose como escritora, poetisa, pedagoga y directora de la revista infantil "El Peneca", oficios que no lograron amarrarla ya que nunca abandonó este sur y volvía cada verano a visitar a su familia, hasta que enviudó, regresó a Victoria a casa de uno de sus hijos y luego aceptó ser trasladada hasta este Hogar en donde deja pasar los días a la espera de visitas.
"Siempre tengo los mejores recuerdos de Adencul. A mis amigos también les digo que los recuerdo con mucho cariño, sobre todo a mis exalumnos. Tengo muchas anécdotas con ellos. Quisiera estar en Victoria. Me gustaría estar con mi hijo Pablo, pero no había espacio. Ya en las casas no hay espacio,… si la Maruja Grenhill, mi mejor amiga allá en Victoria, me dice que a veces mira para todos lados y dice ¿en qué casa estoy? Ni siquiera se da cuenta que está en su propia casa, porque hay tanta gente metida entremedio que se pierde".
Recuerda que su hijo Hernán con uno de sus nietos la llevó a votar a Victoria. "Me han llevado dos veces desde que estoy acá. Me gustaría estar en Victoria, tengo mis amigos allá porque la primera que llega es la Maruja. Mi nuera, que es muy buena persona conmigo, siempre nos tiene un tecito o algo para nosotras dos".
Su eterno vicio sigue siendo la lectura. "Soy buena lectora. Leo mucho en inglés. Como soy de Antofagasta, mi primera lengua fue español e inglés. Mi papá lo hablaba muy bien. Pero hábleme de usted, porque yo me voy a cansar…".
Ante su evidente fatiga, la funcionaria ingresa decidida y pone fin a la visita. La llevarán al jardín, dice, para que tome aire. Al alejarse en su silla de ruedas, Edith se despide con una sonrisa y se deja llevar como si este breve paseo fuera un retorno a las montañas de coigües de su recordado Adencul.