Constitución, ¿si o no?
En materia constitucional ya estamos entrando en tierra derecha, como diría un hípico. Las distintas fuerzas se comienzan a alinear detrás de las dos alternativas que tendrá la respectiva cédula: apruebo y rechazo. Los análisis serán cada vez más abundantes e incluso estos partirán desde las contiendas electorales que dieron origen a este proceso e irán hasta definir los escenarios posteriores, esto conforme a la diferencia que se produzca en los porcentajes de una u otra alternativa. No será lo mismo si cualquiera de estas gana por poco o por harto, lo que sea la diferencia le servirá al actual Parlamento para endilgar su trabajo posterior, en uno u otro sentido.
La elección que permitió elegir a los convencionales, fue atípica, al parecer de muchos, más aún dados los resultados y encuestas que se han venido cosechando las últimas semanas y que reflejan el sentir actual de la ciudadanía. Esta se habría constituido en una elección errónea al compararla con las elecciones posteriores, que arrojaron porcentajes de composición del electorado totalmente distintos. Si la embarramos en la primera, dicen los unos, bueno, ahora con el rechazo la podríamos arreglar.
Aquí la pregunta es: quién y cómo se arregla el pastel. Si es el Congreso o una nueva convención constitucional y, por ende, una nueva elección o alguna otra figura en que, al Gobierno de turno le correspondería un rol protagónico. Esto, independiente de qué el plebiscito de salida, de perderse, pueda ser también un rechazo hacia el Gobierno de turno. En este caso, por supuesto, la bajada de moño principal vendría a ser para las y los convencionales, quienes por darse sus gustitos, algunos incluso extravagantes, por estirar tanto el elástico, buscando hacer una constitución para unos pocos en lugar de una para todos.
También puede ser posible lo que expresa Rafael Gumucio en entrevista reciente a un medio electrónico, "la Constitución va a ser tan impracticable que puede ser que no sea perjudicial. Va a quedar tan absurda que quizá incluso va a ser inocua. Va a ser tan disparatada que no va funcionar". En este caso podría ocurrir algo similar a lo que pasó con las asambleas provinciales en la Constitución de 1925, las que nunca se implementaron por la fuerza del centralismo endémico de Chile.
Podríamos tener así una Constitución de armario, sin utilizarse, por no representar o al menos aproximarse a lo que una significativa mayoría de la sociedad quiere como normas para regular su convivencia.
Aún es tiempo de mantener algún grado de esperanza y que aparezca, a pesar del ruido mediático ambiente, que releva los conflictos y no destaca los consensos, la cordura en los extremos, que generalmente les cuesta ceder en sus posturas, especialmente, cuando se encuentran en posiciones de poder que antes nunca las tuvieron.
Como lo manifiesta Roberto Neira, alcalde de Temuco en un medio regional: "tengo la fe puesta en que el texto sea armonizado y que de las partes extremas de ambos lados surja un texto más armonizado, más equilibrado".
El tema está en que esto no puede quedar como una linda declaración de principios, pero al momento de ratificar esos derechos no los podemos concretar por motivos económicos o porque somos un país que no está desarrollado".
Que así sea, por el bien de Chile y sus regiones, las que serán decisivas al momento de elegir.
"Aún es tiempo de mantener algún grado de esperanza y que aparezca, a pesar del ruido mediático ambiente, que releva los conflictos y no destaca los consensos, la cordura en los extremos que generalmente les cuesta ceder en sus posturas".