Me preguntan por los resultados del plebiscito, en especial en las regiones de Araucanía y Biobío. En ambas el rechazo se impuso por aplastante mayoría. Las interpretaciones dan para todo. Desde aquellos que sostienen que los mapuche se consideran más chilenos que los porotos a otros que, extremando el argumento, señalan que plurinacionalidad y otras demandas sólo serían ocurrencia de intelectuales desconectados del mundo real.
Primero un dato estadístico: la población mapuche es minoría demográfica en La Araucanía y el Biobío. Contrario a lo que se cree, el grueso de nuestra población reside en las regiones Metropolitana y de Valparaíso, no en Wallmapu. De hecho, hay más mapuche en la Región Metropolitana (614.881) que en la Araucanía (314.174) y el Biobío (178.723) juntos. Culpar por tanto a la minoría demográfica de ser la mayoría electoral es un despropósito. Los números no dan.
Lo sé, ello no explica qué sucedió en comunas donde el porcentaje de población y de votantes mapuche sí es mayor, como Saavedra o Tirúa. Allí el rechazo también arrasó y con porcentajes sorprendentes. En este punto el análisis exige un necesario baño de realidad. Hay un porcentaje de la población mapuche que o bien no vota o bien lo hace como clientela de aquellas fuerzas que impulsaron el rechazo. Sucedió con el mundo mapuche evangélico.
En el caso de quienes sí votan: ¿Se oponen estos mapuche al avanzado catálogo de derechos indígenas que consagraba el texto constitucional o más bien al aborto? No hay forma de saberlo, no son datos que recoja la elección o que estén disponibles en el Servel. Se requerirán estudios de comportamiento electoral indígena para hilar más fino en esta y otras interpretaciones.
Luego, la propuesta emanada de los escaños reservados, ¿fue lo suficientemente difundida y socializada al mundo indígena? Me temo que no y allí el segundo baño de realidad: no a todos los mapuche le interesan las reivindicaciones indígenas y es probable que vivienda o salud sean derechos mucho más apremiantes en su vida cotidiana, en especial en zonas rurales y urbanas empobrecidas. De allí que el temor a "perder la casa" haya sido quizás mucho más determinante a la hora de votar.
Pasa que no toda la población mapuche, más de un millón y medio según el último censo, adhiere a la llamada "causa indígena" y sus diversas estrategias reivindicativas que van desde lo institucional a la resistencia armada. Es más, un alto porcentaje reconoce sentirse mapuche y chileno a la vez, además de contrario a la violencia, opinión en perfecta sintonía con valores culturales muy arraigados. ¿Cuánto incidieron las oleadas de atentados incendiarios en el aplastante triunfo del rechazo? No lo sabemos, pero es dable suponer que bastante. El miedo y la rabia siempre han movilizado votos.
Pero, ¿qué grado de responsabilidad le cabe a la propia Convención y a los convencionales indígenas en este fracaso? ¿Hicieron correcta lectura de la cultura pública chilena? ¿Pecaron de maximalismo con la plurinacionalidad y los sistemas de justicia indígena, hipotecando con ello un reconocimiento pendiente desde 1990? Todo indica que sí. Lo sé, a veces hay que pedir lo imposible para lograr lo posible es la regla número uno de cualquier negociación. Pero en una Convención culposa y protoindigenista lo imposible se volvió posible y ello, creo, pavimentó el camino a la debacle.
El tejo se pasó varios pueblos. Son lecciones que debemos asimilar de cara al nuevo proceso constituyente que se nos avecina.
"En el caso de quienes sí votan: ¿Se oponen estos mapuche al avanzado catálogo de derechos indígenas que consagraba el texto constitucional o más bien al aborto? No hay forma de saberlo, no son datos que recoja la elección o que estén disponibles en el Servel".