"Llamo a que nos conozcan no solo por lo malo que se habla, sino por lo bueno que tenemos"
Todo está conectado en la cultura mapuche. Por ello, hablar de música es también hablar de la historia familiar, de sabiduría ancestral, de energías, de Chaw Nguenechen, de bondad y también de tragedia e injusticias. Así lo cree la "ülkantufe" (cantante) de esta Región que acaba de hacer historia al obtener una de las distinciones más relevantes de las artes del país. Desde su casa, junto al fogón, comenta la importancia del premio y lo que espera lograr con él.
Hay mucho que contar. Más para alguien que comenzó a hacer música desde muy pequeñita. Es una de las primeras acotaciones que hace la Premio Nacional de Música 2022, Elisa Avendaño Curaqueo, antes de responder cualquier pregunta. Y es que en su memoria hay imágenes muy vívidas que ayudan a entender su conexión con este arte, que también ha sido un sinuoso y enriquecedor camino.
Pensar en sus primeros recuerdos del canto mapuche la lleva a decir que lo fundacional fue el "tayil", el canto ceremonial al cual toda niña se sumaba apenas aprendía a caminar y, luego, están los juegos, los cantos que hacía jugando con otros niños.
"Recuerdo que después de un nguillatún hacíamos nuestra propia ceremonia. Cada niña y niño iba a su casa a sacar a escondidas un pedacito de lo que hubiera, una tortilla, queso o harina tostada, todo para armar nuestro nguillatún, y yo agarraba un tarrito vacío de sardinas para hacer un kultrún improvisado. Así comencé a cantar, jugando cuando niña", rememora esta artista mapuche.
Originaria de la comunidad Manuel Chavarría, comuna de Lautaro y habitante de Padre Las Casas hace 25 años, Elisa Avendaño recibe esta histórica distinción después de años de cumplir una labor social al servicio de numerosas comunidades durante los años 80 y después de difundir paulatinamente su canto desde escuelas rurales de La Araucanía hasta grandes escenarios internacionales.
Para esta cantante, partera, componedora de huesos y sanadora, lo que hace esta distinción es abrir una vitrina para mostrar su trabajo y su cultura, que proviene de un espacio en el que compartió nominación con figuras de la talla de Valentín Trujillo y Cecilia "La Incomparable", a quienes felicita y envía un "gran saludo" porque - como bien expresa - "la música en Chile se hace con mucho esfuerzo. A puro ñeque".
Y si de música se trata, la mapuche en lo particular, acota Elisa Avendaño, tiene muchas dimensiones debido a que está presente en las diferentes etapas de la vida. Acompaña un nacimiento y está también al momento de la muerte. Y cómo no, igual surge espontánea en el cotidiano. "De esto me acuerdo muy bien. Por ejemplo, de cuando mi mamá nos llevaba al río a lavarnos el pelo a mis hermanas y a mí. Ella iba cantando todo el trayecto, como advirtiéndole a los otros seres vivos y a la naturaleza que íbamos por ahí (…)", relata.
Aún sorprendida por el premio, del cual no jamás supo que estaba nominada, cuenta que si bien tiene una larga trayectoria, al igual que sus pares nominados este 2022, entiende que su música no ha tenido tantos seguidores, por ello considera valiosa la oportunidad de hacerla más visible y que llegue a otras audiencias.
"Hay muchas razones para entender por qué mi música no se conoce tanto. Así como quieren a los mapuche quieren a la música mapuche", precisa. "Por ello siento que esta premiación es una ventanilla que se puede abrir (…) y para mí es un orgullo que se pueda reconocer esta música que ha sido constante, porque como se dice: la constancia rompe rocas. A la gente que he llegado le hace sentido mi música y para mí el pueblo mapuche es lo que me importa, porque aquí va el idioma, van los sonidos y va un conocimiento enorme que es transversal a la sociedad mapuche".
Autora de álbumes musicales y libros, Elisa Avendaño es principalmente una creadora, porque que si bien tiene un par de recopilaciones lo suyo es traducir en canto lo que trae consigo por herencia y aquello que va ocurriendo en el presente. Bajo esta lógica, dice, una canción y un disco como "Wilipang" marcan un antes y un después en su arte.
"Después de ayudar a levantar y reorganizar 120 comunidades en plena dictatura con el apoyo de la iglesia y transformarlas en agrupaciones culturales, cuando llegamos al gobierno de Patricio Aylwin todas estas agrupaciones comienzan a desarmarse, algunos dirigentes se instalan en cargos y otros quedamos a la deriva. Es en este período en el que yo hago la música de Wilipang, la historia de un joven que muere asesinado. Y un día un dirigente me dice: hermana usted tiene que llevar esto a los escenarios. Ese dirigente fue Domingo Colicoy. Tal vez él no lo recuerde, pero eso me dio nuevas energías y seguí adelante", relata.
Hoy, Elisa Avendaño continúa creando. "Yo siempre canto - dice - y después escribo". Lo suyo es un canto que no se graba de un momento a otro en un estudio como pasa con la música popular. "Esta música - advierte - requiere concentración, estar conectada con los espíritus, con Chaw Nguenechen y llegar al máximo de lo que uno siente para entregar newen (energía) y conocimiento. Eso es lo que distingue a la música mapuche y por eso la llamamos música de la tierra o del newen".
Con la noticia aún fresca de su reconocimiento nacional, el cual se hará efectivo en una ceremonia que se informará oportunamente, esta artista siente hoy que la ventana que se abre es una gran oportunidad. "Con este premio yo llamo ahora a que nos conozcan no solo por lo malo que se habla del mapuche, sino lo bueno que también tenemos, cómo ayudamos a formar a las nuevas generaciones para llegar a obtener una sociedad más hermanable y justa, y ojalá - enfatiza - hablar de igual a igual en una mejor convivencia".
"Hay muchas razones para entender por qué mi música no se conoce tanto. Así como quieren a los mapuche quieren a la música mapuche. Por ello siento que esta premiación es una ventanilla que se puede abrir (…) y para mí es un orgullo que se pueda reconocer esta música que ha sido constante, porque como se dice: la constancia rompe rocas".