"Pinocho" renace de la mano de Guillermo del Toro
El director mexicano ambientó el clásico relato de Carlo Collodi como una fábula moral, que lanza sus dardos contra del totalitarismo y el fanatismo religioso.
Cuando el animador Norman Ferguson le pasó una copia de "Pinocho" a Walt Disney en el año 1937, sabía que para llegar hasta la gran pantalla sería necesario hacer cambios. Si bien la novela de Carlo Collodi -publicada por entregas entre 1881 y 1883- poseía un universo singular y un mensaje pensado para niños, también parecía una fuente de excentricidades y crueldad. Los guionistas, por ejemplo, le dieron cierto protagonismo a un grillo parlante (el famoso Pepe Grillo) que en el libro es asesinado por Pinocho con un martillo. Es solo uno de los tantos detalles de la operación de trasplante al cine de parte de una compañía -Disney-, que suavizó la oscuridad de la obra original con su mirada luminosa del mundo y el pincel estándar y característico de sus tiempos dorados. "Pinocho", estrenada en 1940, estableció los códigos que todos conocemos a la hora de hablar de la historia del niño de madera.
En 2019, el italiano Mateo Garrone ("Gomorra" y "Dogman") quiso combatir la corrección política de Disney a través de una versión protagonizada por actores de carne y hueso que vuelve a la lobreguez de Collodi. Lo que ahora hace Guillermo del Toro, sin embargo, va mucho más allá. Estrenada recientemente en Netflix, su "Pinocho" es, en primer lugar, un bello e impecable trabajo de artesanía en stop-motion y, en segundo lugar, un cuento político que usa el fascismo como contexto para denunciar los totalitarismos y los fanatismos religiosos.
El carpintero Gepetto vive en un pueblo de Italia junto a su hijo Carlo, un niño entusiasta que siempre lo acompaña al trabajo. Su última misión es restaurar un imponente Cristo que cuelga en una iglesia. Ese mismo día estalla la guerra. Un avión de guerra deja caer una bomba sobre el lugar para alivianar su carga y Carlo muere. Gepetto queda destrozado. No puede seguir viviendo sin él. Se emborracha todos los días. Hasta que decide tallar una réplica el niño. Entonces aparece el hada y el muñeco cobra vida.
Lo que sigue es un retrato social en torno a un personaje tan puro que el mundo quiere contaminarlo. Por un lado tenemos a un cura que ve a Pinocho como un producto del diablo; por otro lado, a un militar fascista que desea disciplinarlo para usarlo en la guerra. Y también está el dueño del circo, quien quiere hacer dinero a costa de su explotación. Del Toro disecciona los poderes de la sociedad y se atreve a introducir al mismísimo Benito Mussolini en un film que, por supuesto, no se agota en sus alegorías. El director se apropia de la novela de Collodi en varios aspectos. El mismo Pinocho es ahora uno de sus tantas criaturas con el corazón bien puesto. Si Disney lo diseñó con pulcritud y armonía, el mexicano lo construye ahora como un ser inacabado y esperpéntico que está en los márgenes de la sociedad. Gepetto, por su parte, es un anciano entrañable que le permite a Del Toro cavilar sobre la muerte y el paso del tiempo. Porque "Pinocho" es también una fábula taciturna que corona la aventura, el melodrama y la negrura con una reflexión luminosa sobre nuestro rol en el mundo.
Benicio del Toro construyó a "Pinocho" como un ser inacabado y esperpéntico que está en los márgenes de la sociedad.
En resumen
Se han realizado más de 20 adaptaciones de "Pinocho" para el cine. Disney tiene dos: su clásico de 1940 y una versión con actores -entre ellos, Tom Hanks-, que estrenó este año en su plataforma de streaming.
Por Andrés Nazarala
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