Hablar de violencia en la pareja sigue siendo un tema "de otros"
A pesar que es frecuente escuchar acerca de violencia de pareja, olvidamos que esta puede existir en cualquier tipo de vínculo amoroso y/o afectivo, por ende en esta columna también nos referimos a las relaciones de pololeo. Las manifestaciones de esta pueden ser de muchas formas: física, emocional, psicológica, económica o cibernética.
Los actos de violencia pueden ser evidentes o más solapados, como intentos frecuentes de aislamiento de la familia y amigos, insultos, humillaciones o críticas constantes, las cuales siempre tienen a la base un deseo de control y poder por sobre la pareja.
Las víctimas más frecuentes son mujeres y según datos de la OMS, 1 de cada 7 mujeres ha sufrido algún tipo de violencia en el último año, es decir, el 27% de la población femenina mundial entre los 15 y 49 años. Es importante señalar, que este dato puede variar según la percepción de violencia de quien la está viviendo o de las denuncias que hoy día se realizan, por lo que es probable que esta cifra sea aún mayor.
Pero ¿por qué volver a hablar de violencia en la pareja? Porque esta trae como resultado una serie de consecuencias emocionales negativas que provocan un daño psicológico, que en muchas ocasiones es permanente e irreparable, aún a pesar de recibir tratamiento. Dentro de las principales consecuencias están: baja autoestima, insatisfacción personal y con su género, la desconfianza a la hora de establecer relaciones interpersonales, ansiedad, estrés y depresión. Así como también trastornos alimentarios, tabaquismo y consumo de alcohol o drogas. En el caso específico de la violencia contra la mujer, la depresión y el estrés postraumático son cuadros clínicos asociados a graves consecuencias en la salud mental de las víctimas.
El aislamiento social es un fenómeno muy característico y frecuente, especialmente en los casos de violencia crónica y continuada, ya que ocurre una normalización de la violencia en la relación, ocasionando dependencia emocional de la víctima hacia quien perpetra la violencia. Una consecuencia psicológica de la violencia de pareja poco atendida es la desesperanza, la cual es considerada como un síndrome de renuncia y desamparo, donde la persona comienza a creer que no es capaz de hacer un cambio en su vida, la cual la inmoviliza para hacer cambios o tomar decisiones.
Por esta razón, la desesperanza es un factor que incide en la decisión de las personas violentadas de permanecer con su pareja, pues la víctima considera que no hay forma de evitar los malos tratos, por lo que se emplean mecanismos de minimización, negación y justificación para adaptarse a las circunstancias de abuso. Esto externamente puede considerarse erróneamente como que la víctima no quiere solucionar el problema, cuando en realidad solo existe escasez de recursos psicológicos y falta de apoyo para lograr salir del ciclo de violencia (fatiga emocional). Esto puede llevar finalmente a la desesperación e incluso al suicidio, en los casos más severos.
Para evitar ser parte de este círculo es fundamental prevenir desde la infancia, educando y promoviendo el buen trato en las relaciones interpersonales y/o vínculos afectivos que pueden incidir en las relaciones saludables de pareja en el futuro.
Fomentar la empatía y el respeto hacia el otro u otra es fundamental, enseñar a canalizar y reconocer de forma adecuada las emociones que pueden desencadenar en tolerar, aceptar o propiciar situaciones de violencia.
Si estás viviendo una situación de violencia puedes llamar al 1455, 149 o al 600 370 7777, donde puedes recibir ayuda oportuna y profesional.
*Dra. en Psicología Clínica y de la Salud. Instituto Estudios Psicológicos, Universidad Austral de Chile
Colaboradora Fundación OPA.