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Nueva Ley Tea

Es un gran paso para el país la normativa sobre el trastorno del espectro del autismo. Una de las metas es avanzar en el fomento de la detección temprana del TEA.
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Hace un mes fue publicada en el Diario Oficial la nueva Ley TEA (trastorno del espectro del autismo), que había sido aprobada en enero pasado tras la tramitación correspondiente en el Senado y la Cámara de Diputados.

Dentro de los objetivos de la normativa se pueden identificar el asegurar el derecho a la igualdad de oportunidades y resguardar la inclusión social de los niños, niñas, adolescentes y adultos con trastorno del espectro autista, eliminando cualquier forma de discriminación. Además, promover un abordaje integral de dichas personas en el ámbito social, de la salud y de la educación, todas áreas especialmente importantes para su desarrollo. Y por último, pero no menos importante, concientizar a la sociedad sobre esta temática, que a veces suele estar rodeada de prejuicios o escaso conocimiento, lo que sólo impulsa visiones erradas de lo que significa el concepto de neurodiversidad.

Dentro de los contenidos de la ley que es importante tener en consideración es que establece definiciones de conceptos que son de uso cotidiano, pero que no siempre se aplican correctamente. De esta forma, se define a una persona con TEA como aquella que presenta una diferencia o diversidad en el neurodesarrollo típico, lo que se manifiesta en dificultades significativas en la iniciación, reciprocidad y mantención de la interacción y comunicación social, al interactuar con los diferentes entornos.

En salud, una de las metas es avanzar en el fomento de la detección temprana del TEA, por lo que se promoverá el acceso a detección de señales de alerta de trastorno del espectro autista dentro de las prestaciones incluidas en el Plan de Salud Familiar.

Que la reciente ley asegure que el Estado proteja y respete sus derechos, así como también responda a sus necesidades, es una batalla ganada por quienes han sabido reconocer en la neurodiversidad a personas distintas e igualmente valiosas.

Resucitó y está Vivo. "¡Aleluya!"

La Pascua, es la fiesta de la remoción de las piedras.
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Alegrémonos pasó lo viejo, todo es nuevo" (2 Cor 5, 17). ¡Hoy se ha roto la muerte y rasgado los cielos para llenar de luz nueva la tierra!, así lo anuncia el Evangelio de San Juan 20,1-9, proclamado en la liturgia de este Domingo de Pascua de Resurrección.

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo a quien tanto quería Jesús, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".

Salieron Pedro y el otro discípulo, en camino hacia el sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro, vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; "vio y creyó". Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. (Juan 20, 1-9).

Decía bellamente el Papa Francisco: "A veces, la oscuridad de la noche parece que penetra en el alma; a veces pensamos: ya no hay nada más que hacer", y el corazón no encuentra más la fuerza de amar… Pero precisamente en aquella oscuridad Cristo enciende el fuego del amor de Dios: un resplandor rompe la oscuridad y anuncia un nuevo inicio. Nosotros sabemos que la noche es más noche y tiene más oscuridad antes de que comience la jornada. Pero, justamente, en aquella oscuridad está Cristo que vence y que enciende el fuego del amor. La piedra del dolor ha sido retirada dejando espacio a la esperanza. ¡He aquí el gran misterio de la Pascua! En este día santo, la Iglesia nos entrega la luz del Resucitado, para que en nosotros no exista el lamento de quien dice "ya no…", sino la esperanza de quien se abre a un presente lleno de futuro: Cristo ha vencido la muerte y nosotros con Él. (Catequesis del 1° de abril de 2015). Por tanto, Dios nos pide que miremos la vida como Él la mira, que siempre ve en cada uno de nosotros un núcleo de belleza imborrable. En el pecado, él ve hijos que hay que elevar de nuevo; en la muerte, hermanos para resucitar; en la desolación, corazones para consolar. Por tanto, la Pascua, es la fiesta de la remoción de las piedras. Dios quita las piedras más duras, contra las que se estrellan las esperanzas y las expectativas: la muerte, el pecado, el miedo, la mundanidad, la violencia, las guerras.

Nosotros, como Iglesia, estamos fundados en Él, e incluso cuando nos desanimamos, cuando sentimos la tentación de juzgarlo todo en base a nuestros fracasos, Él viene para hacerlo todo nuevo.

¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que está vivo?, dice el Evangelio de Lucas (24,5). Sólo se le puede encontrar en otra dimensión, distinta de la física, y esto es precisamente lo que constituye el sentido de la frase del relato del Evangelio de Juan, "el otro discípulo" que después de María Magdalena llegó con Pedro al sepulcro: "Vio y creyó". ¿Qué vio? Unas vendas y un sudario. ¿Qué creyó? Lo que Jesús ya les había anunciado antes de su muerte: que iba a resucitar.

Vivamos pues con gozo el acontecimiento de la Resurrección de Cristo, prenda de nuestra futura resurrección. Que la alegría propia de nuestra fe pascual irradie a nuestro alrededor como en aquel tiempo sucedió con las discípulas y los discípulos de Jesús, y por supuesto, como debió suceder con María santísima, sin duda la primera en experimentar la presencia de su Hijo resucitado. Les deseo: ¡Una Feliz Pascua de Resurrección!