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ños dejan de aprender a leer y comienzan a leer para aprender. Los textos a los que comienzan a acceder se pegan un salto en nivel de dificultad y eso hace que se retrasen un poco en sus habilidades lectoras porque empiezan a verse desafiados a una dificultad mayor. Ahora, ¿cuál es el gatillante de todo el movimiento que terminó en la RED? Que si comparas estos resultados con los que uno debiese esperar para niños de esa edad, lo que encontramos es muchísimo más bajo. En lexiles, se espera que los niños de primero básico lean entre 210 y 410. ¿Qué encontramos? Que leen menos de 20 lexiles. Eso realmente es un niño no lector. Lo mismo pasa en segundo. En primero y segundo no leen. Y después, en tercero y cuarto básico, los números ni siquiera alcanzan el nivel de primero básico. Es muy básico. Un ejemplo de texto de 120 lexiles es este: "La rana es naranja. La víbora es naranja". Eso es un texto que está leyendo un niño de cuarto básico de un colegio municipal, cuando debiera leer un texto más complejo, de varios párrafos, como los del Simce.

Estamos a años luz. Eso es lo que choca. Ya estaba muy bajo el nivel, pero este estudio viene a destapar una realidad en un momento muy oportuno, porque estábamos todos preocupados por la pandemia y vamos a poner en evidencia algo que sabíamos que estaba bastante mal. Otra de las cosas que llama harto la atención es que se cierran las brechas de género en lectura. Históricamente en el mundo a las niñas les va mejor que a los niños en lectura. ¿Por qué se redujo esta brecha? No es porque los niños mejoraron, sino que las niñas empeoraron más que los niños. Uno podría especular que las niñas fueron más recargadas con tareas domésticas, o que se les resguardó menos su tiempo de estudio. Pero no está estudiado, es una pregunta por responder.

-¿Estamos muy atrasados en afrontar este problema respecto de otros países?

-La pandemia afectó a todos los países, eso es innegable. Lo vemos en Estados Unidos, en Europa y los países más desarrollados. Inevitablemente, lo que muestran las cifras, a medida que es más grande el periodo de cierre de las escuelas, más son los efectos en los aprendizajes.

-Y nosotros encabezamos el cierre en el mundo.

-Fuimos de los países que estuvieron más semanas con cierre de las escuelas y, dentro de Chile, las escuelas más vulnerables y de sectores económicos más bajos fueron las que estuvieron más tiempo cerradas que los más privilegiados. Entonces, uno dice que esto va a afectar la inequidad. Creo que estamos respondiendo bien, en la línea correcta, pero nos hemos demorado, ha sido como en cámara lenta. Nos hemos demorado en tomarle el peso a lo que implica este tsunami de aprendizaje. Es de grandes proporciones y no se soluciona con una política de un ministerio. Esto es una cosa que tiene que ser multisectorial, con financiamiento, con sentido de urgencia.

-¿Cuáles son los números en lectura de países desarrollados?

-Te diría que en los países más desarrollados uno podría esperar que un 20 o 30 por ciento de los niños van a quedar más atrás. Eso es dentro de lo esperable, como una curva de distribución normal. Un porcentaje de niños siempre van a ir más atrás, pero nunca jamás por sobre el 50%. Eso es muchísimo. Esta es una escala de otra magnitud.

-¿Y cómo se puede llegar a mejorar esto?

-Formamos siete mesas de trabajo en la Red y una está dedicada a las tutorías. Uno de los objetivos principales del trabajo de la Red es contribuir a cerrar esta brecha para los niños que han sido más afectados por la pandemia y ahí hay que hacer un programa de tutoría, que va de la mano de las políticas del ministerio y nosotros vemos cómo articular mejor el trabajo y apoyarlos en su tarea.

-¿Debemos estar preparados a que hay aprendizajes que simplemente se van a perder? ¿Hay que hacer esa pérdida?

-Pucha, encuentro que no podemos, no podemos asumir esa pérdida. Creo que hay que luchar hasta el final porque es demasiado el costo. Ahora, si bien es difícil, a medida que los niños van creciendo, obviamente vamos a arrastrar estos problemas. Es probable, es posible que no logremos superar esta brecha y vivir con las consecuencias de esto en el futuro. El Banco Mundial hace una estimación que es algo así como el 17 por ciento del PIB de las diferentes naciones afectadas por efecto de los aprendizajes perdidos post pandemia. Vamos a tener que vivir con algo de eso. Pero uno desde el mundo civil y público tiene el deber de luchar y contribuir para que ese costo que vamos a tener que pagar sea lo mínimo posible.

-¿Cómo se motiva a los niños para que lean? Hoy tienen muchos distractores.

-Lo más poderoso es un adulto significativo sentado a leer con un niño. Hay estudios que muestran que entre 10 a 15 minutos de lectura diaria aumentan los resultados después en los años de escolaridad y para el resto de la vida. Y tiene un efecto gigantesco, porque se forma un vínculo positivo en torno al libro, en torno a la experiencia de leer juntos que queda para el resto de la vida. Si doy una recomendación, es que los padres lean con los niños, que en los colegios lean cuentos en voz alta y que nosotros los adultos nos reencantemos con la lectura, porque uno no puede dar lo que no tiene.

-¿Hasta qué edad acompañarlos?

-Hasta que te aguanten, digo yo.

-¿Qué leer?

-Hay tanto libro lindo ahora, pero lo importante es el interés, en qué frecuencia anda, cuáles son sus intereses y buscar libros que estén acorde a ellos y acorde al nivel de dificultad, y no tener como miedo a no leer tan bien, o no sé qué. Una estrategia es que cuando lean, apuntar el texto siguiendo la lectura. Eso también tiene efectos que se ha visto que son muy provechosos en el aprendizaje de la lectura.

-¿En dispositivos o en el libro físico?

-Hay estudios que muestran que efectivamente la comprensión lectora es mejor en papel que en dispositivos electrónicos, lo que no quiere decir que hay que demonizar el aparato electrónico como un mecanismo de lectura. Si es la forma que tenemos, es mejor eso que nada, pero si tienen la opción de elegir, yo elegiría de todas maneras el papel. Además, el dispositivo tiene el riesgo de que te llega un WhatsApp y te vas para otro lado...

-¿Los niños están dispuestos a leer? ¿Les gusta?

-Cuando uno los motiva, sí. Tú ves niños en colegios donde se trabaja bien la lectura y hay experiencias muy bonitas. Hay niños muy entusiastas, que leen muy bien, se interesan. Hay niños de segundo básico que se han leído el Harry Potter completo... porque les apasiona y les entusiasmó y porque tuvieron a alguien que les motivó.

-¿Sirve obligar?

-(Suspira) Yo encuentro que tiene que ser por el lado del encantamiento, del convencimiento. Obligar los aprendizajes es como obligar a comer. Te pueden obligar, pero eso no hace a alguien que coma más balanceado. El aprendizaje tiene un componente emocional muy importante. Entonces, tiene que venir con un convencimiento, con querer, con una motivación. Tiene que ir de la mano. Tampoco sirve eso que hacen que todos los de un curso tienen que leer el mimo texto. Esa es una práctica súper obsoleta que se sigue usando en muchos colegios en Chile. Eso está demostrado que no tiene ni un efecto para la comprensión lectora, ningún beneficio; por el contrario, tiende a ser perjudicial.

-¿Que elijan ellos, entonces?

-Le das un abanico grande de opciones dentro de un rango de dificultad textual que esté adecuado a su habilidad lectora. Si te voy a dar algo muy difícil, te vas a aburrir, y si te doy algo muy fácil, también te vas a aburrir. Tiene que ser algo que esté adecuado al nivel de habilidad lectora y en el ámbito del interés de la persona. Piénsalo como adulto también. Ahora, eso de la lectura forzada puede ser, pero cuando estás intencionando una enseñanza de un texto mediado. Por ejemplo, en la Enseñanza Media uno leía "El Quijote", entero o unos capítulos, pero es mediado. Lo leías con la profesora de Literatura que te va mostrando las figuras literarias y lo vas conversando. Pero eso que se hace mucho de que vayan todo leyendo "El Mio Cid Campeador" y luego una prueba de comprensión no tiene ninguna lógica.

"Lama harto la atención que se cierran las brechas de género en lectura. Históricamente en el mundo a las niñas les va mejor que a los niños en lectura. ¿Por qué se redujo esta brecha? No es porque los niños mejoraron, sino que las niñas empeoraron más que los niños".

"Es posible que no logremos superar esta brecha y vivir con las consecuencias en el futuro. El Banco Mundial hace una estimación que es algo así como el 17% del PIB de las diferentes naciones afectadas por efecto de los aprendizajes perdidos post pandemia".

Columna

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Hechos aislados

Según datos recientes de la Subsecretaría de Prevención del Delito, entre 2021 y 2022 hubo un aumento de 44,6% en delitos de mayor connotación social. En tiempos prehistóricos (antes de la pandemia y el 18 de octubre) la alarma por la delincuencia en Chile se miraba con sospecha.

Un lanzazo en el centro, un macetero con marihuana en casa de un famoso o el robo de ruedas de autos suspendidos sobre ladrillos, no eran precisamente relevantes como para llenar noticieros centrales en horario prime. Incluso el hallazgo de organizaciones de droga, el atentado en la estación de metro Escuela Militar en 2014 o la quema de camiones en el sur eran vistas por años como "hechos aislados", no como indicadores de incubación de problemas complejos. Chile -se decía- no era un lugar de producción de droga, sino de "tránsito"; no había carteles, sino "consumidores ocasionales"; no existía crimen organizado, sino "grupos de violentistas". Todo parece excepcional hasta que se transforma en regular.

En la última encuesta CEP, un 60% opinó que la delincuencia está entre los tres principales problemas que debe solucionar el gobierno. Esta cifra tiene poca variación por tramos de edad, escolaridad, sexo o nivel socioeconómico. La experiencia es común a toda la población. El lanzazo en el centro continúa, pero hoy la experiencia es también la lluvia de balas entre bandas rivales, el pago de peajes para entrar al barrio propio, el silencio obligado ante el temor a represalias.

Según los datos de la Subsecretaría de Prevención del Delito son los robos los que más han aumentado. Considerando los tres principales (robo con violencia e intimidación, robo por sorpresa y en lugar no habitado), el incremento es de un 60% en promedio. Nunca hubo más sintonía entre percepción de la ciudadanía y aumento de la actividad delictual.

En los delitos de mayor connotación social, la Región de Tarapacá tiene la tasa más alta con 3.066 casos cada 100 mil habitantes; le siguen la de Antofagasta con 3.014 y la de Atacama con 2.900. En el sur, la Región del Biobío es la más alta tasa con 2.364 casos y luego Los Ríos con 2.336. La Metropolitana tiene 2.597, muy cerca del promedio nacional con 2.462 casos cada 100 mil habitantes.

Una de las primeras protestas por la delincuencia en el norte de Chile fue en el año 2021, una marcha que terminó con la quema de pertenencias de inmigrantes en la ciudad de Iquique. Un caso "excepcional". Desde ahí se sucedieron más marchas, paros, corte de caminos y cierre de aeropuertos. La masividad de la inmigración, la falta de respuestas institucionales inclusivas y la lentitud en la imposición del estado de derecho han hecho que lo excepcional sea regular.

La historia no es distinta en el sur. La primera quema de camiones se produjo en 1997. Otro caso "excepcional". Hoy el menú incluye atentados, robo de madera, ocupaciones ilegales y narcotráfico. En el norte y en el sur lo excepcional se volvió sistema, del que alegóricamente también forman parte los estados de excepción.

Con demasiada economía de pensamiento y alta generalización se atribuyen estos conflictos a los inmigrantes en el norte y a los mapuche en el sur. Pero en realidad ha sido la doctrina histórica de los "hechos aislados" la responsable. Casos como las violaciones a los derechos humanos en dictadura, la pedofilia en la Iglesia, la corrupción en instituciones públicas y las colusiones en el retail fueron también tratados como "hechos aislados" cuando emergieron. Con esa doctrina se renunció a ver que cada evento crítico inicial era indicador de un conflicto en formación. Entonces cuando los conflictos explotaron en la cara no quedó más que decir "no lo vimos venir".

Con la delincuencia sucedió lo mismo. Su complejidad actual excede las capacidades de manejo disponibles. Una ley no lo arregla. Solo una reforma profunda de las policías y un consenso real sobre el uso legítimo de la fuerza por parte del Estado podrían estar a la altura. Lamentablemente, para ello se necesita tiempo; tiempo que no tenemos. Un buen comienzo, en todo caso, podría ser arrancar con la abolición de la doctrina de los "hechos aislados" para todo el que no quiera ver.