Rumbo a la sostenibilidad del sistema
Como sociedad tenemos bastante claro que para la sobrevivencia de la especie humana requerimos una visión, cada vez más relevante, desde la sostenibilidad. Esto queda expresamente declarado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de Naciones Unidas, siendo extensibles no solo para el sector público y los gobiernos, sino también para las empresas privadas y nuestras relaciones en el contexto de los mercados y sistemas. Es así como, sin duda, el sistema de salud, que tiene un comportamiento de constante crecimiento de necesidades y costos, requiere repensarse siempre bajo el prisma de la eficiencia, tanto en recursos físicos como en servicios de los equipos de salud. Se debe privilegiar la costo-eficiencia por sobre el difuso horizonte de la novedad, que sin la correcta ponderación puede ser letal para las arcas fiscales.
Podemos mostrar esto con un ejemplo práctico, revisamos la Ley Ricarte Soto. Existen 29 medicamentos biológicos que están contemplados en esa normativa, de los cuales 6 cuentan con producto biosimilar disponible. Actualmente se están adquiriendo algunas unidades de 5 de esos biosimilares, los que son entregados a un porcentaje de pacientes. En tanto, el fármaco Etanercept no ha sido adquirido, aun teniendo 2 registros biosimilares vigentes.
Pensando así, que con el uso de biosimilares -que tendrían la misma calidad, seguridad y eficacia que los originales, y en muchos casos siendo producidos por las mismas empresas farmacéuticas y/o validados por las más altas autoridades regulatorias a nivel internacional- se pudiese producir un ahorro que equivale a siete cesfam, o a un porcentaje importante de nuestra Ley Ricarte Soto, no sólo representa "un ahorro", sino que otorga la posibilidad de "dar cobertura" y por qué no decirlo "calidad de vida" a mayor cantidad de personas.
Si queremos seguir pensando en sistemas de salud que sean sostenibles en el tiempo, los medicamentos biosimilares son claves para seguir soñando con una medicina del futuro al alcance del presente.
Jorge Cienfuegos Silva, presidente Colegio de Químicos Farmacéuticos
Obsesión constitucional
La élite política está sufriendo una obsesión compulsiva respecto al cambio de la Constitución que tiene a la población hastiada del tema y desconectada de sus representantes.
Este segundo proceso debería cerrarse en diciembre con el plebiscito de salida, sin embargo, antes de darle la opción a la ciudadanía de leer una propuesta de texto, ya estamos viendo cómo en la cocina política se habla de un tercer proceso para modificarla vía Congreso. Mi pregunta es, ¿con qué mandato?
Espero que la clase política esté a la altura de las circunstancias, vele por la estabilidad que tanto necesita el país, y legisle por las reales necesidades de la gente y no para algunos pocos que gritan más.
Christian Vásquez
El derecho a elegir en paz
No olvidemos que una de las ideas vencedoras en Chile, luego del anterior proceso constituyente y estallido social de por medio, ha sido la de la libertad de elegir el servicio que queremos. Ya sea en previsión social, en salud o educación, en cada encuesta, la ciudadanía muestra una clara preferencia a querer seguir eligiendo entre uno u otro proveedor.
Si bien, no hay que desconocer la clara necesidad de mejorar la calidad de la educación, reducir las listas de espera en salud y aumento de las jubilación de quienes más lo necesitan, esto no debe hacerse dejando de lado la importancia de que las personas elijan lo que creen más conveniente para su situación, creencias y contexto.
De aquí se desprende la relevancia de constitucionalizar la libertad de elegir en estas diferentes materias, no solo por su connotación ética y eficientista, sino también por ser una de las más importantes y transversales peticiones de la ciudadanía.
Gabriel Mora Peña