Quinquén
Cuentan las comunidades pewenche de Lonquimay que Quinquén significa 'lugar escondido' o 'escondite' en mapuzugun. Así lo traduce la gente antigua, recordando los tiempos de la guerra a los soldados chilenos y argentinos en la mal llamada "Pacificación de la Araucanía". Me lo confirmó años atrás el propio lonko Ricardo Meliñir, destacado dirigente que lideró en la década de 1990 la defensa del pewen o araucaria, árbol sagrado explotado de forma indiscriminada en el siglo XX por diversas sociedades madereras.
Y razón tiene el lonko. Quinquén, desde antiguo, fue lugar de escondite de familias mapuche que escapaban de la guerra y sus innumerables estragos. Así lo grafica el impactante testimonio recogido en 1901 por el etnólogo alemán Roberto Lehmann-Nitsche y que tiene a Quinquén como escenario. "Una vez me escapé, estuve a punto de que me atraparan los soldados en Galletué. Cerca de ese lago hay muchos piñones, allá fuimos a recolectarlos. Entonces divisé a los soldados. "¡Kayupi, allá vienen los winka!", le dije a mi hermano, "¡sube al caballo de inmediato!" le dije. Las balas llovían. Nos persiguieron y nos dispararon por la espalda. Entonces "¡no voy a morir!", dije. Al final nos salvamos", relató el indígena Nahuelpi al alemán.
Lugar de tránsito, refugio y escape permanente, la cordillera se transformó en prioridad número uno para los mandos militares chilenos tras la fundación de Temuco.
En palabras del historiador Tomás Guevara, "era necesario ir a buscar a los indios en sus últimos baluartes cordilleranos". Fue así como entre 1881 y 1883, bajo las órdenes del teniente coronel de la Guardia Nacional Martín Drouilly, tropas chilenas emprendieron diversas excursiones en dicho territorio. Drouilly era un ingeniero francés radicado en Chile que servía también en la milicia. Cartas geográficas de buena parte del país llevaban su firma, incluidos trabajos topográficos en la cordillera.
Años más tarde lo veremos en Angol y Temuco recibiendo colonos y atendiéndolos en sus necesidades como inspector general de Colonización. Las de Drouilly fueron expediciones militares que abarcaron desde Antuco hasta Icalma por el sur.
A su paso fue sembrando los fuertes militares de la línea del Alto Biobío que se complementaban con la línea del Allipén y los fuertes de Freire, Cunco y Llaima (actual Melipeuco). A juicio del francés, la cordillera permitía un refugio inexpugnable a los guerreros mapuche y sus familias. De allí sus esfuerzos por bloquear, a como diera lugar, los pasos en la cordillera y el contacto entre lonkos de ambos lados.
Lehmann-Nitsche, por su parte, arribó a la República Argentina en 1887, invitado por Francisco Moreno para hacerse cargo de la sección antropológica del Museo de la Plata. Doctorado en Ciencias Naturales, Medicina y Filosofía en la Universidad de Múnich, dictó también clases en la Universidad de Buenos Aires y en la Escuela Nacional de Bellas Artes.
A la par, se dedicó entre los años 1900 y 1926 al estudio del folclore, la cultura y la lengua de los mapuche, valiosos trabajos que hasta hoy se conservan en el Instituto Iberoamericano de Berlín.
Su archivo lo componen infinidad de textos manuscritos con testimonios de una treintena de mapuche de la época, fotografías y registros fonográficos que deben ser las grabaciones de ül (cantos), weupin (discursos), epew (cuentos) y nütram (conversaciones) más antiguos que se conozcan. Un verdadero tesoro de nuestra historia regional.