Cómo podremos guardar silencio ante semejante escenario, político, social y religioso. No hay quién levante la voz, ni denuncie tales acciones inmorales. Lo que vemos todos los días en los noticieros, no es otra cosa sino la nefasta y repudiable actitud con la que nuestros altos dignatarios políticos no sólo se soban las manos, sino que están dispuestos a seguir buscando soluciones para los más necesitados, sentados sobre una fortuna que ellos mismos se han asegurado previo a pensar primeramente en la necesidad de otros. Socialmente no existe un solo rincón de nuestro país en donde se ausente la desigualdad, la injusticia y la indolencia, porque es el sistema el que aparentemente de manera automática debiera de subsanar las urgencias más controversiales.
Y qué decir de nuestros líderes eclesiásticos, que han perdido la pasión por llorar por esta desgracia moral en la que nos encontramos. Muchos de los líderes espirituales se han enriquecido a costas de mentiras y un mensaje que difiere del mensaje de la cruz. Y lo digo con la fuerza de mi corazón y de la palabra, que es una absoluta inmoralidad quien se haga millonario predicando el nombre de Cristo.
De la misma manera que denuncio esa falta de sintonía de estos líderes espirituales con la palabra de Dios, denuncio también la gravedad de quienes se han hecho millonarios a costas de las necesidades de los más pobres. Esta es una problemática transversal, que no hace distinción entre lo político, lo social o lo religioso. Si tan sólo pudiéramos traer a la palestra la voz de Dios en lo tocante a la mala forma de hacer política, podemos decir que la Biblia dice en proverbios 29:2, "cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; mas cuando domina el impío, el pueblo gime." O si tuviéramos que apuntar el pensamiento de Dios sobre las desigualdades sociales, tendríamos que decir de la misma manera que en Proverbios 22:22-23 dice: "no robes al pobre, porque es pobre, ni quebrantes en la puerta al afligido; porque Jehová juzgará la causa de ellos, Y despojará el alma de aquellos que los despojaren".
Y si finalmente tuviéramos que dar a conocer la voluntad de Dios acerca de sus demandas para los líderes eclesiásticos, diríamos que Ezequiel 34:2-3 dice: "¡ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los pastores a los rebaños? coméis la grosura, y os vestís de la lana; la engordada degolláis, mas no apacentáis a las ovejas".
En la conclusión de mi mensaje, sólo diré que la constitución divina tiene implicancias sobre toda su creación. Usted y yo no somos la excepción.
Pastor presbítero Pablo Pinto Salamanca,
Consejo Regional de Pastores Evangélicos
de La Araucanía