La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha estimado que una buena parte de las mujeres sexualmente activas sufrirán cáncer de cuello uterino en algún momento de su vida. Por ello, con frecuencia se informa a la población sobre la importancia de que se efectúen en forma periódica controles ginecológicos, considerando que es la segunda causa de muerte por cáncer en mujeres mayores de 35 años, en todo el mundo.

Esta enfermedad es causada por el Virus del Papiloma Humano (VPH), que se contagia por contacto sexual. Desde 2014, el Ministerio de Salud de Chile incluyó dentro del Plan Nacional de Inmunización la vacuna contra el VPH en dos dosis, para niñas de cuarto y quinto básico en todos los colegios. Sin embargo, los estudios indican que los hombres trasmiten el virus, pudiendo ser portadores sin tener conocimiento de esta condición, por lo que se sugirió la vacuna también para los niños.

La aparición de este cáncer es más frecuente entre los 35 a 55 años, pero debido a que el tiempo entre la infección por VPH y el desarrollo de la patología es de veinte años en promedio, las personas con más riesgo de infectarse son las niñas y adolescentes. Por ello, se recomienda la vacunación a la edad más temprana posible.

La Sociedad Chilena de Obstetricia y Ginecología ha señalado que hay que establecer acciones de educación. De ahí la seriedad con la que los gobiernos han asumido este plan de inmunización. Por ello, recomienda la vacunación rutinaria para niñas de 9 a 17 años. Si no se ha recibido a esta edad, se aconseja la vacunación hasta los 26 años. También la entidad ha sugerido que las mujeres se realicen el test del VPH a partir de los 30 años, el Papanicolaou cada tres años, a partir de los 25 años, mantener una dieta equilibrada, evitar el sobrepeso, no fumar y usar preservativo durante las relaciones sexuales.

Hace 50 años era impensable que niños y niñas participaran en las conversaciones de los adultos, mucho menos en las decisiones de la familia. Tampoco se pedía su opinión acerca de las clases o el colegio, ni acerca de la mayoría de las cosas, aunque les afectaran. Los derechos de la niñez no solo no estaban en las legislaciones de los países; tampoco estaban en nuestra cultura, en nuestras costumbres. Ha sido un largo camino el que han recorrido las sociedades hacia la protección de la infancia. Hoy nuestro país cuenta con una ley sobre garantías y protección integral de los derechos de la niñez y adolescencia. Esta contempla, entre otras materias, un reconocimiento explícito de "la participación de los niños, niñas y adolescentes como eje fundamental para adecuar las políticas públicas a las necesidades reales que tienen".

Uno de los primeros pasos que dio Chile en esta senda ocurrió el 14 de agosto de 1990, cuando el Estado ratificó la Convención Internacional de los Derechos del niño, niña y adolescente. Este puede considerarse como el primer tratado universal y multilateral para considerarlos como sujetos de "derechos" y no sólo de protección. La Convención nace con la finalidad de que todas las personas menores de 18 años cuenten con una serie de derechos que deben ser ejecutados, considerados, llevados a la práctica y respetados por todos los estados que ratifiquen este instrumento internacional. Asimismo, la Convención establece que los derechos consignados son de cumplimiento obligatorio para todas las administraciones de turno y para todas las personas. Luego, en marzo de 2022, se promulgó la ley sobre garantías y protección integral de los derechos de la niñez y adolescencia, que instaló un sistema que reconoce a los niños, niñas y adolescentes como sujetos de derecho, basándose en el paradigma de generar acciones integrales para todo ellos.

No obstante, en materias de infancia y adolescencia el Estado de Chile tiene una tarea pendiente. La participación infantil y adolescente, en la práctica, carece de espacios para llevarla a cabo. Por ejemplo, la mayoría de los establecimientos educacionales (públicos, subvencionados y privados) no cuentan con mecanismos de participación de sus estudiantes y prevalece una mirada adultocéntrica, de manera que los adultos siguen tomando decisiones en torno a los niños desde una postura de poder.

Es necesario avanzar hacia una mirada intergeneracional que fomente la participación infantil y juvenil para que niñas, niños y adolescentes sean escuchados en los asuntos que les competen directamente tales como familia, escuela, consultorios, municipio, vivienda, sociedad en general e incluso las políticas públicas destinadas a su desarrollo y protección. Ello, además de incrementar su seguridad, permite afianzar valores sociales como la justicia, la solidaridad y la igualdad de derechos.

Agosto, mes en que conmemoramos el día de la niñez y de la juventud, es una nueva oportunidad para reflexionar sobre los espacios que estamos dando a las nuevas generaciones para ser parte de su futuro y construir en conjunto la convivencia social a la que aspiramos.

Hans Rosenkranz,

director ejecutivo de la Comunidad

de Organizaciones Solidarias