La irrupción de Internet en todo el mundo se transformó en un punto de inflexión para el ser humano, especialmente en términos de comunicaciones y relaciones con su entorno. Los cambios han sido tan profundos como vertiginosos, ya que el mundo virtual se ha instalado paralelamente a la vida real y física, cotidiana, tal como la conocemos.

Después del impulso en el uso de la tecnología que dejó la pandemia, teléfonos inteligentes, tablets y computadoras se han vuelto esenciales para la vida académica de los niños. De acuerdo con un informe de la empresa de seguridad informática Kaspersky, en Chile el 52% de los padres adquiere estos dispositivos con el objetivo de que puedan ser una herramienta de estudio para los niños. Sin embargo, esos dispositivos no siempre cumplen únicamente con los propósitos por los cuales fueron adquiridos, por lo que hay un crecimiento en la adopción de aplicaciones de control parental, para prevenir que los niños accedan a sitios inconvenientes.

En Chile hay más teléfonos celulares que personas y ahí se enfrentan las mayores complicaciones en el comportamiento de los niños, que se han hecho dependientes de los móviles y de las tecnologías en general, lo que ha reducido sus tiempos de estudio, ha afectado la atención, la concentración y se dificulta el aprendizaje. Algunos psiquiatras señalan que en el mundo hay una especie de "demencia digital", que afecta de preferencia a niños y jóvenes, tanto de forma cognitiva como emocional. Los adultos deben entender que la infancia es un período crítico en que los contenidos audiovisuales influyen tanto de manera positiva como negativa en su identidad, en sus conductas presentes y en su vida adulta.

En un mundo donde el cambio climático es una realidad ineludible, la agricultura enfrenta desafíos sin precedentes. Las intensas lluvias que han afectado la zona centro-sur del país, exacerbadas por patrones climáticos extremos, han provocado inundaciones y anegamientos en diferentes territorios destinados a la agricultura y producción de alimentos, lo que representa una amenaza creciente para nuestra seguridad alimentaria. En este contexto de adversidad, la ingeniería genética y la biotecnología emergen como herramientas esenciales para desarrollar cultivos que no solo sobrevivan, sino que prosperen en estas condiciones.

En el caso de la resistencia a inundaciones, los científicos ya han identificado genes que pueden activar mecanismos de tolerancia al estrés hídrico. Un ejemplo notable es el arroz "Sub1", una variedad genéticamente modificada para resistir hasta dos semanas bajo el agua sin pérdida significativa de rendimiento.

También se ha visto que las plantas utilizan la hormona etileno como señal para desencadenar reacciones de supervivencia bajo el agua. A su vez se ha demostrado que las enzimas que controlan la respuesta de una planta a niveles más bajos de oxígeno podrían contribuir a la resistencia a las inundaciones y anegamientos.

Para maximizar los beneficios de la ingeniería genética y la biotecnología en la agricultura, es crucial que las autoridades inviertan en investigación y desarrollo (I+D). Las inversiones en esta área no sólo impulsan la innovación tecnológica, sino que también generan beneficios económicos y sociales a largo plazo. El desarrollo de cultivos resistentes a las inundaciones es más que una solución técnica; es una estrategia vital para asegurar la sostenibilidad alimentaria y la estabilidad económica de las regiones vulnerables.

Las autoridades deben reconocer que el apoyo financiero a la investigación en ingeniería genética y biotecnología es una inversión en el futuro. Los recursos destinados a estos campos pueden traducirse en avances significativos que protejan la agricultura de los impactos del cambio climático, mejoren los rendimientos y fortalezcan la economía rural nacional. Al fomentar un entorno propicio para la investigación, el desarrollo y la implementación de tecnologías agrícolas avanzadas, las autoridades pueden garantizar que nuestras comunidades estén mejor preparadas para enfrentar los desafíos del mañana.

Miguel Ángel Sánchez,

director ejecutivo de ChileBio