Con el agua al cuello, después de tres derrotas consecutivas en la Premier League, el técnico Rúben Amorim tomó aire en su visita a Anfield, donde el Manchester United rescató un punto al empatar 2-2 con el Liverpool, incapaz de aprovechar el pinchazo del Arsenal para aumentar su ventaja en el liderato.
Desde 1979, Manchester United no acumulaba cuatro partidos seguidos perdidos y la figura del técnico Rúben Amorim, hasta hace unos meses un héroe en el Sporting de Lisboa, pasaba a ser la de un villano por tierras inglesas.
De hecho, el mal arranque de la etapa del portugués ensalzó la del técnico anterior, el interino Ruud van Nistelrooy, con mejores marcadores que su sucesor y con un aura más mítica por su gran pasado en los Diablos Rojos.
El caso es que el United tenía que sumar de cualquier manera. Fallar otra vez podía ser una losa muy pesada y por eso Amorim retocó su alineación respecto a su última derrota contra el Newcastle (0-2).
Y aunque al descanso se fueron en tablas, el dominio fue para el Liverpool. Pero, curiosamente, las ocasiones más claras fueron para el United. Amorim seguro que rezó en los vestuarios para no pagar caro en el segundo acto no haber aprovechado sus ocasiones. Pero todo podía pasar, la visita había dejado algún brote verde para sacar algo de Anfield.
Entonces, apareció Lisandro Martínez para golpear primero y hacer lo que no consiguieron sus compañeros de ataque: marcar. Justo tras el descanso, muy encima durante todo el partido de Salah, se anticipó al egipcio en el centro del campo para ceder la pelota a Bruno Fernandes. Con descaro se introdujo dentro del área, recibió un pase filtrado de su compañero y fusiló a Alisson.
Esa alegría que tanto necesitaba el United duró poco. Apenas siete minutos, los que transcurrieron entre el 52 y el 59, cuando Gakpo se encontró dentro del área con un pase filtrado de Gravenberch; sentó con un amague espectacular a Matthijs de Ligt y lanzó un disparo imparable para Onana.
Y precisamente, De Ligt, volvió a ser clave para el Liverpool, que se encontró con una mano clarísima del central neerlandés a un remate de Gakpo. Desde el VAR avisaron al árbitro Michael Oliver y Salah no falló desde los once metros con un disparo que llegó a tocar Onana.
El gol número 18 del egipcio con el que superó en la tabla de goleadores a Erling Haaland, ya fue una complicación para el United, pero no decisiva. No se vino abajo pese a que en un suspiro pasó de la felicidad del 0-1 a la ruina del 2-1. Tenía veinte minutos para empatar y lo consiguió por la misma grieta de siempre, la banda derecha del Liverpool.
En esa ocasión, fue Alejandro Garnacho quien entró por la zona de Alexander-Arnold. Llegó hasta la línea de fondo, mandó la pelota al corazón del área y Diallo marcó. El United estaba vivo. Amorim, también. Y aún había ambición en sus venas. Querían la victoria, no se arrugaron y se echaron hacia delante convirtiendo el duelo en un ida y vuelta.
Entonces, Onana se hizo grande para salvar un disparo de Conor Bradley y un cabezazo de Virgil Van Dijk. Allison tampoco se quedó atrás, porque frenó a Ugarte y en el 97, Harry Maguire, mandó el balón a las nubes con la portería vacía.
Al final, el marcador se quedó como estaba, un empate a dos que permitió tomar aire a Rúben Amorim y que evitó que el Liverpool aprovechara el pinchazo del Arsenal. Las distancias arriba se mantienen y el líder sigue con seis puntos de ventaja sobre su máximo rival por el título.