"El buen carpintero mide dos veces, corta una". Cerciórense, observen, tomen nota, revisen, lean, pongan atención, sean curiosos, analicen críticamente, ¡escuchen!, y luego, solo luego…. digan, hablen, escriban, opinen.
Escuchen, escuchemos, luego hablemos. No sean, no seamos atolondrados, no por acelerar nuestro juicio, nuestro comentario, nuestra opinión, nuestro parecer, tendremos la razón, o nos darán la razón.
Escuchar. ¿Qué es escuchar? 'Poner atención o aplicar el oído para oír [algo o a alguien]', ni más, ni menos. Entonces, escuchar implica voluntariedad, intención, disposición, y así se diferencia de oír, que es ni más ni menos que 'percibir por el oído [un sonido] o lo que [alguien] dice'. Es decir, oír tiene un significado más general que escuchar.
Aclarado esto. No pocas son las escenas bochornosas o parecidas en el último tiempo, que hacen pasar más de un mal rato a personas que se adelantan a expresar, a decir, a responder, cuando lo recomendable, incluso protocolarmente, o aplicándonos a un buen manual de cortesía no más, es contenernos, esperar el turno o callar. En tal caso, es, era preferible mentar, pensar, reflexionar, y luego, solo luego, hablar, decir, opinar.
Y escuchar, también implica en otro escenario, estudiar, documentarse, revisar los antecedentes, o escuchar una eventual contraparte, y todo ello implica voluntad, disposición, interés. ¿Qué cuesta hoy documentarse, ir a la fuente de información? Ahora, hacerlo, significa contar con un dispositivo (teléfono inteligente, computador portátil o fijo) que nos acerque a un buscador de información y así lleguemos a fuentes fiables, confiables, ojalá a la primera fuente, y no esa o aquellas que ya han recorrido el boca a boca, y viene tergiversada. Eso, todo eso, en el escenario de búsqueda de información en la red de redes. Escuchar aquí es equivalente a informarse, documentarse.
Y no es tan diferente en escenarios vivos. En un diálogo, conversación, entrevista, debate, panel, es aconsejable escuchar con atención, de manera concentrada, recibir el mensaje, aprehenderlo, interpretarlo y, luego, solo luego, intervenir, decir, expresar su pensamiento, su conocimiento, sus ideas, respecto de lo señalado, consultado o tratado. Si tenemos coincidencias, bien; si la coincidencia es menor, bien; si no hay coincidencia, sincerar la respuesta de manera comedida, de modo prudente. Si no tenemos seguridad, si no estamos muy convencidos, si no conocemos la respuesta, es mejor, mucho mejor, no mentar, no contestar, no rebatir, no responder, no decir.
El simple acto de escuchar nos indicará también en qué escenario estamos, cuál es el entorno, y así dimensionaremos si el decir, el hablar, es también un acto de réplica bien sopesado.
La invitación, entonces, es no atreverse a decir, solo por decir; la invitación es no retrucar, solo por retrucar, pues no pocas veces ello deriva en polémica, trifulca, disputa o enojo. ¡Ah!, y atención, guardar silencio no es conceder, no es recular.
Escuchen, escuchemos, antes.
Raúl Caamaño Matamala,
profesor Universidad Católica de Temuco