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esquina a otra. Se respira el orden. Yo diría que los valores que más se aprenden acá son la disciplina, el compromiso, el respeto, el carácter, el compañerismo, el esfuerzo, la dedicación y el amor propio", relata el profe Garrido.

80%

Su taller es completamente liberado para sus estudiantes y dado sus resultados, muchos adultos le preguntan regularmente por qué no abre una experiencia para mayores de edad. Pero el técnico tiene claro su norte. Su grupo objetivo son los niños y adolescentes porque su deseo es ayudarlos a encontrar nuevas motivaciones y alejarlos de situaciones riesgosas.

Es tal el efecto positivo de esta experiencia que el 80% de sus pupilos ha elegido adoptar el boxeo como disciplina competitiva y ha convertido el taller en una suerte de semillero de nuevos púgiles para la Región. "Prácticamente, todos están inmersos en la competencia deportiva. Con el paso del tiempo han adoptado otro compromiso con el deporte. De aquí han salido chicos que hoy son boxeadores profesionales. Algunos tremendos. Por ejemplo, tenemos a Matías Retamal y a Mario Esparza (El Espartano)", detalla el orgulloso entrenador.

Si bien han recibido financiamiento vía proyectos, especialmente para la compra de guantes, explica Garrido, y cuentan con el apoyo y venia del alcalde Roberto Neira y del municipio local, la iniciativa permanece como un taller independiente y para solventar su vida, el profesor mantiene una academia particular (SBL Temuco), a la cual también llegan algunos de sus alumnos, mientras que otros, convencidos en que necesitan entrenar más para rendir en la competencia, se desplazan a los talleres de Amanecer o San Antonio para complementar sus capacidades.

En la actualidad, el taller de Pedro de Valdivia congrega a 50 niñas, niños y jóvenes, en San Antonio acuden otros 30 y en la nueva plaza recién abierta en Amanecer hay otros sesenta inscritos. Con esos números no es extraño saber que en siete años han pasado por esta experiencia deportiva y social cerca de 500 jóvenes deportistas; de los cuales cerca del 90% apuesta por la continuidad en la formación.

"Por lo menos tenemos éxito en un 90% o más. Esto es así porque le ponemos harto cariño a lo que hacemos. Ahora, las personas también se han dado cuenta de que realmente esto funciona, que hay etapas que cumplir, hay objetivos por delante. Los chicos y chicas van trazando sus propios objetivos. En ese proceso muchos eligen seguir el camino de la competencia deportiva e, incluso, se proponen ser deportistas profesionales, tener un trabajo, estudiar o ser buenos padres de familia. Siempre conversamos de esto. Diez minutos antes de terminar una clase nos damos un tiempo y conversamos de estos y otros temas", relata el profe Garrido; "más cuando en nuestro grupo de alumnos tenemos chicos que vienen de la institucionalidad pública, de Tierra de Esperanza o están cumpliendo alguna sanción".

ALUMNOS

Para los propios protagonistas de esta historia, la experiencia es simplemente una valiosa oportunidad de aprendizaje y un lugar que los hace sentirse apreciados.

Así lo cree Cristóbal Zapata, quien lleva casi seis años asistiendo al taller. "Este es un buen lugar para aprender disciplina y el valor de la perseverancia. Yo he aprendido caleta. El profe es muy bueno. Después de cada entrenamiento nos da unos consejitos que son de mucha ayuda. Yo cuando empecé era bien gordito y hoy me siento muy bien. En el aspecto salud esto también me ha ayudado muchísimo", confiesa.

No muy lejanos de Cristóbal está el parecer de Sofía Bezzaza. Con siete años en el taller, cuenta que este proyecto tiene muchas cosas buenas a destacar. "En mi experiencia - comenta Sofía - destacaría el aprendizaje del respeto a los demás, la disciplina y sobre todo, la motivación. Yo entreno desde los nueve años y siento que he aprendido mucho. Otra cosa, aquí valoramos mucho a nuestro profesor. Él es una persona solidaria. Siempre ha estado para nosotros y se le escucha cuando habla".

En este taller todo tiene sentido. El compromiso de su fundador no es casual. Su historia de vida se conecta con la de sus estudiantes, aunque desde un lugar distinto, marcado por el modo presente y comprometido de sus padres. "Yo también crecí en un barrio. Crecí en la Villa Pomona y gracias a Dios tuve unos padres muy presentes. Tuve esa suerte. Yo salía a jugar a la calle, pero llegado el momento me entraba porque después tenía que ir a entrenar. Lamentablemente, muchos de mis amigos terminaron mal. Muchos de mis alumnos no tienen esa suerte", pero trabajan a semana tras semana para torcerle la mano al destino, comenta el profesor.

Con guantes o sin guantes, Garrido y sus pupilos trabajan para hacer la diferencia y cambiar el futuro, a pesar a de los entornos complejos. Hoy - concuerdan - tienen la motivación para forjar nuevos y dignos caminos.