¡La paz esté con ustedes! Es el saludo de Cristo resucitado a sus discípulos desesperanzados, frustrados, tristes. Es el saludo que recordó e hizo Robert Prevost Martínez, hoy Papa León XIV, recién electo en su nuevo ministerio.
Es que la "paz" evoca una condición de armonía y bienestar sin igual, en todos los estados de relaciones humanas, incluyendo la relación con Dios y la naturaleza. Es un concepto que derrocha calidez, empatía y amor. Vivir y convivir en paz consiste en aceptar las diferencias y tener la capacidad de escuchar, reconocer, respetar y apreciar a los demás, así como vivir de forma pacífica y unida. La paz hace posible descansar, restaurar las fuerzas y recomenzar, despierta las posibilidades que poseemos hombres y mujeres y hace soñar, amplía el horizonte de las oportunidades que tenemos; la paz hace posible ver, darse cuenta, reconocer y alegrarse de la novedad. Abre caminos nuevos, imprevistos, nuevas rutas por recorrer.
Esta breve palabra paz, contiene más que tres letras, implica la construcción de una amalgama de valores: tolerancia, respeto, justicia, equidad, valoración, reconocimiento. Cuando en la historia de las sociedades o pueblos hay ausencia de estos valores o se trastocan por largos períodos, surgen las crisis y conflictos que destruyen sin compasión al más débil, generando resentimiento y venganza. Por eso, «la búsqueda del entendimiento para alcanzar la paz, es el anhelo de muchos en esta sociedad pluricultural denominada La Araucanía».
No basta con declararlo, hay que hacerse cargo de los cambios que implica, son condiciones valóricas, aparejada a la palabra paz, expresadas a modo de recomendaciones en el Informe de la «Comisión Presidencial para la Paz y el Entendimiento»: Reconocimiento constitucional y de derechos colectivos; interculturalidad como un principio de la diversidad cultural del país; reconocimiento a las formas propias de organización mapuche; revitalización cultural y lingüística; representación política y participación; reparación para las víctimas de actos de violencia, sean no mapuche o mapuche; órgano institucional responsable con alta jerarquía.
Hace más de 45 años la Iglesia Católica en el sur, representada por los obispos de Concepción, Los Ángeles, Temuco, Villarrica, Valdivia y Osorno, en una Carta Pastoral (1979), expresaron su anhelo de paz, reconociendo al pueblo mapuche como pre-existente y con una particular cultura, se llamó a los gobernantes a respetar la propiedad de la tierra indígena, «como algo inherente y determinante en su cultura», es decir, no solo valorada como medio de subsistencia, sino también por su valor religioso o espiritual, basado en su cosmovisión. Como otro signo de reconocimiento, la Iglesia propició y apoyó en sus primeros pasos la representación y participación social mapuche. Los obispos sucesores (Manuel Camilo Vial y Héctor Vargas) constantemente bregaron para generar condiciones de buen entendimiento, justicia y paz. Siguiendo a mis predecesores, me sumo llamando a los poderes del Estado para acoger y trabajar por aquello que hoy es necesario, con el fin de alcanzar relaciones armónicas y la paz en La Araucanía.
Cristo derramando su sangre nos ha reconciliado con Dios, donándonos la paz, pero es tarea nuestra acogerla, hacerla efectiva en las relaciones espirituales y sociales. Quien tiene fe en Cristo no puede permitir desentenderse de su vocación ni de la posibilidad cierta de lo que Dios nos promete en su palabra: «Yo hago nueva todas las cosas».
Jorge Concha Cayuqueo,
obispo de Temuco