Luego de un verano seco con ausencia total de precipitaciones en los primeros meses del año, el panorama en la Región de La Araucanía generó cierta incertidumbre, toda vez que la escasez de lluvia acrecentó un problema que desde hace años viene golpeando a la Región, y que es el de la falta de agua en las zonas rurales.

El problema, entonces, debió ser enfrentado de manera extraordinaria por los municipios y la Oficina Nacional de Emergencias con la contratación de camiones aljibe que entregaran el vital elemento a las familias de los sectores más apartados de los centros urbanos en prácticamente todas las comunas de la Región, donde incluso había escasez hasta de agua para consumo humano.

Ahora bien, durante los últimos meses el escenario ha sido diametralmente distinto, con semanas de intensa lluvia que a la fecha ya acumulan en Temuco 435,4 milímetros en lo que va del año, lo que es a todas luces una excelente noticia, pues ello supera los 420,3 milímetros que debieran caer en un año normal y muestra un 4 por ciento de superávit. Aunque aún se está bajo en comparación al año pasado, cuando a la misma fecha ya había caído la mitad de la lluvia total de un año normal, equivalente a 1.157,4 milímetros.

Pero qué pasa con toda el agua que por estos días se deja caer con intensidad sobre la Región y que además de ser vista como un problema ha generado aumento en el caudal de los ríos e incluso anegamientos en las calles de la mayor parte de las ciudades y localidades de La Araucanía. La respuesta es clara, luego de llegar a los ríos va a dar al mar, perdiéndose la oportunidad de acopiarla para enfrentar los meses más secos del año, que se sabe, vendrán con la inminencia del verano.

Urge, entonces, reposicionar en la agenda el tema de la construcción de microembalses que permitan acopiar este vital elemento, de manera de contar con agua suficiente para hacerle frente a la sequía que, se quiera o no, llegó para quedarse.

La sequía en la Región generó problemas en la agricultura. A nivel de pradera afectó la producción de forraje, la composición botánica, reduciendo el stand de plantas de las especies forrajeras y aumentando las malezas. Del forraje conservado para invierno, 50% ha sido consumido durante el verano y otoño, generando un déficit a considerar en el corto plazo. Entonces, ¿cómo lograr un equilibrio entre los requerimientos de los animales y la oferta de forraje en los sistemas pastoriles? Al analizar los cambios en los requerimientos de los animales, es más regular y predecible que los cambios en el suministro de forraje, pues éstos varían según el tipo de animal en crecimiento, estado fisiológico y nivel de producción esperado. Decisiones en el manejo del pastoreo tienen un gran impacto sobre la pradera y el animal. En condiciones de pastoreo el animal puede alterar la composición y calidad de la dieta, dependiendo de la intensidad y duración del pastoreo, el tiempo de descanso o intervalo entre pastoreo y su grado de preferencia. Es decir, cuando los animales compiten por forraje en condiciones intensivas de pastoreo pueden estar forzados a comer aquel de menor calidad, dando lugar a un fuerte descenso en la tasa de crecimiento, a medida que la presión de pastoreo (número de unidades de animales por unidad de forraje) aumenta. En caso de déficit hídrico, un pastoreo severo puede ser nefasto para la persistencia de la pradera.

Dada la gran estacionalidad en la producción de forraje, agudizada por el cambio climático, la recomendación es calcular con anticipación la demanda y la oferta de forraje de acuerdo a la superficie del predio y los recursos forrajeros. Este balance permite planificar la cantidad de animales posibles de mantener en el predio, considerando un período crítico de 150 a 180 días (sumando verano e invierno), dependiendo de la zona. Las alternativas van enfocadas a realizar un balance forrajero y al establecimiento de praderas de alto volumen, como siembra de ballicas anuales y bianuales, y el uso de cereales. Dentro de los forrajes suplementarios hay algunos que tienen más demanda de agua que otros, como los nabos y el maíz, en relación a cereales. Al respecto, INIA Carillanca está usando cereales como forraje suplementario, orientado a la producción de forraje invernal y ensilaje. Se recomienda el uso de mezclas de variedades de triticales como forraje invernal y posterior cosecha como grano, sin afectar mayormente su rendimiento.

Oriella Romero,