Hace unos días Alejandro Aravena, arquitecto chileno, tocó las nubes con la mano al ser galardonado con el premio Pritzkel también llamado "el Nobel de la arquitectura".
Pero, ¿cuál es el aporte que Aravena realizó para tocar cumbre y llevarse los aplausos del rubro a lo largo del globo? Tomó la vivienda social no solo como un fin en sí mismo, pensó la arquitectura como un servidor al impacto que provoca en las personas el lugar donde la vivienda se emplaza, cercana a los servicios y oportunidades que la ciudad y la sociedad ofrece. Convirtió los metros cuadrados en una herramienta de movilidad social.
Hoy, la vivienda social es algo interesante de evaluar. Según la CChC, el déficit habitacional en nuestro país bordea las 900.000 unidades, 420.000 de ellas son de carácter social. El Minvu cerró un 2015 con 108.770 viviendas en construcción, 92.084 nuevos subsidios que ayudaron a consolidar el Programa Extraordinario de Reactivación Económica e integración social que busca localizar de mejor forma estos proyectos y vincular en un mismo espacios personas de sectores medios y sectores vulnerables.
Iniciativa valiosa en el papel, sin embargo, me permito interpelarlos al trasfondo de lo que hoy se está buscando como medio de integración, movilidad y superación de la pobreza. ¿Estamos los chilenos preparados para recibir como vecinos a personas de un origen, nivel de ingresos y apariencia distinta a la nuestra?, después de todo lo que impulsó la segregación residencial y urbana es el mismo síntoma que hoy intentamos revertir, cada oveja con su pareja, cada quién en su lugar.
Hoy el urbanismo está dando clases de cómo pensar una ciudad como una comunidad y ordenar todas las comunidades que la integran en una red de cooperación que impulse al crecimiento de un país en su heterogeneidad, ese es el espíritu que Aravena persigue y al que todos deberíamos tributar.
Como Techo creemos que la mejor forma de disminuir la brecha y terminar con los 693 campamentos que aún existen, es siguiendo esta línea en que no solo se transforma el espacio urbano, sino también la cultura pasando de lo individual a lo comunitario.
Juan Carlos Concha, director regional Techo-Chile