El 2 de abril del 2012 marcó para siempre a la familia del sargento segundo de Carabineros, Hugo Albornoz, funcionario del Gope que murió tras recibir un impacto de bala en el cuello, en un allanamiento realizado en una comunidad en Ercilla. Pese a los esfuerzos desplegados por la policía y la Fiscalía, aún no hay condenados como responsables del crimen, que a todas luces va camino a la impunidad, ruta que se convierte en la más dolorosa de las travesías.
En los últimos meses las causas llamadas "Pacogate" y "Huracán", han golpeado duramente a la comunidad, principalmente porque hay funcionarios de Carabineros implicados. Un duro golpe a la credibilidad. Pero no se debe caer en el error de generalizar ciertas conductas en una de las instituciones más queridas. Son miles los funcionarios de Carabineros que todos los días se levantan con la noble intención de cumplir de forma correcta sus funciones, que es brindar seguridad a la comunidad y prevenir la ocurrencia de delitos.
Allí están los Carabineros que realizan labores preventivas en el tránsito, los que trabajan en los pasos fronterizos haciendo patria -muchas veces en condiciones hostiles y con la inclemencia del tiempo-, los funcionarios de infantería que recorren los sectores más transitados, etc..
Y muchos como el sargento segundo Albornoz, que se levantan en la mañana, se despiden de sus esposas, de sus hijos, para salir a la calle o a la zona donde sean destinados, porque no saben qué les deparará el día, porque no saben si durante la noche podrán volver a abrazar a sus seres queridos.
En las poblaciones -tanto en Santiago como en regiones- existe una guerra desatada, donde el tráfico de drogas gatilla los enfrentamientos en bandas rivales que se disputan la hegemonía, ser el "Napoleón del Caserío", como dice la canción de Calle 13. Y ahí están los carabineros, patrullando estos sectores, a veces con los medios necesarios, en otras, con puro corazón y agallas.
Las bandas de narcos, pandillas y la proliferación de armamentos de grueso calibre en las poblaciones, hacen difícil el control delictual, ya que los delincuentes no dudarán en utilizar el poder de fuego disponible contra los efectivos policiales, que día a día arriesgan sus vidas.
Dionisio Ulloa Abogado y magister en Derecho Penal