Misael Sánchez Echeverría
Sara Díaz es periodista y vive hace 20 años en Israel. Es judía y el proyecto de toda su vida fue conocer ese país, y allá partió, tras egresar de la Universidad de La Frontera, a comienzos del año 2000. Y si bien no pensaba quedarse tanto tiempo, tras algunos años en Medio Oriente viajó a Chile y estando acá solo deseaba volver al que ahora consideraba su segundo hogar. "Esta riqueza cultural e idiosincrasia que se crea a partir de la inmigración de los judíos de la diáspora, de todo el mundo, y no judíos que también se interesan por este país lleno de historia transversal a las religiones, es sin duda el punto que marca la pluralidad y diversidad que llama la atención y atrae".
Hoy reside en Baja Galilea, en la ciudad de Nof Hagalil, junto a Nazareth, un asentamiento histórico donde conviven judíos, árabes cristianos y musulmanes.
Además, comenta que en Israel la salud hoy es puesta a prueba al enfrentar la pandemia del coronavirus, que hasta ayer ya registraba más de 7 mil 500 contagiados y había cobrado la vida de 43 personas. Desde su hogar en Nof Hagalil, conversó con El Austral.
-¿De qué manera se vio alterada la vida en Israel a causa del coronavirus?
- El sábado 22 de febrero se encendieron las alarmas. Por ser un país muy turístico diariamente llegan miles de extranjeros. Sabíamos lo que estaba pasando en China, pero se veía de lejos. De un día para otro informan que una delegación de surcoreanos había regresado a su país y contaba a ocho personas contagiadas. El problema era que habían estado 15 días en Israel y lo recorrieron de norte a sur. Entonces, dieron detalles de los lugares que visitaron, para que quienes hubiesen estado en contacto entraran en aislamiento por 15 días. Ahí lo vimos muy cerca, ya que habían visitado varias iglesias de Nazareth. Con ello comenzó la preocupación y dos mil personas se fueron a encierro voluntario en sus hogares, con control del Ministerio de Salud. Cerraron inmediatamente la entrada a ciudadanos de Corea del Sur y al mismo tiempo comenzó a saberse lo que ocurría en Italia, con los primeros contagios y muertes. Todo cambió de un día a otro.
-¿Cuáles fueron las primeras medidas implementadas en Israel?
-Muchos israelíes que se encontraban de vacaciones en Europa y Asia comenzaron a regresar. Llegaron los primeros contagiados de Italia y se cerraron las fronteras con otros países. Luego se suspendieron las clases y empezó a sentirse que el coronavirus ya se había instalado en el país. Con ello vinieron los despidos y el cese de remuneraciones en el sector turístico y otros rubros. El funcionamiento laboral es de un 15 por ciento y de 30 mil cesantes pasamos a más de un millón, aunque con asistencia del subsidio de cesantía.
- ¿Qué acciones concretas tomó el gobierno para evitar el aumento de contagios?
- Se han tomado muchas medidas, pero insuficientes para pensar que se detendrá la pandemia. La cuarentena total se ha venido postergando, a pesar de las opiniones de médicos y expertos. Israel es un país pequeño y hay contagiados por todos lados, por lo que una cuarentena debe ser a nivel país. Lamentablemente, como en muchos otros lados, se privilegia cuidar la economía y no a la gente, a pesar que hay 7.500 contagiados y 43 muertos, más de 20 solo en la última semana.
- ¿Han decretado cuarentenas?
- Estamos en una cuarentena parcial. No se puede salir de casa, pero trabajos necesarios sí se pueden hacer. También se puede ir al supermercado, a la farmacia, a centros de salud, en casos urgentes, manteniendo una distancia de dos metros entre las personas. Los autobuses funcionan a un 25 por ciento de su capacidad y todos los espacios públicos están cerrados, con prohibición de reuniones, fiestas o celebraciones.
- Todos respetan estas normas?
-Lamentablemente no. Un 50 por ciento de los contagiados son ultraortodoxos, que no han obedecido las medidas y siguieron celebrando bodas, servicios religiosos numerosos, asistiendo a entierros en grupos de cientos, lo que llevó desde ayer a tener un mayor control en la ciudades de Jerusalén y Bnei Brak, mayoritariamente religiosas, comenzando a imponer multas en dinero o cárcel, dependiendo la situación. Hoy han salido soldados a las calles a apoyar a la policía en el control y cumplimiento de las nuevas reglas. Sin embargo, a pesar de las medidas, el número de contagiados ha ido aumentando.
- ¿Cómo observas lo que está ocurriendo en Temuco. Te comunicas con tu familia?
- Hablo con mi familia casi todos los días. Mis padres son adultos mayores, pero están bien, entendieron la situación y se encerraron en casa. Pero, lamentablemente, no estoy tranquila con la situación general del país. Creo que reaccionaron demasiado lento en el cierre de fronteras y el control de la gente que venía del exterior y esa era la puerta de entrada del virus, como ocurrió en casi todos los países de Europa.
-¿Te asusta lo que pudiera pasar en Chile?
-Me preocupa mucho la atención médica igualitaria para todos los enfermos, de todas las clases sociales allá en Chile, y que siendo un momento tan crítico para el país y el mundo entero, se luche por salvar una vida en desventaja de otra, por los distintos estratos sociales y económicos. Esto sería un pena muy grande que solo agregaría más sufrimiento y rabia a lo que ya viven muchos chilenos. Pero tengo la esperanza que haber decretado cierre total para las ciudades más afectadas ayudará a detener el rápido avance del virus y así no se llegue a una situación crítica que muchos prevén. La primera y creo única medida, es no salir de casa. Acatar esta orden es lo que puede salvar la vida de muchos. Es mi mensaje a mi Temuco querido y añorado.
los enfermos en Chile"
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"La primera y creo única medida, es no salir de casa. Acatar esta orden es lo que puede salvar la vida de muchos. Es mi mensaje a mi Temuco querido y añorado".