Carmen Huentecura es apoderada y auxiliar de aseo del establecimiento rural particular subvencionado de Padre Las Casas, San Vicente Dehuepille. Está el sector de Collahue, a 8 kilómetros del baipás, salida a Huichahue. Es multigrado y sus 14 docentes atienden a 82 niños de primero a octavo básico.
Dos de sus hijos, Francisco (8) y Camila (10), estudian en la escuela, una de las 58 comunidades educativas rurales de la comuna, con un 100% de vulnerabilidad, y donde solo el 10% de su matrícula (98% son mapuches) tiene computador con Internet. Esto es nueve niños de 82.
En la casa de Carmen, quien solo pudo llegar hasta octavo básico, no hay computador ni conexión a Internet. Y todo lo resuelven a través de WhatsApp cargando datos a un celular. Su marido, soldador de oficio, está cesante producto de la crisis sanitaria y aunque sale a buscar trabajo no ha encontrado.
"Aunque sea difícil de creer, mi casa está ubicada a unos metros de la escuela, donde sí hay Internet, pero yo no tengo acceso y tampoco tenemos computador. Para nosotros es más difícil, y como tampoco terminé mis estudios, no siempre puedo ayudar. En la escuela los profesores se han esforzado mucho para que los niños sigan aprendiendo y eso agradece. La meta con mi marido es lograr que nuestros hijos saquen el cuarto medio", asegura Huentecura.
La situación de este hogar rural es solo un botón de muestra de una realidad más bien generalizada con la que lucha la educación rural en la Región, y donde la brecha digital ha impactado con fuerza durante esta pandemia, quedando en evidencia que es una deuda educativa pendiente, más aun en un mundo globalizado e hiperconectado.
CARPETAS x PIZARRÓN
La educadora diferencial Úrsula Keller Puentes, coordinadora del Programa de Integración Escolar (PIE) de la escuela San Vicente Dehuepille es clara a la hora de hacerse cargo de la realidad a la que se enfrentan y con la que ella misma lucha desde hace 15 años de ejercicio profesional. "Aquí no hay tecnología. Solo cuadernos, lápices y muchas ganas de aprender", precisa de entrada.
Y como solo 9 alumnos tienen PC con Internet (programa becas TIC del Gobierno), Keller explica que han debido extremar los esfuerzos como cuerpo docente. De este modo, haciendo uso de la creatividad, ahora enseñan bajo la modalidad de carpetas individualizadas que son enviadas cada 15 días a los hogares con el material respectivo.
"En función de la carga horaria, en las carpetas se anexan guías de contenido y aprendizajes correspondientes a las asignaturas principales que prepara cada profesor. Y además se envía material de estimulación cognitiva para trabajar los procesos básicos de memoria, concentración y atención en los niños. Cuando las carpetas vuelven a la escuela, los profesores realizan la retroalimentación, y en base a eso se entregan nuevas carpetas", detalla la docente Keller.
Materializar esta metodología, en donde literalmente se cambia el pizarrón y el profesor por carpetas interactivas, según enfatiza Keller, requiere doblegar los esfuerzos del cuerpo docente y los niños también hacen lo propio. "Esta pandemia hizo que nos replanteáramos lo que podemos enseñar, porque no todo se puede hacer a través de una guía. Hay contenidos que quedarán pendientes para cuando se retomen las clases presenciales. Por ahora, somos un equipo, y todos remamos en función de la educación de los niños, por más difícil que sea esta nueva realidad", sentenció.
"Esta pandemia hizo que nos replanteáramos lo que podemos enseñar, porque no todo se puede hacer a través de una guía".
Úrsula Keller,, docente