Debemos recuperar el sentido comunitario
Es sabido que las sociedades modernas se sostienen en un complejo equilibrio que surge desde un cada vez más feble "pacto social", en cuya virtud el Estado y su legitimidad, dependen del respeto tácito de los ciudadanos al "sistema".
A su llegada a Chile, el ilustre intelectual, y uno de los humanistas más importantes de América, don Andrés Bello, señalaba en una de sus cartas enviadas a su natal Venezuela el año 1829: "El país prospera, el pueblo, aunque inmoral, es dócil". Así las cosas, podemos constatar que desde los albores de la República el Pacto Social implícito en la sociedad chilena ha sido que la clase dirigente hace crecer el país, permitiendo que el Estado se haga cargo de las necesidades más importantes de las personas, y así el pueblo respeta el orden social, permaneciendo dócil.
Es indudable que el paradigma de docilidad cambió con la primavera de 2019, pero luego de tres meses de Estado de Emergencia, y acercándonos recién al punto más alto de la curva de contagios del covid- 19, se ha creado un peligroso estado de aparente docilidad, que en realidad no es tal, es un espejismo, una especie de placebo que en cualquier minuto puede desaparecer, haciendo que la explosión sea aun más fuerte que la de octubre, producto de la ceguera de la clase dirigente, que pretende evitar sus propias penas a costa de seguir estrujando a los ciudadanos (alza en cuentas de servicios básicos, mala focalización de ayudas sociales, Congreso legislando a su media, etcétera), haciendo muy difícil el respeto tácito al sistema.
Para mirar al futuro con optimismo y paz social, debemos recuperar el sentido comunitario de la vida, entender que para salir adelante nos necesitamos todos, de manera colaborativa, estando el Estado al servicio de quienes más necesitan, para que todos tengan acceso al trabajo, a la salud y a la educación, independiente de si tiene o no dinero, independiente de si es laico o cristiano, totalmente independiente de su pensamiento u opción política, para así mantener el equilibrio que justifique el respeto tácito a un sistema que debemos reconstruir entre todos.
Debemos volver a creer en la dignidad del ser humano, elevándola como valor esencial. Debemos volver a practicar la empatía con el que sufre y entender que solo la unidad, lo comunitario, la solidaridad nos brindará del escudo y de la espada que necesitamos para luchar contra la injusticia, la desigualdad y la pobreza.
Alexis Pineda Ruiz
La enfermedad de los datos personales
El covid-19 y la creciente digitalización de la vida han hecho renacer el debate sobre la protección de datos personales. La discusión se remonta al 2008, cuyo último intento legislativo de 2017 -el más fructífero y completo-, se encuentra detenido hoy en el Congreso.
Es de conocimiento público que se está lejos de cumplir con los estándares internacionales de protección de derechos. En ese contexto, se busca resolver el problema urgente de la protección de datos de salud con una ley corta, como si las obligaciones de la normativa sanitaria y las facultades de la autoridad de salud no fueran suficientes.
La confidencialidad, la finalidad, la limitación en el tiempo, la seguridad y diligencia son temas ya regulados en la Ley de Datos de 1999 y en las normas de salud, por lo que reforzar el carácter de dato sensible a la información de salud y legislar solo para esa área no tiene sentido y no soluciona la "enfermedad" que aqueja a los datos personales en Chile: la falta de una autoridad supervisora sobre los regulados, públicos y privados.
Es cierto que las reglas de tratamiento de datos debe actualizarse y los derechos fortalecerse, pero el único remedio efectivo es despachar la reforma integral de los datos personales, no desviando esfuerzos con leyes que no son la cura de este largo mal que nos aqueja.
Romina Garrido, U. de Chile
El ejemplo de Dinamarca
Dinamarca es un ejemplo de vida para los ciudadanos: pandemia controlada con 593 fallecidos, desigualdad controlada. Qué bonito sería seguir el modelo Dinamarca donde el Estado se hace cargo del ciudadano común. Existe un impuesto alto para los ciudadanos de un 40 % pero existen garantías muy significativas, puntuales y lo mejor, una vida tranquila con protección del Estado con salud gratis, educación gratis, locomoción gratis.
En Chile vemos un capitalismo y egoísmo por parte de sus ciudadanos, endeudamiento, la salud es cara, Fonasa incompleta, educación mala, solamente estudian unos pocos. Los alumnos no cumplen con sus anhelos, muchos están sin trabajo, sin potencial en sus carreras.
Me gustó el modelo de un país chico, preparado, su gente muy bien atendida, un Estado protector, pero lo mejor, con gente honrada. Se paga, pero también se recibe. Felicitaciones Dinamarca.
Edmundo Paz Vega
Tiraje la chimenea
Finalmente la ley mandará a los cuarteles de invierno a alcaldes eternos (y a exalcaldes, candidatos al eterno retorno).
De muestra un botón: en Traiguén un antiguo exalcalde y siempre listo candidato a regresar, dejará la vía libre a nuevas opciones en su sector.
Tal vez sea la hora para una mujer honesta, preparada y experimentada.
¿Por qué no?
Rodrigo Hernando Díaz