La fuerza de los hechos ha ido socavando poco a poco el presidencialismo exacerbado en Chile, esto no constituye ninguna novedad. La medidas de perogrullo y de más sentido común, son las que se están imponiendo, una mezcla entre el Parlamento y la gente logró el retiro del 10% de la AFP y quién sabe si también lograrán imponer el impuesto al patrimonio o a los más ricos.
Pronto se acabará la exclusividad de apostar todas las fichas al cabeza de serie o al que encabeza las encuestas, el presidencialismo a concho ya está pasado de moda, ahora es tiempo de la política con lápiz y calculadora, pero con reflexión para la proyección del país en base a la sana confrontación de ideas políticas que cada sector sustenta.
Ya no da para más la "iluminación de las encuestas" y el todos apostando al pleno, que - como bien sabemos - se da muy a lo lejos. Muy por el contrario, es necesario trabajar y trabajar para lograr convencer a las huestes de que juntos siempre será mejor y se va a llegar más lejos.
Hemos transitado a lo largo de nuestra historia política de un extremo a otro, del verborreismo demagógico exacerbado de los 60/70, que llegó a su clímax con el desorden y caos total en la UP, al determinismo o extremismo economicista de imposición ordenadora de los 80/90 y post 2000, el péndulo en algún momento, debería tender al centro hacia una política orientadora y equilibrada que no sea puro bla bla ni se base sobremanera y solo en puras cifras macroeconómicas.
El desafío es cómo enfrentar el proceso que vivirá Chile como una oportunidad sobre la Constitución y sobre la experiencia en la pandemia, para partir con la mirada puesta en una nueva forma de entendernos, de relacionarnos en democracia, que no sea la de ladrarnos como muchas veces se escucha, especialmente en las redes sociales.
Y por lo pronto, enfoquemos la discusión en los temas relevantes, como, por ejemplo, que tan presidencial y que tan parlamentaria queremos nuestra Republica del siglo 21. Queremos que entre viento fresco, a airear nuestra convivencia, que se espesa con el lenguaje de los atrincherados, pero esto es bien distinto, a que unos quieran sacar a los otros con viento fresco.
Como lo expresara recientemente Nicolás Eyzaguirre en un vespertino capitalino tenemos un régimen político completamente disfuncional, el cual es indispensable cambiar "porque el actual hiperpresidencialismo polariza y evita los acuerdos, traba la posibilidad de actuar en común. Entonces, como las cosas no se hacen porque se traban, la ciudadanía cada día se distancia más de la política y cree que son un conjunto de personas que se dedican a pelear unos con otros". Seguir así no nos llevará a un buen destino.
En términos similares Silvia Eyzaguirre entrevistada en un matutino nacional, lo describía asi: "un régimen ultrapresidencialista con un Congreso proporcional no es coherente". Donde los últimos cambios políticos no aumentaron "la confianza de la ciudadanía; en cambio en conjunto con el voto voluntario incentivan el individualismo, la política clientelar, debilitan a los partidos políticos y aumentan la fragmentación, dificultando los acuerdos y afectando la gobernabilidad". Más claro echarle agua, los Eyzaguirre, desde distintos flancos dan en el clavo y estos son los temas en los cuales nos debieramos enfrascar ahora y con mayor dedicción a partir del 25 de octubre.
"El desafío es cómo enfrentar el proceso que vivirá Chile como una oportunidad sobre la Constitución y sobre la experiencia en la pandemia, para partir con la mirada puesta en una nueva forma de (...) relacionarnos en democracia"