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Víctimas de atentados: "hemos normalizado una situación que es lamentable"

Dos conductores de camiones y dos empresarios de Malleco y Cautín que han experimentado el fuego y las balaceras a manos de encapuchados, concuerdan en que la violencia debe terminar. Cuando la incertidumbre y la inseguridad son pan de cada día para una buena parte del sector productivo de la Región, estas cuatro voces coinciden también en el hecho de "no entender" por qué han pasado a ser números de una oscura estadística que solo produce daño.
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La reciente destrucción de 17 máquinas de trabajo que afecta a la empresa Áridos Maquehue y el comentado ataque nocturno a un camión en la ruta que une a Angol y Collipulli, en el cual una niña de nueve años resulta herida, son solo dos de los centenares de ataques incendiarios que forman parte de la triste estadística de atentados que cruza a La Araucanía de norte a sur, un registro que se activa el 1 de diciembre de 1997, en Lumaco, y que aún parece no tener freno.

El común denominador de estas historias reales es que se trata de personas que no comprenden por qué terminan siendo un número más dentro de una cadena de hechos delictivos, muchas veces rotulados como actos de terrorismo o expresiones de radicalidad.

Para dos conductores de camión y dos empresarios víctimas de estos hechos de violencia en La Araucanía en los últimos cinco años, la gran pregunta es ¿por qué nosotros?

Todos concuerdan en sentirse atrapados en medio de una pugna en la que no saben interpretar cuál es su rol.

Extrañeza, tristeza, preocupación, inseguridad e incertidumbre son parte de las sensaciones que vierten a la hora de relatar sus experiencias y expresar sus impresiones por lo que ocurre.

¿QUÉ SEGURIDAD?

Más tranquilo y alejado del revuelo mediático que generó el ataque y atentado incendiario del que fue víctima junto a su familia la noche del 22 de agosto, el conductor osornino Alejandro Peña, recuerda con claridad la situación que hoy mantiene a su hija de 9 años internada en el Hospital Hernán Henríquez Aravena de Temuco.

Esa noche, los tres venían de regreso a Osorno desde Coronel con una carga de cemento por la ruta que une a Angol con Collipulli, cuando de pronto ven una barricada en la ruta por lo que comienzan a reducir la velocidad. En eso está Peña cuando un colega que estaba delante suyo en otro camión le grita que los están atacando. "Él pudo devolverse, pero yo andaba con rampa, eso me complicó. No había forma de virar", precisa.

A partir de ahí la historia se complica. "Lo que hicieron estos tipos fue disparar directo a la cabina (…). Gracias a Dios los vidrios resistieron un rato, hasta que los quebraron. Uno de esos disparos llegó a la espalda de mi hija (…). Cuando se quiebran los vidrios le gritamos un montón de veces que había una niña a bordo, que pararan para que pudiéramos bajar y aun así siguieron disparando", recuerda el chofer.

Esa noche les abren las