Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Opinión
  • Actualidad general
  • Deportes
  • Cartelera y Tv
  • Clasificados
  • Espectáculos
  • Contraportada

(viene de la página anterior)

E-mail Compartir

puertas del camión, los apuntan con armas de fuego y luego de una tensa discusión para defender a la pequeña, les piden que se alejen del lugar y los encapuchados prenden fuego a la máquina.

"A su edad, mi hija fue bastante valiente, bastante madura. Se contuvo harto", recuerda este conductor que asegura que esto no lo alejará de su trabajo, sin embargo, hoy dice estar concentrado única y exclusivamente en la salud de su hija, todo lo demás ha pasado a segundo plano.

"Yo me he topado con muchas barricadas en las rutas e incluso con colegas que han pasado por cosas peores que yo. La gente se olvida - dice -, pero este año quemaron a un colega adentro de su camión. Entonces no sé, ¿qué seguridad tenemos en ruta? Ninguna", comenta este trabajador del transporte, que hace poco recalcó, además: "necesitamos que esta situación termine".

A PLENA LUZ

Curiosamente, esa misma expresión pronunciaba hace tres años el también chofer de camiones angolino, José Luis Oñate, cuando recordaba la experiencia que vive el 30 de enero de 2016, junto a otro colega, fecha en que se convierte en víctima de un atentado de similares características, aunque a plena luz del día.

Oñate está a bordo del camión en el Fundo Arratia, propiedad de Forestal Arauco, en el sector Pidima, a la espera de emprender un viaje rumbo a Nacimiento para dejar una carga de astillas para combustible, cuando de pronto siente un disparo que da al parabrisas. Por reacción se agacha y cuando se incorpora hay tres sujetos apuntándolo con armas. Estos le exigen que descienda, que se arroje al suelo y, luego, lo obligan a correr hacia el bosque.

De aquella vez, solo recuerda que siente un estruendo que lo deja aturdido y desorientado. "Estuve deambulando me imagino, porque cuando vuelvo a entrar en razón tenía los pantalones manchados con ceniza producto de una quema que había habido en el sector y cuando vuelvo al camino me topo con otro compañero y lo abrazo. Él llora en mis brazos", relata este conductor con más de 30 años de experiencia que en 2017 decide que no trabajará más para forestales producto del chocante episodio. Para entonces, y luego de meses de medicamentos ingeridos para poder dormir, solo le quedan un par preguntas: "¿qué culpa tiene un simple trabajador como yo? ¿Qué culpa tiene el empresario que le da trabajo a la gente que necesita ingresos?".

"EXTRAÑO"

Uno de esos empresarios que da trabajo a vecinos de la comuna de Padre Las Casas, es Gonzalo Pizarro, gerente comercial de Empresas Pizarro y miembro de un grupo familiar de esfuerzo, que el 5 de agosto de este año debuta, lamentablemente, en esta oscura estadística, y protagoniza uno de los atentados más grandes ocurridos en lo que va de 2020 en La Araucanía.

Diecisiete máquinas (16 camiones y una excavadora), oficinas y el casino de la planta Áridos Maquehue son objeto de un ataque incendiario que deja a cincuenta personas, a cincuenta familias sin sustento de un día para otro.

Transcurridas más de tres semanas desde el hecho, Gonzalo Pizarro se confiesa. "Siendo bien honesto, la verdad este es un episodio negro que requiere una vuelta de página para seguir funcionando (…). Hoy nos estamos rearmando porque tomamos la decisión de seguir operando por la gente. Por supuesto, hay compromisos comerciales, hay que sacarle punta al lápiz, uno no puede dejar de pensar en eso, pero como empresarios tenemos que pensar que la vida sigue y no seguir llorando".

Viendo el tema desde arriba, muy por encima de lo que les pasó a ellos, Pizarro estima que la Región y el país están una situación muy complicada. "El problema es que hemos normalizado una situación que es lamentable. Esa es la sensación que queda después de lo ocurrido".

Tal como lo dijo 24 horas después del atentado, este empresario lamenta que una empresa fundada en 1985 por su padre, Enrique Pizarro Wolf, haya resultado tan dañada como resultó, pero lo que más lamenta es la reacción de sus colaboradores, 70% de ellos vecinos de Rapa Maquehue, que al día siguiente estaban allí, incrédulos, con incertidumbre, y que durante estos días han trabajado en la limpieza del lugar porque lo único que quieren es volver a tener trabajo.

Con la mirada que da el paso de los días, el ejecutivo confiesa lo "extraño" que le resulta ser víctima de un atentado considerando la buena vecindad que tenía con su entorno y "más cuando a nosotros ni siquiera nos habían tirado ni un pelotazo a una ventana, menos nos habían lanzado amenazas antes, nada, absolutamente nada. Es extraño en esos términos. Y pasa esto es que es tan fuerte", acota.

Pizarro recuerda siempre ha convivido con sus vecinos para quienes la empresa ha hecho trabajos gratuitos, ha colaborado con la construcción de canales de regadío y tiene a disposición una micro que transita entre el sector y el centro de Temuco.

Lo único en lo que repara es que siempre son mencionados en las polémicas por la extracción de material del río, pero explica que hace dos años solo extraen material de la cantera que hay dentro del sitio donde operan, y que lamentablemente por ser una empresa formal, a veces, son señalados por la extracción ilegal que protagonizan otros. Eso genera confusión. "Por toda esta situación nos parece extraño todo, no entendemos lo ocurrido", recalca.

Bajo la opinión personal de que muchas víctimas de atentados están solos con su suerte, Gonzalo Pizarro ve "cero futuro" a la investigación en torno al caso, muy a pesar de que se cumplieron los protocolos de rigor. "Es cosa de levantar la cabeza y ver lo que está pasando para pensar que no habrá resultados. No tenemos esperanza alguna que vayan a encontrar a alguien. Y eso es lo triste, la normalización de lo que pasa. Así que nos estamos organizando solos, aunque siempre se va a agradecer la buena voluntad de quienes quieren apoyar", agrega.

Sin etiquetar a nadie como eventuales responsables, la única preocupación de este empresario es que una situación que creía radicada en la zona norte de la Región ahora comienza a expresarse con mayor frecuencia en la zona sur del territorio de La Araucanía. "Preocupa que esto se ha extrapolado a la zona sur de la Región, que antes era más extraño. Esa normalidad de los atentados era en la zona norte y ahora se está empezando a ver afectada esta otra parte. Eso produce incertidumbre y terror de operar", opina.

"NO VEO RAZÓN"

A metros de otros colegas y conductores que se han instalado en la ruta que une a Angol con Renaico, para sumarse al paro nacional de camioneros, Héctor Rodríguez, empresario del transporte de la capital de Malleco, es una de las víctimas de los hechos violentos que han marcado la agenda noticiosa 2020 en el sur de Chile.

A comienzos de mayo de este año, el atentado que lo remece involucra a cuatro de sus camiones y afecta especialmente a uno de los conductores que los guiaban. Esto ocurre en las cercanías del peaje Las Maicas, a pocos kilómetros de Mulchén.

"Fue a las 7 de la mañana", recuerda Rodríguez, quien reconoce es la primera vez que sufre un ataque incendiario. "Me quemaron tres y balearon uno más, ese último se escapó del fuego porque el conductor se hizo el muerto. Ese camión recibió múltiples disparos, pero se salvó. Un grupo de encapuchados se baja de una camioneta ese día y encañona a los cuatro conductores", recuerda el dueño de los vehículos y jefe de los choferes.

Los conductores lo llaman a 10 minutos de ocurrido el hecho. "Recibir un llamado así es pésimo - comenta -, pésimo porque con esfuerzo das empleo y que vengan y quemen tu herramienta de trabajo es muy desagradable. Uno se siente víctima de un problema en el cual no tiene mucho que ver. Hoy no tenemos protección, no tenemos seguridad", acota.

"No le encuentro sentido a todo esto", enfatiza Rodríguez, quien se pregunta: "¿qué culpa tenemos los camioneros o los transportistas? Si hubiera alguna razón diría sí, pero no veo nada. Ellos tienen que hablar con el gobierno, nada más. Nosotros aquí somos la mortadela del sándwich".

Son las historias y es el sentir de quienes se han visto envueltos en un conflicto que tiene a protagonistas que se ocultan en el anonimato, que atentan contra bienes del sector empleador y trabajador, y que generan cuestionamientos acerca del rol de las instituciones políticas y de seguridad. La demanda unánime entre las víctimas es que esto deje de normalizarse y se encuentre una vía para detener el daño y la incertidumbre, y que el humo no sea lo último que vean en el horizonte.

"Yo me he topado con muchas barricadas en las rutas e incluso con colegas que han pasado por cosas peores que yo. La gente se olvida, pero este año quemaron a un colega adentro de su camión. Entonces no sé, ¿qué seguridad tenemos en ruta? Ninguna".

Alejandro Peña, conductor de camión.

"¿Qué culpa tiene un simple trabajador como yo? ¿Qué culpa tiene el empresario que le da trabajo a la gente que necesita ingresos?".

José Luis Oñate, conductor de camión.

"El problema es que hemos normalizado una situación que es lamentable. Esa es la sensación que queda después de lo ocurrido".

Gonzalo Pizarro, gerente comercial de Empresas Pizarro.

"No le encuentro sentido a todo esto, porque ¿qué culpa tenemos los camioneros o los transportistas? Si hubiera alguna razón diría sí, pero no veo nada. Ellos tienen que hablar con el gobierno, nada más. Nosotros aquí somos la mortadela del sándwich".

Héctor Rodríguez, transportista de Angol.