Dentro de las múltiples variables que se dan a diario en la lucha para controlar el avance del covid-19, un aspecto que debe ser corregido es la detección oportuna de la infección, en el entendido que mientras antes se pesquisa, mejor es la evolución del paciente y se mejora la trazabilidad, con lo que se hacen los aislamientos a tiempo y se evitan más contagios.

Y en ese sentido, la labor que debe desarrollar la propia comunidad, además de velar por el cumplimiento de los protocolos sanitarios comunicados por la autoridad, debe ir en línea con aprender a identificar los síntomas de la enfermedad, de manera de acudir a un recinto asistencial de forma oportuna.

Ello porque se ha detectado que en La Araucanía un 30% de los pacientes covid positivos está consultando de manera tardía, pese a tener síntomas claros de una infección respiratoria como son fiebre, tos, cefalea y dolor muscular.

Una consulta oportuna es aquella que se realiza en las primeras 48 horas desde el inicio de los signos de alerta de un posible cuadro de coronavirus, y es en ese lapso en el que se debe acudir a un centro asistencial para someterse al examen de laboratorio respectivo que confirmará o descartará la presencia del virus.

La importancia de esto radica en que si la consulta sobrepasa ese lapso, el pronóstico del cuadro clínico puede llegar a complicarse y además de dificultar la trazabilidad y el aislamiento respectivo para evitar la propagación de los contagios.

Por ello, se hace necesario insistir en los cuidados para evitar los contagios, como el uso de la mascarilla, el distanciamiento físico y el lavado frecuente de manos con jabón o bien el uso de alcohol gel, además, claro está, de consultar oportunamente ante la aparición de algunos de los síntomas de la infección. De ello dependerá mantener cierto control del avance de una pandemia que en La Araucanía lleva más de 20 mil contagios y ha cobrado la vida de más de 270 personas.

Escribir una columna semanal es una delicada responsabilidad, sobre todo cuando se buscan temas reales que interesen la dermis sensitiva del lector.

La semana que recién pasó un estimado amigo que conocí en mi larga vida pública, concurrió a La Moneda, el lugar donde algunos dicen que mucho se sufre, a presentar un Proyecto de Ley que permitiría proporcionar una ayuda económica a los miles de abnegados cuidadores que en sus casas prodigan atención a seres queridos, esposos, hijos, hermanos que sufren enfermedades invalidantes de por vida.

Para fundamentar el realismo de estas historias no consideradas quiero narrarles brevemente dos que me tocó conocer: en una visita a la ciudad de Arica conocí el hogar de un profesor que junto con presentarme a su cónyuge, lo hizo con un niño de unos 15 años que reflejaba en su rostro los signos del Síndrome de Down. En un momento me dijo algo que no he olvidado: "Nunca nos cansamos de agradecer a Dios por este hijo que nos dio, es solo amor, ternura que no sabe ni de maldad ni de odio. A él dedicamos nuestras vidas, solo nos amarga que caminamos hacia el tren de la vejez que nunca se detiene...".

La segunda historia se desarrolla hace 8 años en el Hospital de Victoria, en donde permanece un varón a quien llaman Coto, en estado vegetal. Pues bien, durante esos largos años su esposa concurría casi a diario para ayudarle; no hace muchos meses, ella falleció y entonces la familia de verdad, hoy, son los funcionarios del Centro de Salud.

Escribo esta columna con pena y cierta indignación porque el Proyecto tan justo no ha merecido ningún comentario en ese centro político de carácter nacional al igual que en los medios periodísticos de la capital de nuestro país. El tema que pretende alivianar este proyecto que dice con los enfermos terminales y no valentes de por vida termina afectando no solo a la persona que lo sufre sino a todos los miembros de la familia.

En una estadística que conocí se señala que esos amantes cuidadores emplean con sus seres amados postrados entre 7 y 8 horas diarias, siendo las mujeres las más abnegadas, muchas dejan estudios, trabajos o simplemente nunca tienen tiempo para sus esparcimientos, todo por la noble labor. Las que tienen cierta edad no cuentan con pensiones de no más de ciento diez mil pesos por pocas imposiciones, demasiadas lagunas.

No faltará el que diga chúscamente que la Cámara de Diputados aprobó la eutanasia y que ahí está la solución. La muerte por supuesto es el fin natural de la vida, pero no el modo de un terminar cualquiera, como termina la construcción de un camino o la composición de una melodía, en ese final que todos enfrentaremos, el azar no tiene que ser parte, la muerte consumada debe ser en condiciones nobles, de asistencia, amor y cuidados.

Este proyecto no solo es justo, otorgar una remuneración a estos cuidadores caseros llenos de nobleza y amor, más temprano que tarde deberá imponerse seguramente en otro gobierno, el envejecimiento de la población y el aumento de las enfermedades crónicas requerirán una mayor activación entre el ámbito institucional de atención y el ámbito de estos cuidadores y el del hogar, importante relación que podrá complementar capacidades y responsabilidades. ¿Habrá algún comentario de autoridades sobre esta materia?

Roberto Muñoz Barra,

exsenador, presidente Instituto

Estudios Públicos Social Demócrata

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