"La segunda pandemia más grande será la de la salud mental"
La sicóloga Sofía Fiedler aborda los efectos nocivos de la falta de descanso, el teletrabajo y los confinamientos.
Entre cuarentenas, intubados, toques de queda, permisos de fin de semana -pero "libertad" de lunes a viernes-, teletrabajo, cifras que suben y suben, vacunas que llegan, chilenos que van al extranjero, pero que no pueden ir a visitar a sus padres al sur y, por sobre todo esto, miles de muertos y enfermos, la salud mental de los chilenos está siendo puesta a prueba. Depresiones, crisis de angustia y pánico, neurosis y otras patologías están detonando con tanta fuerza por la pandemia que los profesionales del área ya han levantado alertas ante este peligroso aumento.
La sicóloga Sofía Fiedler, vocera de Sicología Chile, recuerda que la salud de los chilenos ya venía mal antes de la pandemia. "No podemos olvidar que antes del covid teníamos ya un déficit muy grande en la salud mental, desde el presupuesto hasta el alcance de las personas para acceder a un sicólogo o un siquiatra. Estamos hablando de listas de espera de 45 días para una atención sicológica en un país donde abundan la ansiedad y la depresión", argumenta.
-Se ha detectado un aumento en las consultas. ¿Qué les pasa a los chilenos?
-Aumenta la consulta porque hay un acceso mayor a través de una atención online. El motivo puede ser la ansiedad por la pandemia, pero eso siempre oculta un motivo secundario que es inconsciente y que son malestares que vienen de antes, que pueden ser laborales, familiares, la pérdida del significado de la vida e incluso cuadros depresivos que no se habían tomado en cuenta. Venimos mal de antes, sí, pero lo que hizo la pandemia fue detonar que la gente pudiera normalizar la salud mental, porque como hay -además de la falta presupuesto- también falta de sicoeducación sobre la importancia de la salud mental, todavía la gente tiene la idea de que ir al sicólogo es un signo de debilidad, que ir al siquiatra es una señal de estar loco, cuando es todo lo contrario, es un ejercicio de querer trabajar uno mismo.
-Si ya veníamos mal, arrastrando problemas, ¿hemos ido "bicicleteando" esto?
-Claro. Es súper interesante, porque podríamos verlo hasta culturalmente, algo que no me gusta hacer, pero si vemos cómo funciona nuestro sistema chileno, incluso desde las autoridades, nos damos cuenta de que siempre vamos dejando para más adelante lo que consideramos menos importante. Incluso con los proyectos de ley. Pasa lo mismo con la salud mental. Uno la posterga y la posterga. Se autoconvence de que no es tan grave, de que es normal, que lo puedo superar y lo explicamos como algo que tiene que ver con la actitud y que lo podemos solucionar y lo vamos bicicleteando. ¿Qué pasa?, que tenemos un tema sobre nuestras prioridades. Hay gente que dice que no tiene dinero para atenderse sicológicamente, pero luego ves que el fin de semana se gasta 45 mil pesos en carretes o buscan ayuda por otros lados a través de otras líneas, como pueden ser 40 mil pesos en tarot. Como no le damos la importancia que merece a la salud mental, la vamos peloteando hasta que ya no podemos más y llegamos a la crisis de pánico.
-¿Cómo se ha hecho evidente este deterioro?
-Muchas veces englobamos los problemas de salud a tres aristas, los de estado anímico, depresión y ansiedad. Pero en ellas tenemos muchos submundos, entonces claro, podemos hablar de ansiedad, pero no estamos hablando de alcoholismo, o drogadicción, no estamos hablando de deterioro laboral, ni de un montón de cosas que podrían estar afectando de manera sistemática a las personas. Incluso hay licencias médicas que no sólo son de salud mental, como el lumbago, que son enfermedades crónicas no oncológicas que van de la mano de un trastorno mental que van apareciendo después de ir resolviendo cosas luego de que la persona accede a una terapia y la mantiene. Todos tenemos ansiedad, muchas personas van a tener cuadros depresivos. Pero esto se suma a otros problemas que se van tapando de pronto con estos comportamientos más limítrofes que tienen que ver con exceso de alcoholismo o principios autodestructivos donde busco momentos de bienestar a través de sustancias o a través de momentos de esparcimiento que al final van a generar una tendencia de cronicidad y esto va más allá de la pandemia.
-¿Debiera estar la salud mental dentro del discurso y los planes de la autoridad?
-La OMS lo viene advirtiendo, que la segunda pandemia más grande iba a ser de la salud mental. No solo por el encierro, sino además por las pérdidas laborales, materiales, por las pérdidas familiares. El concepto del duelo nos va a deteriorar la salud mental a tal punto que nos vamos a sentir completamente vulnerables y tal vez tomemos ciertas actitudes que van a poder llevar a distintos trastornos que ya se han visto, como el índice de suicidios o de ansiedad, el índice de colapsos nerviosos por haber llevado toda nuestra vida a la casa nos va a llevar a cuadros ansiosos muy grandes que pueden decantar en trastornos mentales. Por eso la OMS viene hablando hace rato de cómo debieran focalizarse los recursos para la salud mental. El gobierno no es que no haya hecho nada, porque el año pasado sacaron ese plan "SaludableMente", que consistía en llamadas telefónicas de emergencia, pero seguimos hablando de soluciones parche, porque todavía no existe una sicoeducación sobre salud mental o una normalización de las emociones. También hay que imponer este concepto de que invertir plata en la salud mental es una ganancia, porque generas personas más estables mentalmente el día de mañana pueden rendir mejor.
-Se ha hablado mucho de teletrabajo. ¿Ha afectado negativa o positivamente a la salud mental?
-Uno se mete a Linkedin y encuentra las encuestas positivas del teletrabajo que muestran un grupo de personas que tienen las facilidades como para teletrabajar. Pero este esquema de trabajo viene a romper todos los espacios de la familia. Si bien tiene cosas positivas, como compartir más con la familia, se pierden los espacios de distensión. Y es tanto el miedo a perder la pega que muchas veces nos sobreexigimos y pasamos más horas extra conectados y nos vemos trabajando a altas horas de la noche. Cuando teníamos un trabajo normal donde íbamos a trabajar, tú salías y tenías tus espacios y tenías tus tiempos de traslado para desconectarte. Volver a la casa era algo que se añoraba. Y hoy pierdo esta rutina en que no sé dónde empiezo yo, dónde empieza mi familia y dónde empieza mi trabajo.
-Con todo lo que hemos sufrido ya, ¿cómo debemos enfrentar la inminente segunda ola?
-Hay algo que tiene que ver ahí que es las expectativas del 2021. A muchas personas les pasó que pensaban que iba a llegar el 1 de enero y que ya iba llover desinfectante y se iba a acabar el virus. Las personas creen que con la vacuna vamos a estar todos bien, pero hay muy pocas aún. Es importante bajar el nivel de expectativas. No podemos fijarnos expectativas a largo plazo, sino a corto plazo. Yo no me puedo proyectar de aquí al viernes. Lo segundo es la flexibilidad. Hoy más que nunca debemos ser flexibles, darnos los espacios para descansar si estamos cansados, darnos los espacios para conversar en forma empática. Por ejemplo, una persona que te dice estoy preocupada por esto y tú le respondes que no es tan grave, que hay gente que está peor, agradece que tienes trabajo… esa es una respuesta muy poco empática. En vez de enjuiciarlo, debemos decirle cómo te puedo ayudar o cuéntame qué te pasa.
-¿Qué tan importantes son las vacaciones para la salud mental?
-Lamentablemente vamos a tener que modificar nuestras vacaciones. El autocuidado es súper importante pero no por eso vamos a privarnos de vacaciones. Hay gente que lleva un año entero hacinada y no puede seguir así. Entonces, uno pone en la balanza qué es peor: ¿que entremos en una crisis nerviosa por estar encerrados, o que podamos pasar un tiempo encerrados en familia pero en otro lado? Es bueno cambiar de aire, pero con el cuidado que se requiere. Pero hay que pensar en esto como algo más colectivo.
-¿Ayudan los mensajes de la autoridad para reducir la incertidumbre?
-El mensaje de la autoridad es doble vincular, completamente, y lo que hace finalmente es un lanzar un mensaje equívoco de que esto no es tan grave. Porque si nos dice. El ejemplo que doy siempre es de que estás de cumpleaños y tu mamá te regala dos corbatas, una negra y una azul. Para complacerla al otro día te pones la negra y se la vas a mostrar. Ella te dice "ah, no te gustó la azul, si nunca te gustan las cosas que te regalo". Provocó una disociación en la persona con ese mensaje, porque no se sabe si lo que hago es correcto o incorrecto, porque haga lo que haga, la respuesta va a ser negativa. Si tengo una autoridad que me está responsabilizando de los contagios, del virus, pero que después toma medidas irresponsables, hace que nazcan los porfiados de la cuarentena, los conspirativos que dicen que el covid no existe. Y esto es tremendamente peligroso, porque estoy tomando una creencia personal por sobre un hecho científico.
sofía fiedler explica que "no debemos privarnos de las vacaciones", pero sí modificarlas.