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Hallan evidencias químicas del antiguo océano de magma de la Tierra

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L a Tierra, en sus inicios, estuvo casi fundida en un gran océano de magma, del que un grupo de expertos ha encontrado evidencias conservadas en la química de antiguas rocas de Groenlandia, según un estudio que publica Science Advances.

La investigación aporta datos sobre un periodo de la formación de nuestro planeta, cuando un profundo mar de magma incandescente se extendía por la superficie y se adentraba cientos de kilómetros en su interior. El enfriamiento y la cristalización progresivos de este "océano de magma" son los que determinan la química del interior de la Tierra, etapa decisiva en la formación de su estructura y de su primera atmósfera.

Los científicos saben que los impactos catastróficos durante la formación de la Tierra y la Luna habrían generado suficiente energía para fundir el interior del planeta, pero no conocen mucho de aquel periodo, porque los procesos tectónicos han reciclado casi todas las rocas de más de 4.000 millones de años.

La nueva investigación señala que se han encontrado restos químicos del océano de magma en rocas de 3.600 millones de años en Groenlandia.

Este descubrimiento apoya la teoría de que durante un periodo la Tierra estuvo casi totalmente fundida, y proporciona una ventana a la época en la que el planeta comenzó a solidificarse y a desarrollar la química que ahora rige su estructura interna.

Los expertos también sugieren que otras rocas de la superficie de la Tierra pueden conservar pruebas de antiguos océanos de magma, indica la Universidad de Cambridge.

El estudio aúna el análisis químico forense con la modelización termodinámica en busca de los orígenes primigenios de las rocas de Groenlandia y de cómo llegaron a la superficie.

A primera vista, las rocas que componen el cinturón de rocas de Isua, en Groenlandia, se parecen a cualquier basalto moderno que se pueda encontrar en el fondo del mar.

Sin embargo, este afloramiento, descrito por primera vez en la década de 1960, es la exposición de rocas más antigua de la Tierra y se sabe que contiene la primeras pruebas de vida microbiana y de tectónica de placas.

El estudio señala que las rocas de Isua también conservan una rara evidencia que es incluso anterior a la tectónica de placas: los residuos de algunos de los cristales que quedaron al enfriarse el océano de magma.

Nuevos análisis químicos de las rocas confirmaron que procedían de partes del interior de la Tierra que se formaron como consecuencia de la cristalización del océano magmático.

los vestigios fueron hallados en rocas de groenlandia.

Verano prolongado, la proyección que preocupa al hemisferio norte

Investigadores anticipan que el calor durará la mitad del año hacia 2100 y se prevén impactos directos sobre los recursos naturales. En la mitad sur del planeta el proceso será más lento, según expertos nacionales.
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Un verano sin fin podría ser la fantasía perfecta para los amantes del sol, la playa y las vacaciones, pero esta ensoñación resulta poco feliz si se consideran los efectos que una temporada estival prolongada podría tener sobre nuestro planeta.

Aunque todavía estamos lejos de una situación como esa, el aumento sostenido de la temperatura global es una realidad y ha sido descrito en distintas publicaciones científicas. Según análisis de la NASA y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos, la temperatura promedio de la superficie terrestre ha aumentado en más de 1° Celsius respecto de fines del siglo XIX y en 2019 y en 2016 se produjeron las temperaturas más altas desde que se iniciaron los registros en 1880.

Un nuevo estudio realizado por el oceanógrafo Yuping Guan, del Instituto de Oceanología del Mar del Sur de China, advierte que el cambio en los patrones climáticos que ya está ocurriendo podría derivar en una extensión del verano y un acortamiento del invierno y las estaciones intermedias. "Los veranos son cada vez más largos y calurosos, mientras que los inviernos son más cortos y cálidos debido al calentamiento global", dijo Guan en un comunicado.

Utilizando datos meteorológicos diarios, la investigación estableció que entre 1952 y 2011 la temporada de calor creció de 78 a 95 días, mientras que el invierno se redujo de 76 a 73 días. La primavera y el otoño también se contrajeron de 124 a 115 días y de 87 a 82 días, respectivamente. El estudio sugiere que hacia el año 2100 el hemisferio norte tendrá veranos de seis meses.

Impactos probables

¿Cuál es el efecto que esto puede tener en nuestra vida? "Numerosos estudios ya han demostrado que los cambios de estación causan importantes riesgos ambientales y de salud", asegura Guan.

Una de las actividades que podría ver alterado su funcionamiento es la agricultura, como explica Martín Jacques, investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) y académico del Departamento de Geofísica de la Universidad de Concepción. "Hay todo un impacto en el ciclo fenológico de las plantas. Eso se observa ya que cambian las fechas de floración de algunas especies. Cambiarían las fechas de siembra y cosecha de algunos cultivos, por ejemplo, y eso transforma bastante la dinámica socioeconómica", explica Jacques en relación a las actividades vinculadas a la agricultura que también se verían modificadas, así como la disponibilidad de ciertos alimentos.

También podría darse una mayor ocurrencia o cambios en la distribución temporal de los incendios forestales. "En el CR2 hemos ido investigando cómo ha ido cambiando el régimen de incendios y hemos visto que, mientras hace algunas décadas los incendios forestales estaban restringidos a ciertos meses del año, ahora se han ido extendiendo durante todo el año", señala el investigador.

Es sabido que muchas especies migran como parte de un proceso natural, pero un verano prolongado podría tener otras implicancias, de acuerdo al oceanógrafo de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) Juan Höfer: "A medida que cambian las temperaturas llegan unas especies y otras se van, unas emigran y aparecen otras nuevas. Que las especies cambien su distribución geográfica es algo que puede pasar".

"Hay que ver si son capaces de adaptarse o no. Uno de los principales problemas que tiene este cambio es la velocidad a la que está ocurriendo. Está pasando mucho más rápido que los registros que teníamos antiguamente, entonces a la mayor parte de las especies les costará adaptarse", agrega Höfer.

En ese escenario, explica el académico PUCV, es factible que en Chile o en la costa atlántica de África se reduzca la productividad de la industria pesquera.

Hemisferio sur

Aunque el mundo entero avanza en la dirección que sugiere el estudio del centro oceanológico chino, es probable que los cambios no sean tan acelerados como en el hemisferio norte, según plantean los expertos nacionales. ¿La razón? La gran cantidad de agua que existe en la mitad sur del planeta.

"Es probable que en el hemisferio sur estos cambios sean un poco más lentos, porque el océano tiene mucha capacidad de absorber calor. Como en el hemisferio sur hay miles de kilómetros de agua que son capaces de retirar este exceso de calor de la atmósfera, eso compensa un poco y hace que el proceso de momento no esté tan acelerado", sostiene Höfer.

"El hemisferio norte, como tiene mucha más masa continental, tiene una amplitud de la estacionalidad mucho mayor. Eso significa que los veranos son más cálidos y los inviernos son más fríos. En el hemisferio sur, donde hay mayor influencia oceánica, se atenúa esta amplitud", complementa el investigador del CR2.

Los especialistas coinciden en que es difícil hacer pronósticos certeros sobre lo que pasará con las estaciones, debido a las variables diversas que se interrelacionan. Sin embargo, en un mundo que se calienta constantemente, existe consenso en que el escenario planteado por Guan, tarde o temprano ocurrirá en el lado sur de la Tierra. "Quizás se note menos al principio, luego quizás se acelere", dice Juan Höfer. "Es completamente esperable", agrega Martín Jacques.

el calor en españa, por ejemplo, podría prolongarse en una temporada que dure seis meses en el año 2100.

95 días días duró la remporada de calor en el hemisferio norte en 2011, 17 más que en 1952, cuando duró 78 días.