El actual panorama que ofrece el avance de la pandemia de covid-19 en la Región es muy distinto al que se apreciaba hace algunos meses. Lo cierto es que los indicadores que se observan en la zona son alentadores, toda vez que la positividad se mantiene en torno al 1 por ciento, hay bajos reportes diarios de nuevos contagios (ayer La Araucanía solo sumó 36 casos), el total de activos o contagiantes llega a 179 a nivel regional (muy lejos de los 2 mil que había hace algunos meses), y todas las comunas están en las fases 3 y 4 del Plan Paso a Paso, lo que permite mayores libertades de desplazamiento. A ello hay que agregar que existe más de un 86 por ciento de la población objetivo inmunizada contra la enfermedad de covid-19.

La suma de todos estos elementos, más las medidas que ha tomado la autoridad sanitaria para controlar el avance de la enfermedad, y los cuidados de la población para evitar contagios, posibilitan tener medianamente bajo control la pandemia.

Sin embargo, la evidencia obliga a no conformarse con cálculos exitistas. Más si se toma en cuenta la experiencia de otros países, especialmente en Europa, donde el desarrollo de la pandemia lleva varias semanas de adelanto, y que hoy muestran como, luego de etapas con baja notificación y aperturas casi totales, nuevamente los casos están tendiendo al alza, lo que ha motivado la adopción de medidas de control impulsadas especialmente por el avance de la variante delta, la que es mucho más contagiosa que el virus original.

De ahí que sea necesario reforzar las medidas preventivas, con la finalidad de no ver nuevamente un aumento de contagios que haga volver a etapas de menores libertades, con el costo que ello implica. Mensaje que cobra relevancia en las semanas previas a las celebraciones del 18 de septiembre, donde hay una mayor movilidad de las personas y lo más preocupante, las celebraciones dan paso a juntas familiares o de amigos donde muchas veces no existen medidas preventivas.

Por ello, es importante entender que la pandemia sigue presente, con nuevas amenazas, y evitar un aumento en los contagios y retrocesos en el Plan Paso a Paso depende justamente de seguir manteniendo los cuidados que han sido comunicados hasta el cansancio desde la llegada del virus Sars-CoV-2.

Se proyectan serios problemas por la escasez de agua. De hecho, en lo que va del año, existe un déficit del 70% y las precipitaciones que hemos visto solo lo han logrado disminuir en un 5%. En relación a esto, solo decimos con seguridad que Dios siempre cumplirá su promesa hecha en el año 2.800 A.C., cuando finalizado el diluvio decreta que "Mientras la tierra permanezca, no cesarán, el frío y el calor, el verano y el invierno y el día y la noche" (Gn. 8:22).

Hay una reflexión que se debe considerar sobre el problema que genera la ausencia de este elemento tan vital. Primero, existen principios que en el pasado lograron revertir un problema bastante complejo. La Biblia relata que en los tiempos de Elías (850 a.C.) la nación de Israel se vio enfrentada a una escasez de agua de grandes magnitudes. Durante tres años y medio no llovió y los resultados son obvios ante una situación de esta envergadura, pero frente a este caótico escenario Elías ora a Dios para que lloviese y Dios responde enviando la lluvia y resolviendo el problema de manera definitiva.

Este primer principio que vemos claramente en esta historia es "el principio de autoridad" que de forma muy oportuna Elías considera, porque él reconoce que es Dios quien tiene la autoridad suprema sobre la naturaleza misma y por ende solo él puede ocuparse de esta situación.

Y el segundo principio tiene relación con la experiencia que se ocasiona entre Dios y su creación y que básicamente se sustenta en una expresión permanente de amor, y es por eso que este segundo principio es claramente "el principio del amor". El amor no tan solo se evidencia en una acción concreta y permanente de Dios hacia su creación, sino que, demanda de la misma manera una acción de parte nuestra en respuesta a esa expresión divina, y esto sin duda hace referencia a nuestra humillación a Dios para que, en virtud de nuestro reconocimiento a su amor, él responda y supla nuestras necesidades.

La conclusión es que cuando hablamos del amor, evidentemente advertimos que la mayor expresión de amor de parte de Dios es justamente "Jesús" y él le dice a la mujer samaritana: "El que bebe de esta agua volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en una fuente de agua que salta hasta la vida eterna", (Juan 4:14) porque claramente se suscita un problema con la escasez de agua en el ámbito natural, pero hay un problema mucho mayor que se ocasiona con la ausencia en nuestra vida del agua eterna.

Pablo Pinto Salamanca,

pastor presbítero, Consejo Regional

Pastores Evangélicos de La Araucanía

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