Si bien la Navidad -y en general las fiestas de fin de año- son las fechas más esperadas por el comercio local durante todo el año, ya que los niveles de ventas de productos se elevan fuertemente a causa de la alta demanda por los tradicionales regalos, reactivando con ello la economía y a la vez generando otros impactos positivos en la dinámica productiva regional, como el aumento en la oferta laboral, es necesario hacer un llamado a la prudencia en el sentido de no caer en un consumo exacerbado durante este periodo.

Esto cobra importancia cuando aún se sienten los efectos de la crisis generada por la pandemia de covid-19, que afectó negativamente la economía en todos los niveles, y especialmente en las familias de menores recursos.

Y si bien en la actualidad el escenario regional es distinto al vivido en la Navidad del año pasado, cuando la pandemia se hallaba en un momento álgido y las medidas restrictivas a la movilidad impedían la reactivación de la economía, lo cierto es que conviene no dejarse tentar por un impulso consumista y planificar las compras, si es que se ha destinado un presupuesto para ello. Especialmente cuando se ha observado una mayor capacidad de compra de las familias, motivado por los retiros de las AFP y las ayudas estatales.

En ese aspecto, según explican los expertos, la mejor opción es comprar los regalos al contado, evitando endeudarse con los pagos en cuotas, ya que esto eleva los costos. Asimismo, es recomendable comparar precios, ya que estos pueden variar entre un comercio y otro por un mismo producto.

Sin embargo, más allá de los montos que cada familia destine para comprar regalos o los métodos de pago que se elija, hay que considerar que la Navidad es una fiesta donde lo más importante es el cariño que puedan prodigarse las familias, por lo que conviene tener prudencia a la hora de adquirir productos que puedan generar deudas e intranquilidad en un escenario económico que aún no logra desprenderse de los efectos de la pandemia.

En estos días observamos la intensa campaña de los dos candidatos presidenciales que pasaron a la segunda vuelta al no alcanzar ninguno de ellos el cincuenta por ciento más uno de los votos emitidos.

En sus estrategias de atracción sobresale la tesis que si sale el otro a nuestra país le vendrán "las penas del infierno". A pesar de mis impertinentes demasiadas décadas me gusta leer especialmente libros que me hablen del pasado tanto del planeta en que vivimos pero con un particular interés de lo que ha acontecido en nuestro país.

En conformidad a ello se me ha aparecido lo que sucedió políticamente en Chile en el mes de noviembre y diciembre pero del año 1938. En esos meses pero de esa anualidad se eligió también como ahora a un nuevo Presidente, se vivían complejos momentos políticos y económicos que contemplaban una muy fuerte polarización.

En esa época el feo rostro de las precariedades económicas se mostraba también a través de una inflación, una cesantía que no daba tregua, de las falencias de nuestra producción silvoagropecuaria, de los resabios de la gran depresión que en Chile se hizo sentir con inusitada fuerza a partir del año 1930, incluido el terremoto de Chillán en donde las estadísticas imputaban más de treinta mil muertes.

En ese tiempo también se instrumentalizó una campaña del terror pero solo a uno de los candidatos. Se sostenía que si era elegido vendría una terrible debacle económica, le suponían afanes antirreligiosos y anticlericales debido a su condición de masón y a su adscripción al laicismo.

Eran tiempos de gran cohecho en lo electoral y de robar las urnas después de terminados los sufragios. Siempre se recuerda que en la localidad de Los Sauces el candidato ganador de la presidencial sacó un solo voto.

En ese incierto y convulsionado escenario se realizó finalmente la elección presidencial el 24 de diciembre de 1938 , triunfando don Pedro Aguirre Cerda quien logró 222.720 votos y el 50,45 por ciento mientras que el candidato Gustavo Ross Santa María obtuvo 218.609 votos y el 49,55 por ciento.

El estrecho resultado quiso ser desconocido, lo que solo se logró transparentar después de un telegrama de felicitación a Aguirre Cerda por parte de monseñor José María Caro Rodríguez, quien posteriormente se convertiría en el primer cardenal de Chile.

Tres años más tarde después de su elección, quien tiene antecedentes suficientes para ser considerado el Jefe de Estado más meritorio de nuestra República partió hacia la inmortalidad dejando tras sí a un país consternado por la pérdida de un estadista colosal a un pueblo sollozante por la prematura muerte de su Presidente, el Presidente de los pobres, don Pedro Aguirre Cerda.

Como conclusión de esta columna, votemos por convicción sentida, no empujados por campañas malsanas de terror: Gabriel Boric y José Antonio Kast son, no me cabe dudas, dos chilenos que quieren lo mejor para la Patria en la cual nacieron.

Roberto Muñoz Barra,

exsenador, presidente Instituto

Estudios Públicos Social Demócrata