Estado plurinacional
Esta semana se dio un paso histórico en la Convención Constitucional: la comisión de Sistema Político aprobó, en general, la norma que declara a Chile como un Estado Plurinacional e Intercultural. La iniciativa, patrocinada por 16 constituyentes, establece que los pueblos indígenas "son titulares del derecho de libre determinación, así como de los demás derechos colectivos reconocidos y garantizados en el marco de esta Constitución y en el Sistema Internacional de los Derechos Humanos y de los Pueblos Indígenas".
En virtud de esa libre determinación (interna, es decir dentro del Estado, y no externa o independentista como algunos advierten) la propuesta asegura que tienen derecho a la autonomía y al autogobierno. Además deberán ser reconocidos sus territorios, patrimonio, lengua, cultura, instituciones y jurisdicciones propias, entre otros aspectos que son usuales en otras democracias. De muestra tan solo un botón, Estados Unidos y Canadá. Allí las tribus indígenas son entidades semi-soberanas, con amplias atribuciones de gobierno, administración de recursos e incluso con tribunales y policía propia, una jurisdicción tribal que se complementa con la ley común que rige para el resto de los ciudadanos no nativos.
Lo aprobado por la comisión de Sistema Político es de gran trascendencia histórica. Implica dejar atrás doscientos años de aquella fantasía del Estado-Nación, es decir, de aquella noción de Estado que solo reconoce y promueve una "única e indivisible" identidad nacional, mimetizándose con el Estado de manera artificial. La verdad es que no es usual que los Estados estén conformados por una sola nación. Lo que prima en el mundo es todo lo contrario, Estados conformados por diversas naciones. Es el caso de Bélgica, Suiza, Rusia y la propia "Madre Patria" chilena, España. Allí conviven desde hace siglos los originales habitantes del Reino de Castilla con otras identidades nacionales como vascos, gallegos y catalanes, tres de sus comunidades autónomas actuales.
El mundo, en su mayoría, es plurinacional. Existen miles de lenguas, un millar de naciones, pero los Estados no alcanzan a ser doscientos. La ONU, sin ir más lejos, sólo está compuesta por 193 estados miembros más el Vaticano. Este simple ejercicio permite advertir que la relación entre naciones y Estados definitivamente no cuadra a nivel mundial. He allí la prueba de que muchos Estados, la mayoría en verdad, están conformados por una o varias naciones. Tal es el caso de Chile desde sus orígenes. De norte a sur, al menos una docena de naciones indígenas comparten territorio, cultura e historia con los chilenos no indígenas que también habitan este bello rincón del mundo. Es lo que acaba de reconocer la Convención Constitucional.
Soy consciente que no es un tema fácil de digerir. Son muchos los temores y también demasiada la ignorancia reinante. Lo he visto en redes sociales: advertencias del fin de la República, de una posible independencia mapuche y otras burradas por el estilo. ¿Qué impide a estas personas entender y aceptar este gigantesco paso histórico, tan necesario para una mejor convivencia? Lo impide lo enraizado de aquella vieja fantasía del Estado-Nación, aquella que solo reconoce una bandera, una lengua y una identidad para todos. He allí el gran problema de muchos, no ser capaces de pensarse y pensarnos como chilenos fuera de aquella estrecha caja. Se puede ser chileno, sí, pero también mapuche-chileno, rapanui-chileno o aymara-chileno. De ello trata un Estado Plurinacional.
"¿Qué impide entender y aceptar este gigantesco paso histórico, tan necesario para una mejor convivencia? Lo impide lo enraizado de aquella vieja fantasía del Estado-Nación, aquella que solo reconoce una bandera, una lengua y una identidad".