Una de las tantas características inherentes a nuestra naturaleza humana es la capacidad de hacer. El hacer no es necesariamente mecánico, podemos estar haciendo mucho en el silencio del pensar, del observar, del imaginar y un sinfín de acciones más, que hacemos sin aparentemente estar haciendo algo. Es más, si profundizamos en la complejidad del concepto hacer, probablemente nos daremos cuenta de que solo dejamos de hacer cuando dejamos de existir.

Según Felipe Gangas, terapeuta ocupacional y docente de la Universidad Andrés Bello, desde la ciencia de la ocupación a la expresión del hacer, le llamamos tarea, al conjunto de tareas le llamamos actividades y a las actividades que nos generan sentido y propósito le llamamos ocupación. "Al igual que otros seres vivos, hacemos actividades de manera autónoma o en respuesta a necesidades biológicas o instintivas. Bebemos cuando tenemos sed, dormimos cuando tenemos sueño o nos alimentamos cuando tenemos hambre. Pero es evidente que como humanos nos diferenciamos de las otras especies por nuestra forma de relacionarnos de manera consciente con el ambiente, de generar vínculos sociales, de interpretar la realidad o de desarrollar tecnologías", dice el académico.

Las ocupaciones son formas universales de los haceres, es decir, hacer malabares es una actividad que, si bien puede ser una ocupación recreativa para alguien, para otra persona puede ser su trabajo. Y de este modo vamos relacionando el hacer con el ser.

Nuestra organización sociocultural ha predeterminado ocupaciones y haceres de manera normativa. Por ejemplo, desde una perspectiva de derecho es nuestro deber educarnos, desde una perspectiva moral es bueno aprender y desde una perspectiva ética es lo correcto para poder acceder y contribuir a los desafíos que se presentan en etapas futuras.

La terapia ocupacional es una invitación a explorar el arte de transformar el tiempo en un estado consciente de hacer actividades que aporten al desarrollo de nuestro ser como individuos únicos, promoviendo hábitos de autobservación y modificación de nuestro hacer en función al bienestar propio y del medioambiente.

Varios días han pasado desde el primer acto político del actual gobierno en la Región, y donde el objetivo claramente se cumplió, como es, dar señales de un Estado más presente en el territorio y también dialogante con todos los actores.

Sin embargo, la visita de la comitiva tuvo un traspié inesperado, en particular, cuando la ministra del Interior quedó expuesta frente a una situación de inseguridad que no se condice con su investidura y responsabilidad, lo que generó en las filas de la actual administración roces y discrepancias.

Improvisación, poco conocimiento, exceso de confianza, fueron calificativos que inundaron las horas posteriores al complejo recibimiento que tuvo la comitiva en esta zona de Malleco, y que, sin duda, abrieron un debate político relevante.

Para los interesados en el diálogo, fue un error que pudo evitarse; mientras que para quienes no lo quieren, fue un error esperado, una buena excusa para desecharlo como opción y debilitar a quien encarna la convicción del gobierno por conversar con todas las partes, como es su ministra del Interior.

Una pregunta obvia es: ¿Cómo una visita de tal relevancia, en la primera agenda territorial del gobierno, donde vienen ministros de las principales carteras, no se prepara de mejor forma? Pero con el pasar de los días, se hace una reflexión más profunda.

En la sensación ciudadana queda marcada la intención y opción de diálogo de la ministra; la firmeza de no dejarse amedrentar, más que el error en la forma en que pudo haberse organizado la visita. Además, asume con la calma que da la convicción, una agenda de largo plazo que no se pone en duda por estos u otros hechos, ya que es muy probable que la violencia siga existiendo en ausencia de diálogo. En la retina queda el arrojo y disposición de querer hacer las cosas de manera distinta, de proponer un diálogo con contenido y abierto a todos; un diálogo quizás no tan perfecto, pero que involucre y convoque a la mayor cantidad de voces.

Así, Izkia Siches, la ministra del Interior, cometió un error que, sin buscarlo, añadió contenido y convicción al diálogo. En un camino no exento de ripio, pero donde no hay imposibles, se compromete en carne propia la construcción de una solución duradera.

El proceso de construcción de confianzas para lograr puntos de encuentro en esta profunda crisis, debe venir de la mano del reconocimiento de los errores que el Estado ha venido cometiendo; aceptarlos y reconocerlos, para intentar no volver a repetirlos. Solo de esa manera podremos subir otro peldaño para el encuentro de soluciones o aproximarnos a ellas con más transparencia y buena fe.

El desafío que tenemos en esta Región no es hacer las cosas perfectas o buscar resultados de corto plazo. El desafío más importante que tenemos es cometer los errores necesarios que nos permitan construir verdaderas soluciones.

Bienvenida ministra, esperamos su regreso.

José Montalva

director de Aitue,

y exgobernador