Pocos años tiene la conversación medioambiental y, en general, el cuidado de la Tierra, por parte de la sociedad. En general, es una materia del postmodernismo, aunque ciertamente ha estado presente en todas las culturas - sobre todo orientales y aborígenes-, donde nuestra existencia se entiende como un elemento más, como una mínima parte de un todo mucho más complejo.

Quizás como nunca nuestro planeta está sometido a cambios y desafíos de enorme magnitud, los que tienen un origen antropogénico, vale decir, causados por nosotros y no situaciones distintas, como las explosiones de súper volcanes, o caída de meteoritos, como tantas veces ocurrió en millones de años. El calentamiento global del planeta que hemos generado, con todas sus consecuencias es la mejor prueba de ello.

El viernes pasado se conmemoró el Día Internacional de la Tierra, cuyo principal promotor fue el senador estadounidense Gaylord Nelson, quien reclamó este día para crear una conciencia común a los problemas de la superpoblación, la generación de contaminación excesiva en procesos productivos, la conservación de la biodiversidad y otras preocupaciones ambientales. Todo hace parecer que hoy la conciencia ecológica crece. Así también se desprende de los movimientos sociales que han puesto de relieve estas discusiones. En nuestro país, el tema energético ha sido relacionado en el último tiempo con eventuales daños a la naturaleza. Sin embargo, más allá de los grandes temas medioambientales, existen aquellos particulares o menores, pero no menos importantes, confinados a las comunidades, en los que la conciencia ecológica no existe. Están desde quienes lanzan basuras a los ríos, a las lagunas o al mar, o incluso quienes tiran a diario sus desperdicios en las calles o en las playas.

Es frecuente que muchas personas asignen a los demás la responsabilidad de mantener limpio el ambiente y sus ciudades, pero no entienden que es una tarea que parte por cada uno. En la medida en que cada adulto actúe en forma responsable en este tema, irá formando a sus hijos en esa misma cultura. Hay que entender que la Tierra es nuestra gran casa.

Seamos sinceros: nuestro país vive una realidad política social como nunca antes le apremió y que solo una ciudadanía responsable en todo el sentido de la palabra podrá controlar para que no desemboque en un desenlace gris y oscuro similar a lo que sucedió un 11 de septiembre de 1973.

Al final del siglo XX todo parecía hacer creer que las grandes batallas ideológicas entre el fascismo, el comunismo y el liberalismo daban como resultado la victoria abrumadora para este último. Consecuente por lo tanto a la política democrática, los derechos humanos y el capitalismo de libre mercado parecían convocados a conquistar el mundo, pero la historia ha demostrado que es cambiante y es por eso que tras la derrota total del fascismo y del comunismo, el liberalismo enfrenta fuertes cuestionamientos y su vigencia se pone en duda.

En nuestro caso en particular tenemos un gobierno que emerge por singular mayoría de movimientos sociales, a lo que debemos sumar una especial Comisión Constituyente en la cual un número no despreciable parece disparar a la bandada con la intención de poner en vigencia disposiciones que a muchos les parece extremadas en sus intenciones y facultades.

En estos días nuestro debate nacional va adquiriendo tonalidades demasiado intensas. Damos por ejemplo la declaración de un excandidato a la presidencia, concretamente el alcalde señor Jadue, quien en estos sin que nadie lo apurara, acepta una invitación a Venezuela -en donde casi ya vive el exsenador, señor Navarro- y pondera con bríos y emoción las bondades del régimen de Maduro y sus particulares Fuerzas Armadas "al servicio del pueblo", agregando que en Chile se debe remover toda la actual institucionalidad y cambiar su política neoliberal, para la cual seguramente se solicitarían las retroexcavadoras de inspiración de un señor senador en actual vigencia.

La humanidad y por supuesto Chile, han recibido como ofertas de desarrollo tres relatos; el último y aún vigente es el que tiene como concepción fundamental la libertad, debiendo reconocer que en estos tiempos, como proposición, aún tiene muchas aspiraciones de la gente sin resolver.

Analizando la historia contemporánea desde el año 2008 después de una fuerte crisis económica tenemos que admitir que millones de personas señalan su decepción al relato liberal, por ello es que países como China, Rusia y Turquía exploran una democracia y un cierto liberalismo autoritario. La democracia que describió Abraham Lincoln y que muchos aceptamos, señala que "se puede engañar a toda la gente en un momento, y a algunas personas toda el tiempo, pero no puedes engañar a toda la gente todo el tiempo". Ella, entonces, posibilita que si un gobierno es corrupto y no da respuestas concretas ni mejora la vida de las gentes, un sector importante de ella los podrán sustituir por otro, lo que es común en nuestra América Latina.

Leía días atrás un texto que señalaba que el relato liberal y la lógica del capitalismo de mercado libre estimula a la gente para que luche por obtener sentidas expectativas; pienso que de esa forma nació la gran clase media chilena que tiene el temor, sin embargo, de desaparecer producto de las últimas dos décadas y de una cierta demagogia populista. Personalmente creo que la democracia liberal es, sin discusión, el modelo político más versátil y de mayor éxito que los humanos han desarrollado, y ha demostrado también ser el de mayor éxito en más naciones que ninguna de sus alternativas.

A no pisar entonces el palito que ciertos personeros populistas nos ofrecen majaderamente en estos tiempos, sin graficar cuál es entonces el Cuarto Relato que es capaz de reemplazar al liberalismo.

Roberto Muñoz Barra,

exsenador, presidente Instituto Estudios Públicos Social Demócrata

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