La historia dice que en Chile 58 personas fueron castigadas con la pena de muerte mientras la norma estuvo en vigencia. Una de esas sentencias fue ejecutada en Temuco el 8 de septiembre del año 1943.

Ese día fue fusilado en la prisión local Emilio Inostroza Sepúlveda, un hombre joven (33) sindicado como autor de un doble homicidio acontecido dos años antes en el sector Huichahue, Padre Las Casas, y del cual - hasta el último minuto - alegó ser inocente.

Este personaje casi desconocido, un ser humano de escasa educación y severamente condenado por la justicia, pudo haber quedado en el más absoluto anonimato con el paso del tiempo, pero curiosamente con él ocurrió todo lo contrario. Su nombre ha trascendido varias generaciones y por una razón muy ajena a la que lo llevó a quedar registrado en los anales de la "crónica roja".

Emilio Inostroza se ha vuelto un "santo popular", una especie de puente entre los creyentes y la divinidad, al que constantemente, año tras año, le piden favores, muchos de los cuales figuran como "concedidos" en las numerosas placas que han sido adosadas a la animita que simboliza su tumba en el Cementerio General de Temuco.

Este inusual personaje es objeto hoy de un documental en plena etapa de montaje, el cual verá la luz pública muy pronto. Se trata de una realización original de la productora La Máquina Films que lidera el director Marcelo Cuevas Sepúlveda, el mismo que ha llevado a cabo obras como "Nostalgias del Futuro: tras las huellas de Jorge Teillier, poeta de Lautaro" (2005), "El universo es danza" (2019), "Esto es Spitfire" (2020) y "Por amor al juego, historia de los Saetas Verdes" (2021).

Ya bien avanzado en el proceso creativo, el realizador confiesa que llega a esta historia por "culpa" de los fervientes relatos que oyó desde niño.

"Esta es una historia que arranca de un tema familiar. Mi abuela paterna, Lidia, tenía un bar restaurante en la esquina de Blanco con Balmaceda, frente al cementerio. Yo desde niño visitaba esa casa cada vez que salía del colegio para ir a jugar con mis primos. Hasta ese lugar llegaban los parroquianos a tomarse una copita. Entre ellos, los sepultureros. Allí se escuchaban historias y mi propia abuela (Q.E.P.D.) y mi tía Carmen eran devotas de Emilio. En ese barrio - acota Marcelo Cuevas - habían conocido la historia de este santito que ayudaba a la gente. Así que a partir de este relato familiar llego a esta historia de alcance comunal".

LOS HECHOS

De acuerdo a los informes policiales y a los registros de prensa de la época, el desafortunado desenlace de Inostroza comienza la noche del 11 de junio de 1941. En el transcurso del día, envalentonado por el trago