Edgardo Gatica, relojero de la vieja guardia se toma su tiempo a los 90 años de vida
Luego de ejercer uno de los oficios más tradicionales de la historia humana por casi siete décadas, este temuquense acaba de bajar la cortina de su negocio para dejar atrás una larga historia comercial en el centro de la ciudad. Después de tantos años de trabajo, y con una memoria privilegiada, comenta que aprendió "mirando" a los 7 años, que se levantó de la ruina en cuatro ocasiones y que una de las mejores cosas que hizo en todo este tiempo fue entregarle su vida a Dios.
Muy cerca de cumplir 91 años de vida (el próximo 30 de noviembre), Edgardo Gatica es hoy uno de los últimos o sino el último relojero de la vieja guardia que vio pasar la historia de Temuco detrás de un par de vitrinas en pleno centro de la ciudad.
A poco tiempo de cerrar su relojería y joyería ubicada en el local 8B de la Galería Teodoro Ribera, este temuquense de memoria privilegiada comenta que trabajó en el oficio de relojero por casi setenta años y que, curiosamente, se hizo cargo de su existencia a muy temprana edad.
A los 11, recuerda, compraba su propio vestuario y una vez egresado del Instituto Superior de Comercio en calidad de contador formó familia con Sonia Guevara. Acto seguido, se independizó con "30 mil pesos de deuda", con un oficio que aprendió mirando y con el arriendo de un segmento de vitrina de la sastrería que entonces le confeccionaba la ropa.
Así comenzó una larga historia laboral atravesada por múltiples anécdotas y también enormes desafíos, entre ellos, cuatro implacables robos que los dejaron cuatro veces "en la calle", según comenta.
Dueño de una historia pocas veces vista, por la larga data de su experiencia en relojería, joyería y el comercio, Edgardo Gatica admite que le cuesta enfocarse en una secuencia de hechos porque hay muchas cosas que quisiera contar y que podrían dar para varias entrevistas, entre ellas, el hecho que siempre le gustó su oficio, el cual abrazó muy a pesar de tener un título de contador.
"Yo tenía 7 años cuando empecé en el negocio a desarmar y armar relojes", afirma. Oficio que aprendió de su padrastro, Hugo Riquelme. A su juicio, uno de los mejores relojeros que ha tenido Temuco, un hombre que vino del norte, que conoció a su mamá, se enamoró y se casó con ella; y a quien dio trabajo con gusto y ganas el comerciante Juan Fournier, propietario de la Relojería y Joyería Longines.
"En ese tiempo se supo de las habilidades y conocimientos de mi padrastro, así que otras relojerías le ofrecieron contrato, pero por lealtad a su empleador no aceptó propuesta alguna; sí tomó algunos trabajos fuera del horario laboral. Es así como empezó a llevarse encargos para la casa. Llegaba por las noches, tomaba once y, luego, empezaba a trabajar. No paraba hasta las 12 de la noche. Mi madre lo acompañaba y miraba lo que él hacía. Tiempo después ella tomó la iniciativa. Empezó a desarmar los relojes para dejarlos a punto para hacer