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"A mí este oficio siempre me gustó. A los 11 años, de hecho, yo ya reparaba relojes y lo hacía bastante bien. Cuando mi padrastro pudo instalar la Relojería y Joyería Riquelme en la esquina de Bulnes con Rodríguez, él tenía cinco colaboradores y uno de esos maestros, un señor llamado Quigena, me dijo: Edgardo te veo muy empeñoso así que te voy a dar un consejo, cuando arregles un reloj desármalo entero, no a medias, así no vas a trabajar más de una vez. Eso me sirvió para toda la vida".
la limpieza y reparación. de esta manera, juntos, agilizaron el proceso y empezaron a retirarse a descansar más temprano", relata Gatica.
Es en ese tiempo cuando él inicia también su introducción en la relojería. Una noche vio que había luz encendida, se levantó y observó cómo su padrastro desarmaba y componía relojes.
"A mí este oficio siempre me gustó. A los 11 años, de hecho, yo ya reparaba relojes y lo hacía bastante bien. Cuando mi padrastro pudo instalar la Relojería y Joyería Riquelme en la esquina de Bulnes con Rodríguez, él tenía cinco colaboradores y uno de esos maestros, un señor llamado Quigena, me dijo: Edgardo te veo muy empeñoso así que te voy a dar un consejo, cuando arregles un reloj desármalo entero, no a medias, así no vas a trabajar más de una vez. Eso - recuerda - me sirvió para toda la vida porque siempre hice las cosas bien, no a medias y así la gente empezó a fijarse en mí".
Como una suerte de "viejo chico", a los 11 años sabía muy bien que tenía capacidades. De hecho, llegó a reparar 20 relojes en una semana, pero como su padrastro empezó a aplazar el merecido pago por el trabajo realizado, tomó la decisión de no trabajarle más y concentrarse en sus estudios de primaria en la Escuela N°11. "La verdad es que yo aprendí prácticamente solo. Mi madre y mi padrastro no me enseñaron nada de nada. Yo lo resolví mirando y durante mis vacaciones, trabajando con los relojes que habían dado de baja y con los consejos de los maestros relojeros que trabajaban en la tienda", precisa.
La decisión tomada por Gatica a los 11 tuvo sus frutos. Concentrarse en su educación le trajo uno de sus más grandes recuerdos de vida. En ese tiempo pudo desarrollar su talento para el baloncesto. De hecho, consiguió entrar a la selección primaria de Temuco, equipo para el cual jugó como conductor y con el cual llegó a un torneo nacional que reunió a 70 equipos de todo Chile, y con el que resultó séptimo. En aquella ocasión, rememora, las delegaciones fueron visitadas por el Presidente Gabriel González Videla y su esposa Rosa Markmann. Recuerda muy bien que la primera dama le tomó la carita y le preguntó de dónde era. Ese gesto y la gran belleza de esa elegante mujer - dice - jamás se le olvidaron. "Ese campeonato, en general, ha sido una de las experiencias más lindas de mi vida", acota.
RESILIENTE
El 28 de junio de 1955, el histórico relojero temuquense formó su propia familia con la que fuera su novia en el Instituto Superior de Comercio, Sonia Guevara, con la cual lleva 67 años de matrimonio y con quien trajo a la vida a cinco hijos (una de ellas ya fallecida), a quienes le siguen 12 nietos y 14 bisnietos (aunque dos más vienen en camino).
Es en esta etapa de "hombre de familia" cuando Edgardo Gatica se inicia formalmente como relojero y joyero. Con un préstamo en mercadería otorgado por su padrastro equivalente a 30 mil pesos de la época inició su propia historia laboral, la cual tuvo como hito inicial el arriendo un segmento de vitrina de la Sastrería Prado, negocio que le confeccionaba su ropa.
A partir de allí, el centro siempre fue su domicilio labora. De hecho, sus primeros 25 años los llevó adelante en un pequeño local ubicado en Rodríguez 1430. "Allí - explica - la gente ya sabía lo que yo calzaba y que tenía una buena relojería. La bonanza de aquellos años me permitió incluso darle crédito a la gente del campo y personas mapuche que venían desde lejos".
Los años y la rigurosa práctica fueron los siguientes maestros de este temuquense. "Yo me fui especializando. De hecho, todos los relojes tienen un número o serie que los identifica y en su momento yo me aprendí todas y cada una de esas referencias, porque así se les llamaba, y eso le causaba admiración a los vendedores cuando me visitaban", explica.
A casi siete décadas de su independencia laboral, don Edgardo afirma que el tiempo ha sido bueno con él dado que le permitió llevar una vida digna adelante, sin embargo, su existencia no estuvo exenta de grandes retos. "La verdad es que a mí me robaron cuatro veces y esas cuatro veces me dejaron en la calle. Una de esas fue responsabilidad de un amigo que trabajaba para mí y al que no quise denunciar. El último hecho fue a plena luz del día. Yo había cerrado para irme a casa y pasadas las 14 horas un par de muchachos rompieron las vitrinas y se robaron toda la mercadería", detalla.
Así como hubo zonas negras y grises en su historia de vida, que incluso lo llevaron a perder propiedades y caer en depresión, Edgardo Gatica afirma que siempre encontró buenas personas en el camino, a las cuales - dice - hay que reconocer en vida. Una de esas personas fue el abogado Víctor Carmine, quien lo ayudó la primera vez que se quedó con las manos vacías. Y quién le ayudó a idear una salida ingeniosa para poder cumplir con sus deudas. "Él redactó unas cartas para explicar mi situación con absoluta honestidad y propuso como solución hacer partícipes de un porcentaje de mis ganancias a quienes yo debía pagos. Así logré salir de ese gran aprieto económico", recuerda el histórico relojero.
A sus 90 años, su agradecimiento está también con sus hijos, especialmente con Mauricio Gatica, el primer y aparentemente único higienista de Chile, el mismo que hace tres décadas comenzó a difundir formas naturales de prevenir enfermedades que hoy están muy en boga en nuestro país y que a él y a su esposa han ayudado durante años. La gratitud también se extiende a figuras como el exalcalde Germán Becker y a Luis Picasso, a quienes reconoce como figuras que aportaron con trabajo y compromiso al desarrollo local.
El anecdotario de Edgardo Gatica es bastante generoso. Testigo del paso del tiempo visto desde el centro de la capital regional de La Araucanía, hoy cuenta que tuvo la suerte de conocer en persona a Gabriela Mistral cuando ejercía como directora del Liceo de Niñas de Temuco, donde estudiaron sus hermanas. También confiesa que se perdió un Mundial de Fútbol en España al cual estaba invitado y al que no fue por su pánico a viajar en aviones. Y si de compromiso con la ciudad se trata, agrega, por doce largos años colaboró como director de la Cámara de Comercio Minorista.
De relojes sabe muchísimo. Hoy, en la calma de su casa, cuenta que un reloj no necesita ser caro para ser bueno. Pese a ello, al preguntarle por las marcas de calidad menciona casi sin de demora Omega, Longines y Eterna, aunque también Seniat y Cyma, entre los cuales - agrega - los mejores siempre son los relojes de origen suizo. De todas las marcas que conoce, el Rolex - afirma - es el que menos le gusta y, de paso, entrega un dato curioso para la comunidad. "Los rubíes que se empezaron a emplear alguna vez en los relojes no son joyas, sino pequeñas piezas de alta rotación que vinieron a resolver un serio problema de desgaste de los engranajes".
Hoy, cerca de su siguiente cumpleaños y con nueve décadas de vida cumplidas, Edgardo Gatica se declara una agradecido de la vida. "Agradezco a Dios - confiesa - por la vida que he tenido. Nosotros somos un matrimonio cristiano y siempre digo que habré hecho muchas cosas malas, pero hice una buena y esa es haber entregado mi vida Cristo".
Casi setenta años después de iniciar una historia como relojero, este temuquense ha bajado la cortina de su local y siendo ya un hombre de la cuarta edad ha decidido tomarse su tiempo, lejos del rigor del trabajo y más cerca de su numerosa familia.
"Me robaron cuatro veces y esas cuatro veces me dejaron en la calle. Una de esas fue responsabilidad de un amigo que trabajaba para mí y al que no quise denunciar. El último hecho fue a plena luz del día. Yo había cerrado para irme a casa y pasadas las 14 horas un par de muchachos rompieron las vitrinas y se robaron toda la mercadería".
"Yo me fui especializando. De hecho, todos los relojes tienen un número o serie que los identifica y en su momento yo me aprendí todas y cada una de esas referencias, porque así se les llamaba, y eso le causaba admiración a los vendedores cuando me visitaban".