Los primeros casos de hantavirus en Chile se registraron en 1995, con letalidades iniciales de 60 a 80%. Este índice posteriormente ha ido disminuyendo hasta llegar al 30% en los últimos años. Los casos de los últimos dos años constituyen los más bajos de la década como producto de las medidas de confinamiento y encierro que se adoptaron debido a la pandemia de covid.

Esta es una patología que incluso produce muertes, por lo que es importante que las personas conozcan las medidas preventivas antes de salir de paseo o de vacaciones a sectores rurales, que van orientadas al buen manejo de la basura, a evitar que haya maleza afuera de las casas y a manejar bien los alimentos.

El hanta es una enfermedad viral que se transmite al ser humano desde el ratón de cola larga, a través de la inhalación de olores de la orina de roedores contagiados. Al ser un roedor silvestre que en nuestro país habita en zonas rurales desde las regiones de Coquimbo a Aysén, el mayor riesgo lo tienen las personas que viven en los campos y quienes por actividades recreativas van a esos lugares, especialmente en primavera y verano. Pero el periodo más complejo de la enfermedad se da en el verano, cuando las familias salen de vacaciones.

El Ministerio de Salud ha pedido que las familias eviten conductas de riesgo, como internarse en matorrales o recoger frutos silvestres. Los llamados están dirigidos a dos grupos especialmente: las personas que viven o trabajan en el campo y las familias que van de camping o paseos al aire libre, para que no se expongan al posible contacto con ratones o sus desechos, con el fin de evitar contagiarse con el virus. Es necesario identificar situaciones de riesgo y ser cuidadoso en el manejo de las basuras.

Antes de ingresar a cabañas o bodegas se debe ventilar el recinto al menos treinta minutos. Una vez dentro y luego de ver si hay señales de roedores, se debe rociar el piso con cloro, utilizando mascarilla y guantes. Solo después se puede limpiar, aspirar o barrer el recinto para deshacerse cuidadosamente de la basura recolectada.

Si hay algo indudable es que nuestra Región atraviesa momentos difíciles. Hasta la fecha se acumulan decenas de pérdidas humanas, cientos de hogares y hectáreas de bosque consumidas por las llamas, entre otras tantas destrucciones de infraestructura. Hablamos, en definitiva, de historias de vida que el fuego se llevó sin discriminación alguna, atentando directamente contra el bienestar de La Araucanía.

Pero en paralelo debemos resaltar algo: si hay algo por lo que nuestra Región ha resaltado, ya desde sus orígenes, es por su fortaleza y resiliencia frente a los embates que la ha impuesto el destino. Es toda una disyuntiva que, a la vez que somos la región más pobre de Chile, seamos tierra de un tremendo capital humano, histórico y cultural; y no hay fuego capaz de quemar y llevarse eso.

Es en este punto donde me parece esencial rescatar algo: la labor de reconstrucción que se avecina una vez que este incendio dé tregua. La gente debe recuperar sus hogares, sus trabajos, y en definitiva, la vida en que se desenvuelven; y esto es no solo vital, sino que urgente. Ningún día sobra.

Por lo mismo, será un imperativo que nuestras autoridades pongan toda su gestión a disposición de esta importante tarea. Purén, Vilcún, Toltén, Lumaco, Angol, Carahue, Cholchol y en definitiva todas las comunas que han perecido frente al fuego requieren de ayudas en el corto, mediano y largo plazo.

Hablamos de una labor tan titánica como esencial, para la que, vale decir, es una importantísima piedra la que días atrás instauró nuestro gobernador Luciano Rivas en conjunto con la organización Levantemos Chile: 2.000 millones de pesos en directa ayuda a las víctimas, como un primer paquete.

Esto es, sin embargo -y como mencioné-, solo un primer paquete. Se requiere que durante los años que se avecinan el gobierno, intersectorialmente, levante programas sólidos de ayudas sociales en beneficio de las víctimas, con la reconstrucción de hogares e infraestructura crítica como la prioridad, pero también con vistas a las pérdidas socioeconómicas que de esta tragedia han derivado: vale remarcar, la pérdida de miles de hectáreas de bosques conllevará directamente a aumentos en la cesantía regional que no pueden ser tomados por alto.

Nuestra Región y autoridades no pueden darse el lujo de quedar indemnes frente a catástrofes de estas magnitudes. Por lo pronto, quedaremos atentos a cómo el gobierno de turno afrontará esta nueva crisis. Confiamos en que primará, nuevamente a la luz de la historia, la resiliencia araucana.

Mauricio Martínez Jaramillo

presidente de Evópoli Araucanía