"¿Es usted un genuino araucano?". Esa fue la insólita pregunta que un profesor jubilado me hizo hace unos días en La Ligua, en el marco de mi participación en su VII Feria del Libro. "No, lamento decepcionar, yo no soy araucano, soy mapuche", le respondí. Más allá de la anécdota, es curioso cómo el concepto de "araucano" sigue tan vigente en cierto rango etario de la sociedad chilena: los adultos mayores. No digamos que sorprende: todos o la mayoría de ellos fueron educados con textos escolares que hablaban de los "araucanos" y no precisamente de los mapuche. De allí la confusión. A estas alturas no es algo que moleste, más bien da pie para enseñar.
El gentilicio de "araucanos" fue acuñado en la Colonia por los españoles y el responsable fue de don Alonso de Ercilla y Zúñiga, el autor del poema épico La Araucana. Así bautizó Ercilla a los habitantes de un sector puntual de la actual provincia de Arauco, tal como lo explica en su obra: "Arauco (El Estado de); es una provincia pequeña, de veinte leguas de largo y siete de ancho, poco más o menos, la cual ha sido la más belicosa de todas las Indias, y por eso es llamado el estado indómito. Llámanse los indios de él araucanos, tomando el nombre de la provincia".
Por su parte, se ha postulado que Arauco podría derivar de una castellanización de la palabra ragko que significa "agua gredosa" en mapuzugun y que los españoles, tal como explica Alonso de Ercilla, habrían usado para identificar a los habitantes de la tierra próxima a la ciudad de Concepción, al sur del río Biobío. Otros dicen que proviene de auka, "rebelde", "alzado" en lengua quechua, término que habría sido usado por el Imperio Inca para referirse a las tribus guerreras que los detuvieron en el río Maule. Los españoles luego habrían castellanizado y pluralizado la palabra auka llamando al territorio Arauco y a su gente "araucanos".
Cual sea su origen, el gentilicio "araucanos" en absoluto trataba de una denominación usada por los mapuche para auto identificarse, fue impuesta por los españoles. Y tampoco involucraba a todos los habitantes al sur del Biobío, solo a los más próximos a Concepción, no olvidemos que el propio Ercilla también nombra en su poema a los "purenes", "tucapeles" y "boroanos" entre otros. Se trató entonces de un sobrenombre impuesto por el colonizador, mismo caso de los rapanui en el Pacífico, mal llamados "pascuenses" al bautizar "Isla de Pascua" su territorio el navegante neerlandés Jakob Roggeveen en 1722.
"Araucanos", así nos llamaron los principales estudiosos de las culturas prehispánicas del siglo diecinueve y veinte. Y así también nos subdividieron a su entero antojo. El etnólogo Ricardo Latcham, por ejemplo, nos nombró de la siguiente forma según zonas geográficas; picunche, al norte del Biobío, mapuche o araucanos entre los ríos Biobío y Toltén, y williche del Toltén a Chiloé. Pero no se trataba de pueblos distintos al mapuche, en absoluto, eran solo denominaciones geográficas que dan cuenta de la ubicación de cada quien en el gran mapa del Wallmapu, deícticos (y no etnónimos) para designar a la gente (che) del sur (willi), norte (pikun), este (puel) y oeste (gulu). Y a estas se suman otras identidades, como los pewenche o gente del pewen y los lafkenche, gente del mar o que habita en las cercanías de la costa. Tales son hasta hoy las distintas identidades territoriales mapuche, las cuales difieren entre sí por leves cambios en el idioma, las ceremonias y los protocolos. No más que eso.
"El gentilicio "araucanos" en absoluto trataba de una denominación usada por los mapuche para auto identificarse, fue impuesta por los españoles. Y tampoco involucraba a todos los habitantes al sur del Biobío".