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"A Temuco le falta desplegarse con una mirada más universal de sus problemas"

Reconocido por su aporte a la investigación y a la formación de profesionales en la capital de La Araucanía, este académico, exdirectivo e integrante de la Gran Logia Chilena, comparte su visión de la ciudad que hace 43 años le abrió oportunidades en lo personal y también en lo profesional.
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Originario de Carahue, el profesor y doctor en filosofía, exacadémico y exdirectivo de la Universidad de La Frontera, Rubén Leal Riquelme, acaba de entrar al selecto grupo de ciudadanos destacados de la capital de La Araucanía.

Con 43 años de relación con la ciudad, este maestro formador de numerosas generaciones de universitarios, comenta que jamás estuvo en sus planes quedarse, sin embargo, la docencia, la vida universitaria, el servicio público y el amor se confabularon para que este rincón del sur de Chile se convirtiera en su casa y en un escenario de desarrollo personal y familiar, muy a pesar de los sinsabores que le tocó enfrentar en el pasado.

A horas de recibir el galardón que año tras año entrega el municipio local en el contexto de un nuevo aniversario, el profesor Leal recuerda cómo ha sido su relación con Temuco y entrega su particular visión acerca de la identidad de este singular territorio y su gente.

- ¿Qué significa para usted este reconocimiento?

- Para mí es una sorpresa inmensa. Esto tiene que ver con muchas cosas. Yo nací en Carahue. Salí como a los 11 años a estudiar a la Escuela Normal de Victoria. A mí me criaron mis abuelos paternos. Mi abuelo era analfabeto, un minero del carbón y del salitre. Él sabía que yo debía estudiar (…). En ese tiempo se estudiaba 9 años para ser profesor básico. A mí me encuentra el golpe de Estado durante el tercer año de práctica, en Curarrehue. Me toman preso y me traen a la cárcel de Temuco. Después que salí de prisión no sabía qué haría con mi vida (…). Entonces, no pude volver a mi casa y mi abuelo materno, un hombre de dinero y muy de derecha, me lleva a vivir con él. Yo trabajaba de día y me formaba en matemáticas por la noche para dar la prueba de aptitud. Eso me permitió estudiar filosofía en la UACh. Como dije, para mí este reconocimiento es una sorpresa porque yo no soy de Temuco, llegué en 1980 a trabajar a la sede de la Universidad de Chile, pero mi decisión real era confirmar que no tenía nada que hacer en Chile e irme al extranjero. Sin embargo, Temuco me abre una posibilidad profesional y también una posibilidad familiar. Me reencuentro con mi madre y para entonces comienzo a construir un hogar con quien hoy es mi señora. Lo mejor es que durante todos estos años he ayudado a formar a muchas generaciones, incluso más allá de las clases formales.

- Usted tiene una historia de 43 años con Temuco. ¿Cómo ha sido su relación con la ciudad? ¿Qué le gusta y qué cree que esta debe mejorar todavía?

- Temuco es una ciudad paradojal, en el sentido que tiene muchas características de una gran urbe, pero al mismo tiempo tiene características de una ciudad pequeña de provincia. Lo que me gusta, y fue por lo que me quedé, es que estoy a hora y media de la cordillera y a hora y media del mar; y en ese tiempo estaba a 12 horas de Santiago. Es un lugar en el que se vive tranquilo, donde la gente se conoce y en el cual inicialmente es difícil que te acojan los grupos, las instituciones, pero una vez que te conocen te abrazan. Y ¿qué le falta? A Temuco le falta desplegarse con una mirada más universal de sus problemas: de locomoción, de convivencia, de cómo abordar la cultura, de cómo dar mayores oportunidades a niños y jóvenes, una mirada más universal entre seres humanos y no una mirada supeditada a de dónde vienes o qué apellido tienes para construir relaciones (…). Eso nos acercaría a otro nivel de desarrollo.

- Profesor, desde su visión y experiencia a de vida, ¿Temuco tiene identidad? Y si es así, ¿cómo se expresa?

- Todas las ciudades y lugares tienen su identidad. Y ese es el modo en que se manifiestan, el cómo se expresan. El punto es algunas personas tratan de imponer su mirada, pero no se esfuerzan por encontrar lo que distingue y caracteriza a esta comunidad. Y ¿cuál es la identidad de Temuco? Esta puede ser contradictoria, dialéctica y eso no es bueno ni malo. O sea, cómo no va a ser dialéctica y contradictoria y rica al mismo tiempo, cuando aquí habitan descendientes de colonos, un pueblo originario mapuche y mestizos. Esa es su identidad. El asunto es que debemos permitir que se despliegue y se desarrolle. Yo creo que nuestros conflictos tienen que ver justamente por esa imposición.

- Usted ha enseñado filosofía por largos años, sin embargo, esta disciplina ha perdido espacios en la enseñanza nacional. A su juicio, ¿qué arriesgamos como sociedad al marginar o reducir un área del aprendizaje como esta?

- Los seres humanos somos personas que tenemos dos características que anidan en nuestro ser, y por eso digo que el humano es un ser dialéctico. Anida nuestra materialidad y nuestra espiritualidad. En nuestra cultura occidental hay una característica esquizoide por esta dicotomía de separar la materialidad y la espiritualidad, que viene desde los orígenes, y es lo que te hace ver de una manera parcial. Es decir, al marginar la filosofía arriesgamos tener una sociedad que no piensa. Porque la filosofía es la disciplina más útil e inútil a la vez. Esto porque solo ayuda a una cosa: a pensar y a pensar bien. Pero todos los problemas humanos tienen que resolverse pensando bien y al restringir la práctica de la filosofía estás limitando la posibilidad del desarrollo humano, parcializando a la inmediatez, exacerbando la competitividad, el individualismo extremo y las aspiraciones puramente materiales.

- Profesor, cuando dejó las aulas, mencionó que el siglo 21 cada vez nos demanda más acerca de los valores y en especial, de la Fraternidad. ¿Podría explayarse al respecto?

- La historia de la humanidad ha tenido oportunidad para el desarrollo de la individualidad y el desarrollo de espacios para la libertad, pero la libertad es una construcción infinita, que se amplía. La pregunta que me hago es ¿cuál es el espacio que la sociedad ha dado a la fraternidad? Entendiendo esta como la posibilidad de convivir entre los seres humanos, de respetar y tolerar al que piensa de manera distinta, que todos tengamos oportunidades similares, de practicar nuestros sentimientos, pensamientos, ideologías y religiones, sin perjudicar al otro. Esa es la fraternidad. Y ese espacio la sociedad occidental no se lo ha dado. Creo que la gran posibilidad que el siglo XXI nos puede otorgar es crear los espacios para la práctica de la fraternidad, desde la perspectiva de la tolerancia, del laicismo, que todos tengamos oportunidades similares. Darnos espacio para compartir y comunicarnos de verdad, más allá del desarrollo de las tecnologías.

- Profesor, ¿qué lugar ocupa hoy la investigación filosófica en su vida? ¿En qué proyectos está ocupado ahora?

- Yo creo que las posibilidades de hacer un aporte siempre son infinitas. Desde ese punto de vista, yo participo en múltiples instituciones y en diversos ámbitos, y creo que lo haré siempre. Pero desde el punto de vista formal, yo he asumido una nueva etapa en la Universidad Central, donde me invitaron a aportar a la implementación del aseguramiento de la calidad. Ese será mi proyecto por los próximos 3 o 5 años.

"(La identidad de Temuco) puede ser contradictoria, dialéctica y eso no es bueno ni malo. O sea, cómo no va a ser dialéctica y contradictoria y rica al mismo tiempo, cuando aquí habitan descendientes de colonos, un pueblo originario mapuche y mestizos. Esa es su identidad".

"Creo que la gran posibilidad que el siglo XXI nos puede otorgar es crear los espacios para la práctica de la fraternidad, desde la perspectiva de la tolerancia, del laicismo, que todos tengamos oportunidades similares".