Cuentan los registros de época que el año 1851, luego que se instalaran en la misión "Bajo Imperial" (Saavedra), sacerdotes capuchinos italianos con apoyo de un grupo de religiosas crean la primera escuela misional, a la que llaman "Stella Maris" (estrella del mar, en alusión a María).
Esa pequeñita casa para niños mapuche del sector representa el inicio de lo que en la actualidad es la Fundación Magisterio de La Araucanía, una institución laica liderada por profesores y profesoras, vinculada a la Diócesis de Villarrica y que a la fecha cuenta con 101 establecimientos entre el Biobío y la Región de los Ríos, mil 800 estudiantes y 3 mil colaboradores.
Al inicio de este año post pandemia, sus directivos y docentes trabajan en comunidad junto al estudiantado y a sus familias para llevar a sus respectivas aulas al siguiente nivel, objetivo que no es otro que transitar desde el método tradicional hacia un modelo de "aprendizaje activo", que signifique una educación dinámica y estrechamente ligada a las tecnologías disponibles.
Bajo el norte fundacional que tiene como pilares la educación y la evangelización (aunque las clases de religión hoy son optativas), el proceso innovador ya está en marcha.
Así lo explica el presidente de la fundación, el profesor Rodolfo Nahuelpán. "Estamos trabajando con el 50% de nuestros establecimientos de educación media (que en total son 12). Pero debo advertirr que este es un trabajo de largo aliento. Para implementarlo fuimos a aprender al País Vasco el modelo ETHAZI, puesto en marcha allí en establecimientos técnicos. Y hoy, en La Araucanía, nuestros profesores lo han abrazado bastante bien. Se están adaptando. Es más, esta semana estuvimos en Saavedra para inaugurar una sala de innovación pedagógica, porque nuestros docentes se están capacitando y están comprometidos con este proceso de transformación".
RETO
En la mirada de Nahuelpán, la educación es un desafío permanente y, por ello, entrar a la dinámica del aprendizaje activo es clave en esta sociedad del siglo XXI. "Con este modelo queremos que el estudiante sea el protagonista de su propio aprendizaje. Para ello debemos comenzar por adaptar los espacios educativos. La sala hoy deber ser un espacio donde el o la estudiante se pueda desplazar, cuente con tecnología, biblioteca y, por supuesto, la supervisión del profesor".
Para lograr esta ambiciosa meta el compromiso del profesorado es crucial, así lo estima el jefe del Departamento de Educación de la Fundación Magisterio de La Araucanía, Patricio González.
"Como departamento nos adscribimos a las definiciones del plan estratégico institucional, en cuyos ejes se habla de aprendizaje activo y metodologías para la innovación. El foco - acota - es iniciar un proceso de transformación, es cómo entendemos los procesos que se deben llevar en la sala de clases. Dicho en concreto: tiene que ver con un profesor mediador, un alumno más activo que vaya construyendo aprendizaje; y esto se logra a través de procesos metodológicos con capacitación".
Uno de los elementos que hoy ayuda en este cambio de metodología surge previo a la pandemia y se fortale precisamente durante la crisis sanitaria. Obligados por el verdadero apagón que trajo consigo el covid-19, al obligar a la población a replegarse a sus domicilios por seguridad, la fundación vivió su propia inmersión hacia la virtualidad y hoy cuenta con recursos instalados y cobertura prácticamente para todos