La irrupción de Internet en todo el mundo se ha transformado en un punto de inflexión para el ser humano, especialmente en términos de comunicaciones y relaciones con su entorno. Los cambios han sido profundos y vertiginosos. En sólo dos décadas, el mundo virtual se ha instalado paralelamente junto a la vida real y cotidiana.

Los años más críticos por la pandemia de coronavirus permitieron valorar la importancia de Internet en el teletrabajo y el teleestudio, que habían tenido un lento avance en el mundo, pero que durante la emergencia permitió a los trabajadores y estudiantes desarrollar sus labores a distancia, sin asistir en forma presencial, lo que significó además reducir los contagios. La actividad en el trabajo a distancia implicó el uso frecuente de métodos de procesamiento electrónico de información y algún medio de telecomunicación para el contacto entre el empleado y la empresa. Del mismo modo, permitió que los colegios y universidades continuaran las clases a distancia.

Así, a raíz de la emergencia del coronavirus, el teletrabajo y la educación a distancia dieron un gran salto.

Esas conexiones han significado que el concepto de distancia se haya relativizado, y puede decirse que desde su aparición, el mundo está a un solo click, desde donde el usuario lo esté operando. Durante ese período Internet tuvo una prueba de fuego y cumplió con su objetivo, al mantener conectadas a las familias, a los trabajadores con sus empresas, a los estudiantes con sus colegios y universidades, a los usuarios con los servicios públicos y la banca, y al mundo en general. Ahora, pasada esa emergencia, los planes se enfocan en mejorar la calidad y la rapidez de las conexiones.

A propósito de la muerte de don Daniel Palma Yáñez, deseo compartir que desde la caída del hombre en el huerto del Edén hasta el mismo diluvio, nadie podía quitar la vida a otra persona, y esa es la razón por la que Dios puso una señal sobre Caín, para que nadie lo matara, es decir, que Dios estaba absolutamente en contra de lo mismo que había hecho Caín, por lo mismo le dice: "La voz de la sangre de tu hermano, clama a mí." (Gen. 4:10).

Sin embargo después del diluvio, Dios le da la responsabilidad al hombre para que ejerza esta potestad. De hecho la Biblia menciona en Génesis 9:6, "El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada". Además, en el tiempo de la ley, Dios estipuló esta norma como una opción válida para aquellos casos, en donde existía premeditación e intencionalidad, además de otro trece casos. (Nros. 35:33 - Ex. 21:12-14,22-23; Lev. 24:17; Nros. 35:16-21).

Obviamente hay quienes intentan tergiversar la escritura, tomando el mandamiento "No matarás" (Ex. 20:13). Pero esto tiene un enfoque distinto, ya que habla de la venganza personal, y lo cierto es que Dios deseaba que las autoridades legales ejecutaran a los que quebrantaban la ley.

Ahora, si nos vamos al periodo nuevo testamentario, podemos encontrar variadas menciones. Pasando por el mismo Jesús, quien nunca se opuso a la muerte de esa mujer adultera, de Juan 8:7, porque les dijo; "El que de vosotros esté sin pecado, que lance la primera piedra".

Obviamente este era un caso muy bien armado para tentar a Jesús, de hecho en la ley mosaica, se establecía que los testigos debían arrojar las piedras (Deu. 17:7). Jesús demuestra que los acusadores de la mujer no eran idóneos para cumplir este rol, porque claramente no se cumplían las condiciones legales.

Pablo, el apóstol, tuvo la actitud correcta ante Festo, pues dijo; "Porque si alguna cosa digna de muerte he hecho, no rehúso morir" (Hec. 25:11). Él reconoce que el Estado tiene esta potestad en la administración de la justicia civil. Por eso que él dice: "Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque ellos no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. Y si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es vengador de Dios". (Rom.13 1-4).

Es decir, que Dios instituyo la institucionalidad y le ha concedido, la autoridad para determinar cuándo es meritoria la pena capital.

Los cristianos no nos alegramos cuando esto se ejecuta, pero al mismo tiempo no debemos oponernos cuando el gobierno, en su derecho lo hace, a quienes realizan los crímenes más viles.