Luego de casi nueve años de tramitación, el 24 de enero de este año el Congreso despachó a ley el proyecto que creó el Centro Automatizado de Tratamiento de Infracciones.

La ley faculta al Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones para que, a través de la red de dispositivos automatizados, pueda detectar exceso de velocidad, transitar en área urbana con restricción por contaminación ambiental, infracción a normas de transportes terrestre, susceptibles de captación automatizada, como es el uso de vías exclusivas para la locomoción colectiva.

Tras su publicación en el Diario Oficial, hay plazo de seis meses para redactar un reglamento antes de comenzar la marcha blanca e ir instalando paulatinamente las cámaras en todo el país.

El Centro Automatizado de Tratamiento de Infracciones no intenta sancionar a los conductores de vehículos, sino más bien busca anticiparse a la infracción, por lo que el objetivo es preventivo. Los expertos en el tema señalan que será importante analizar cómo se pondrá en ejecución el mecanismo, porque seguramente deberá existir un cierto nivel de tolerancia respecto del límite de velocidad sobrepasado.

Las cámaras deberán ser instaladas en lugares donde se perciba claramente la patente del vehículo infractor, para evitar equívocos. Asimismo, se deberá usar un sistema de notificación electrónica para evitar que el infractor reciba la multa cuando esté vencido el plazo. Si bien las infracciones podrán disminuir en los lugares de vigilancia, eso no garantiza que se respete la normativa en otras calles de la ciudad.

Al final, todo depende de que los conductores asuman con responsabilidad que deben respetar la normativa.

La pretensión de absoluta despolitización no es nueva; sin embargo, aún sorprende por su capacidad de innovación, transformación y encantamiento popular. Si ayer gritaban, ¡es la economía idiota!!!, hoy rasgan vestiduras en pos de la seguridad perdida; una pregunta obvia es si esa seguridad pública se perdió, o fue abandonada en un delirio mercantilista. Hoy cual Rip van Winkle despiertan tras 20 años de siesta cambiando el grito de economía por seguridad.

Responder a una contingencia en la que nos vemos involucrados, emocionados, impresionados, enojados, tristes, etc., sin mediar razón política, es propio de nuestra condición humana, pero no es correcto para quienes tenemos una responsabilidad política, independiente del rol que ocupemos en la sociedad. La negación de la política como parte esencial de los problemas de la polis (despolitizar) implica necesariamente demandar una solución ausente de política, aquello se llama despotismo, esto es un gobierno para quienes carecen de razón, y solo puede ocurrir en dos escenarios: los gobernados son esclavos (humanos propiedad de otros que piensan por ellos), o los gobernados son activos gestionados (no humanos).

En esta versión chilena de la siesta del aldeano neerlandés Rip van Winkle, en los 20 y más años que duró la dormilona, su sueño terminó constituyéndose en nuestra pesadilla. En este largo sueño podemos describir algunos eventos al parecer olvidados:

Quienes nos guiaban a la vida santa se volvieron abusadores de quienes no se podían defender. Los que nos organizaban entre iguales y distintos para alcanzar los sueños colectivos decidieron que era mejor armar un oligopolio y tener un financista común, compartiendo así la participación de los rentables nuevos negocios que se podían hacer. Las instituciones de seguridad y orden no se podían quedar atrás, reservaron sus gastos para emprender sus propios sueños, pues la fiesta debía ser para todos. ¿Alguien puede pensar que todo esto no tendría un costo?

El inmenso forado que dejó en nuestra sociedad la destrucción de su entretejido social, propició el terreno fértil para que operaran ahí las bandas criminales, que desde siglos buscan oportunidades donde hacer sus negocios, ocupando territorios abandonados por el debilitamiento del Estado de Derecho, o en extremo Estados fallidos. Desde África Central hasta Centro América, desde el lejano oriente hasta Europa, la criminalidad ha sido global antes que la palabra globalización existiese.

Los últimos años, si bien nos hicieron despertar de la larga siesta, al parecer aún estamos entre el espanto y los bostezos, siendo imperativo recuperar la lucidez, pues el proceso constitucional remedial que ahora vivimos, luego del anterior fracasado, puede ser la última oportunidad de cambiar el techo de nuestra casa mientras el clima aún lo permite, pues frente al invierno solo quedará parafrasear a la banda de rock chilena Los Prisioneros: "Nunca pensé que este invierno sería el más frío que he visto pasar...".

Mauricio Partarrieu Vistoso

Académico Facultad de Ciencias Jurídicas

y Empresariales Universidad de La Frontera