Educación e inclusión
La educación inclusiva en nuestro país enfrenta una dramática escasez de recursos especializados. Es clave que el Estado redoble los esfuerzos para tener una educación inclusiva.
Es cierto que en Chile se han implementado políticas orientadas a la inclusión educativa, logrando así disminuir la brecha de ingreso a los espacios regulares de aprendizaje, pero aún existen barreras que limitan el acceso a una educación de calidad para niñas, niños y adolescentes con discapacidad. Y no se trata solo de una falta de infraestructura adecuada que, por cierto, es la más visible y a la vez, probablemente la de más fácil solución.
La educación inclusiva en nuestro país enfrenta una dramática escasez de recursos especializados. Para dar respuesta a aquello, se requeriría convocar a todos los agentes involucrados en la materia, para así planificar una ruta de trabajo intersectorial sostenible en el tiempo, abordando la problemática de manera integral y no parcelada.
Un primer elemento es, según Alejandra Ríos, directora del Observatorio para la Inclusión de la Universidad Andrés Bello, la formación docente, ya que el avance en normativas de acceso a la educación no ha ido acompañado de una actualización de las herramientas pedagógicas necesarias para que los profesores logren un aprendizaje efectivo de todos sus estudiantes. Para avanzar, es fundamental que el Estado y la sociedad en su conjunto redoblen los esfuerzos para garantizar una educación inclusiva, que reconozca y valore la diversidad de capacidades.
La inclusión de personas con discapacidad en educación no solo ayuda a la construcción de una sociedad más justa y equitativa, también nos enriquece. Desarrollarse en una comunidad diversa facilita que todos encuentren su lugar dando espacio a la creatividad, a miradas más amplias, búsqueda de soluciones y consensos. En definitiva, una comunidad diversa es el mejor escenario para aprender a convivir.