"Mi sueño es volver a la literatura 100 por ciento"
Aunque es un consagrado novelista, con más de 20 obras traducidas a 18 idiomas, Ampuero reconoce que aún le cuesta eludir las consultas que se le hacen en su rol de político tras haber ocupado altos cargos en el pasado. Con un éxito arrollador, su reciente novela "Nunca volveré a Berlín", relata un episodio trascendental del fin de la Guerra Fría.
Un momento olvidado de la naciente democracia chilena rescata la última novela de Roberto Ampuero, "Nunca volveré a Berlín", donde coinciden bajo el cielo de Santiago el año 1993, dos dictadores de distinto signo político que se mantuvieron en el poder, coincidentemente, 17 años en sus respectivos países: Erich Honecker y Augusto Pinochet.
Este contexto real de los años '90 en Chile es la atmósfera donde se desarrolla la ficción que cuenta la historia de amor de dos amantes que se encuentran después de muchos años en un país que recién reestrena su vida democrática. Precisamente sobre "la realidad de la ficción", hablará mañana lunes en la Universidad Católica de Temuco, uno de los novelistas chilenos más leídos del mundo con más de 20 obras traducidas a 18 idiomas, entre las que destacan "Nuestros Años Verde Olivo" (1999), "Detrás del Muro" (2014) y la saga de novelas policíacas del detective Cayetano Brulé.
Roberto Ampuero Espinoza (Valparaíso 1953) es Licenciado en Antropología, Literatura Latinoamericana y Periodismo, y Doctorado por la Universidad de Iowa. Además de ser un consagrado escritor ha ocupado cargos políticos como ministro de Cultura y de Relaciones Exteriores, habiendo sido también embajador en España y México. Desde Olmué donde reside hace algunos años, el escritor conversó con Reportajes de El Austral, previo a su encuentro en Temuco.
- Roberto, ¿está dedicado por completo a la literatura actualmente?
- Estoy dedicado de nuevo prácticamente de forma exclusiva a escribir. Sin embargo, como excanciller de la República y ante temas que tienen relación con la política exterior de Chile, obviamente uno es consultado y tiene que responder ante ello. Entonces si bien mi sueño es volver a la literatura 100 por ciento, también hay que estar disponible para responder cuando consultan los medios sobre visiones de tipo político regional complicadas para Chile.
- ¿Cuáles son los vasos comunicantes que tiene la labor política con las letras?
- Yo creo que está determinado en gran medida por las temáticas que yo abordo en mis libros. Por ejemplo, "Nuestros Años Verde Olivo", es una novela sobre mi experiencia en Cuba, donde yo viví muy joven y me llevó a renunciar al comunismo. También viví en la Alemania Oriental y dije no, 'esto yo no lo quiero para Chile'. No quiero ni pinochetismo, ni tampoco las dictaduras comunistas. Entonces, cuando usted escribe sobre novelas que transcurren en esos mundos, usted está entrando con los personajes que son de ficción en mundos que existieron realmente…
- ¿Algo similar ocurre en "Nunca volveré a Berlín?
- Claro. "Nunca volveré a Berlín" gira en torno a Erich Honecker, el último dictador de la Alemania comunista, y el padre intelectual del Muro de Berlín, quien llega a Chile en enero del año '93. ¿Por qué llegó a Chile y no fue juzgado por los centenares de acribillados en el Muro de Berlín? No fue juzgado porque según la justicia alemana y occidental, él debido a su avanzada edad y a su enfermedad terminal (le quedaban cerca de dos años de vida), es liberado y le preguntan dónde quiere irse porque en Alemania era imposible para él quedarse por el rechazo de la ciudadanía. En Chile tenía una hija casada con un chileno y tenía un nieto chileno y entonces él dice que se quiere venir a Chile. (…) Todo esto es parte de la realidad, pero ¿dónde se mezcla con la ficción? En la novela, cuando él llega a Chile, hay dos personajes que fueron amantes, siendo jóvenes, en la Universidad Carlos Marx, de Leipzig, donde se conocen una alemana oriental con un chileno que vive exiliado en la RDA, Alemania Oriental, porque sus padres estaban exiliados allí. Bueno, ha pasado el tiempo, esa pareja nunca pudo consumarse como matrimonio y entonces, cuando llega Honecker a Chile, se encuentran curiosamente (…) Ahí hay una relación muy estrecha entre la realidad histórica que ocurrió con Honecker en Chile, y una ficción donde aparece esta pareja, que es una pareja de un amor imposible interrumpido por el Muro de Berlín, cuyo autor inspirador era Erich Honecker.
- ¿Por qué busca rescatar este momento tan particular en la historia de nuestro país?
- Esa es justamente la razón de la novela. Primero porque en mayo de este año se cumplen 30 años desde que Honecker murió en Chile. Y el año pasado se cumplieron 30 años desde llegó porque él vivió alrededor de 16 ó 17 meses en Chile que está recién echando a caminar su democracia de nuevo y bajo el gris cielo santiaguino aparecen dos personajes icónicos de la Guerra Fría: Honecker y Pinochet. Ambos estuvieron en el poder durante 17 años, una casualidad muy grande y justamente aquellos que defienden al régimen de Pinochet critican la llegada del dictador comunista, y aquellos que celebran al dictador comunista, critican el régimen de Pinochet. Entonces ahí hay una contradicción. Esto ocurrió solamente en Chile porque a ninguna otra parte del mundo fue a dar un dictador comunista que lo hayan echado de su país. Y si usted mira bien, es un capítulo casi olvidado de nuestra historia reciente.
- ¿Cómo explora el dolor de la separación en la novela?
- Me interesaba mucho el dolor, la separación de esta pareja, lo que ellos pasaron, cómo cambió cada uno de ellos. Todo eso a mí me interesaba desarrollarlo.
- ¿Está militando actualmente en algún partido político?
- No. Yo una vez me metí en la política como militante. Me hice joven comunista en el Colegio Alemán de Valparaíso, donde no hay mucha gente comunista y rompí con el comunismo en La Habana, que no es un lugar donde mucha gente se atreve a romper con el comunismo… porque dije, 'yo no quiero ni una dictadura de derecha, ni una dictadura de izquierda para Chile, yo quiero un país libre y soberano'. Por eso yo me convertí en un liberal. Para mí los derechos humanos son fundamentales, para mí la democracia y la libertad son fundamentales.
- ¿Cómo describiría este viaje en el arco ideológico, desde el comunismo hacia las ideas más de derecha?
- Este es un proceso larguísimo, muy duro. Uno pierde amistades, queda sin respuestas, y se da cuenta que tiene que buscar su propia verdad, explicarse el mundo. Pasa de una suerte de partido que tiene una ideología que en el fondo es una religión, porque tiene respuestas para todo y le hace ver un mundo paradisíaco y debe pasar a ser un ciudadano común y corriente, donde tiene que armarse, dar respuestas, indagar, discutir…
- Roberto, ¿le gusta el Chile de hoy? ¿Cómo definiría el momento político actual que vive nuestro país?
- Yo creo que estamos en un mal momento de Chile. Cuando los países se polarizan y dividen y no hay acuerdos nacionales, a un país no le va bien. La clave para que a los países les vaya bien es, en primer lugar, tener gobernantes y políticos capaces y a la altura de las demandas y las exigencias del momento. Dos, como diría Ricardo Lagos, que las instituciones funcionen. Tres, que el país a través de su gobierno tenga un proyecto de desarrollo común y de futuro. (…) Los países tienen que tener un sueño. No se trata solamente de administrar las cosas día a día y ver qué sale.
- A su juicio entonces falta retomar un rumbo…
- Creo que este Gobierno pareciera no tener GPS… ¿Por qué es importante tener un gobierno que sea capaz de marcar una ruta con el apoyo máximo de la población? Porque estamos viviendo en un mundo extraordinariamente complejo y peligroso, con mucha tensión, donde la democracia liberal está bajo presión. Está sufriendo un embate tremendo de fuerzas de izquierda radical y de fuerzas también de derecha radical. (…) Algo que contrasta enormemente con lo que imaginamos en 1989. Por cierto, en la época de Honecker cuando es derrocado, pensamos que había triunfado definitivamente la democracia liberal por encima de las dictaduras y los autoritarismos y resulta que no, hoy estamos con problemas delicados.